Prólogo al libro-dvd,
'Internacionales en Palestina', de Alberto Arce
Rafael Palacios*
CSCAweb:
9-02-07
"Colin
Powell no se cortaba al afirmar que la guerra y la expansión
capitalista van a tener que ir juntas. La denuncia de la guerra
es la denuncia de la globalización: Afganistán,
Palestina, Irak o Colombia, son fases de un mismo proceso de
imposición de la hegemonía (militar primero, después
económica) de EEUU a escala planetaria, diseñado
contra los pueblos, sus derechos y su futuro".
En los últimos años
el dominio del capital se fue haciendo cada vez más global.
Su proyección mundial se intensificó y ninguna
población o territorio escapa a su lógica depredadora.
El capital especulativo opera sin restricciones en todo el planeta
en base a sus necesidades de acumulación y beneficio.
Este nuevo marco de funcionamiento
está impregnado por las políticas neoliberales
y en él no tienen sitio las consideraciones humanas, sociales
o ambientales. Todo se supedita a la lógica del mercado
y la competitividad. Las víctimas de este "Nuevo
Orden Mundial" somos todas y todos en cualquier lugar del
planeta.
Cuando la guerra y la ocupación
de Irak demostraron estar basadas en las mentiras más
miserables e indignas, Palestina es otro escenario más
de la guerra global que los EEUU mantienen contra los pueblos.
Desde que comenzó el
proceso de paz árabe-israelí en Madrid, los derechos
internacionalmente reconocidos del pueblo palestino fueron pisoteados
continuamente, mientras que Israel aseguraba su control económico
y demográfico con el objetivo de hacer inviable sobre
el terreno la creación de un Estado Palestino soberano.
Palestina vive encerrada en guetos aislados entre sí,
que son fácilmente sometidos al asedio o la ocupación
criminal del ejército israelí.
La memoria se pierde rápidamente
cuando conviene y parece que ya nadie se acuerda de la creación
artificial del Estado de Israel, de la política de ocupación
de territorios palestinos y asentamiento de colonos judíos
en Palestina o de los acuerdos firmados por Arafat y Rabin, al
que por cierto asesinaron, no los palestinos, sino la extrema
derecha sionista.
Casi nadie se quiere acordar
de los millones de palestinos y palestinas que viven en campos
de refugiados o exiliados en distintos países o de todas
las resoluciones de la ONU, de las que se ríe el Gobierno
de Israel, en las que lo condenan a devolver los territorios
ocupados.
El genocidio del pueblo palestino
está poniendo de manifiesto hasta dónde puede llegar
la miseria de la política internacional y una de sus más
importantes herramientas: la manipulación informativa.
La resistencia de los pueblos
a la ocupación es un derecho internacionalmente reconocido
y es la expresión de las aspiraciones históricas
del pueblo palestino. A pesar de miles de muertos y heridos,
pese a condenar a todo un pueblo a la miseria y la devastación
provocada por la violencia del ejército israelí
y el abandono internacional, el pueblo palestino es capaz de
resistir.
De resistir no sólo
a la violencia militar, sino a un odio, a una voluntad de venganza
y humillación, que nos devuelven al tiempo de los nazis.
EEUU quiere imponer en Oriente
Próximo un orden que preserve sus intereses estratégicos
y el control de las reservas petrolíferas y que garantice
al mismo tiempo la integración económica del Estado
de Israel en la zona y, con ello, del conjunto del espacio árabe,
de sus poblaciones y de sus recursos, en la globalización
económica capitalista.
Colin Powell no se cortaba
al afirmar que la guerra y la expansión capitalista van
a tener que ir juntas. La denuncia de la guerra es la denuncia
de la globalización: Afganistán, Palestina, Irak
o Colombia, son fases de un mismo proceso de imposición
de la hegemonía (militar primero, después económica)
de EEUU a escala planetaria, diseñado contra los pueblos,
sus derechos y su futuro.
Quiero mostrar toda nuestra
solidaridad con la lucha del Pueblo Palestino, con su derecho
a la resistencia, a la soberanía y la independencia, y
denunciar la ocupación de Palestina por parte del Gobierno
y el Ejército de Israel y la construcción del muro
del apartheid.
Un muro del apartheid que viola
la IV Convención de Ginebra que expresamente prohíbe
a la potencia ocupante extender, destruir y expropiar propiedades
ubicadas en un territorio ocupado. Viola también las obligaciones
fundamentales de la potencia ocupante de garantizar el bienestar
y el sustento básico de la población ocupada.
La extensa apropiación
y destrucción de tierras y propiedades, especialmente
de las tierras agrícolas más fértiles y
de las aguas, priva a la población de sus recursos básicos
para subsistir y de su nivel de vida. De la misma forma, el Muro
viola la prohibición de la IV Conferencia de Ginebra de
ejercer castigos colectivos contra la población ocupada.
Pude comprobar personalmente,
en Líbano, Jordania y Palestina, las dramáticas
condiciones de vida en las que se encuentran los refugiados palestinos.
Casi la mitad de la población
palestina es refugiada. Casi un tercio del número total
de refugiados en el mundo son palestinos, más de cuatro
millones de personas. A esta cifra hay que añadir las
personas desplazadas internamente y las deportadas forzosamente
por el Estado de Israel.
El Derecho al Retorno, una
de las causas centrales para la resolución del conflicto,
sigue siendo una cuestión que supera el componente meramente
humanitario, al contener una dimensión política
asociada a los legítimos derechos nacionales palestinos.
La solución a este crucial
problema, pasa ineludiblemente por el cumplimiento de la legalidad
internacional y por el derecho de todas las refugiadas y refugiados
palestinos y sus descendientes a volver a sus casas y tierras.
Desde aquí quiero expresar
nuestra identificación y solidaridad con el pueblo palestino
y su lucha, y nuestro firme apoyo a sus reivindicaciones nacionales.
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