Palestina y la larga mano de
la ocupación
Agustín Velloso*
Diagonal, nº 46 (www.diagonalperiodico.net)
/ CSCAweb: 22-01-07
"En
el año que acaba de finalizar se ha intentado en Palestina
(...) una conocida política imperialista, que también
se lleva a cabo en Iraq con el mismo fin: que los palestinos
se maten entre ellos. Se busca obtener un doble resultado: por
un lado la eliminación del enemigo sin la intervención
militar (...) del imperialista y por otro la justificación
de la intervención política (...)".
El
muro del apartheid (Foto: Palestine Times)
Los palestinos vuelven a ser
protagonistas estos días, como lo son desde hace muchos
años, de noticias relacionadas con hechos violentos. Últimamente,
informan diarios e informativos televisados, los palestinos se
matan entre ellos, con lo que se confirma el carácter
belicoso, extremista y sanguinario de éstos, y de árabes
y musulmanes en general, ya que los iraquíes también
están inmersos en una lucha fratricida.
En el pasado los medios han
informado habitualmente de ataques palestinos contra los israelíes,
así que al consumidor de noticias no le extraña
hoy que los palestinos se decanten- al igual que los iraquíes-
por la guerra civil, como si ésta fuera lo más
natural del mundo, la consecuencia lógica e inevitable
de la política, cuando no de la personalidad, árabe
y musulmana, vale decir atrasada, si se compara con la política
y la cultura occidental, que es por definición democrática
y avanzada.
Lo que no se incluye habitualmente
en esas informaciones son referencias al papel de esos gobiernos
occidentales en la situación política de Oriente
Medio. Si se menciona algo es para escribir, sin asomo de vergüenza
o de conocimiento, que el Gobierno de Israel no puede negociar
con los extremistas de Hamás porque no cumplen las condiciones
que la comunidad internacional les exige para entablar el diálogo
con ellos.
Esta maniobra es compartida
por una minoría de ciudadanos que conoce el conflicto
y es proisraelí, y aceptada por la gran mayoría
que desconoce el núcleo del problema, porque ha sido hábilmente
confundida por la información sesgada y falsa que le proporcionan
los medios. Por su parte, los palestinos se convierten en el
caso paradigmático de la víctima que además
es culpada por su verdugo y abandonada a su suerte por los partidarios
de aquél.
Resulta casi imposible creer
que una población, que según la ley internacional
ha de gozar de especial protección, por ser refugiada
en su mayor parte y vivir bajo ocupación militar en su
totalidad, sea objeto de sanciones económicas y políticas,
en lugar de recibir protección y justicia por parte de
la comunidad internacional, la cual se supone que tiene que cumplir
y hacer cumplir esa ley y no alinearse con el ocupante y el violador
de los derechos humanos, políticos y sociales de los palestinos.
Como lo que sucede en Palestina
es del todo inaudito, el ciudadano medio, tal y como quería
Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, opta por creer la
información simplificada que le presentan y que su mente
alcanza a comprender de un vistazo, en lugar de enfrentarse a
una realidad algo compleja que se le oculta o tergiversa, y cuya
comprensión exige una reflexión para la que no
encuentra tiempo.
Una y otra vez se pone la responsabilidad
del estancamiento del conflicto en los palestinos: hoy se trata
del Gobierno de Hamás, hace un par de años era
el propio Arafat, hace algunos más (y aún permanecen)
eran los ataques palestinos, anteriormente la Intifada y así
sucesivamente en una lista inacabable y variada que resalta la
violencia palestina y su oposición a Israel. No se dice
que este Estado es potencia ocupante y que su ocupación,
sangrienta y brutal además de ilegal, es el origen del
problema y la responsable fundamental de su progresivo deterioro.
Desde hace décadas se
marea la perdiz buscando causas y también mil y una fórmulas
políticas más o menos imaginativas para dar con
una solución que resulta imposible precisamente porque
no se ataca el núcleo del problema: la ocupación.
Se diseñan negociaciones de paz (que no son sino imposiciones
del fuerte sobre el débil), se favorecen algunos líderes
(que sin recato se califican de pro-occidentales, como si esto
fuera la cualidad que les convierte en legítimos ante
los palestinos), se somete a los palestinos a unas condiciones
de vida infrahumanas (acepta la ocupación israelí
y llámala diálogo o enfrenta la muerte y la miseria),
en definitiva se intenta de todo menos establecer la justicia
y el respeto de los derechos humanos.
En el año que acaba
de finalizar, 2006, se ha intentado en Palestina (aunque no por
vez primera sí con especial virulencia) una conocida política
imperialista, que también se lleva a cabo en Iraq con
el mismo fin: que los palestinos se maten entre ellos. Se busca
obtener un doble resultado: por un lado la eliminación
del enemigo sin la intervención militar (o sea, directa)
del imperialista y por otro la justificación de la intervención
política (o sea, periférica).
Las luchas internas son un
regalo del cielo para los defensores del imperialismo y de la
supremacía -cultural, religiosa, democrática- de
Occidente y desde luego un regalo en bandeja de plata para los
gobiernos de Israel y Estados Unidos, así como para el
movimiento sionista. Es sencillamente trágico que los
palestinos caigan en esta trampa y desde luego deshonroso para
algunos líderes de Fatah, que han sido incapaces de hacer
avanzar la causa palestina, que se han lucrado durante su mandato
y que con tal de no perder sus privilegios se alían ahora
con los opresores de sus compatriotas en contra de los intereses
de la mayoría de los palestinos.
No hace falta ser Sherlock
Holmes para sospechar de las verdaderas intenciones de la Unión
Europea y Estados Unidos respecto de la democracia y los derechos
humanos en Palestina (y en cualquier otro lugar), al observar
su respuesta coordinada a los resultados de las últimas
elecciones en los territorios ocupados: gana Hamás y a
renglón seguido aíslan políticamente a su
Gobierno, bloquean la economía palestina, siembran la
disensión interna, arman y entrenan militarmente al partido
perdedor y mantienen su apoyo a Israel mientras que éste
sigue asesinando palestinos, ocupando su tierra y oprimiendo
y encarcelando a los que se resisten (lo que incluye a sus líderes
democráticamente elegidos y también a los menores
de edad).
Al mismo tiempo, el ciudadano
medio europeo y estadounidense se siente superior a los palestinos
porque a su juicio, informado por los medios occidentales, no
son capaces de vivir en democracia como nosotros y se matan entre
ellos por su arraigado fundamentalismo religioso, falta de tolerancia
y costumbres democráticas, y por su secular tradición
anti-occidental y contraria a la modernidad.
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