Iraq, tres años
de ocupación y de guerra
El atentado de Samarra
y sus consecuencias:
¿Un nuevo aspecto de la guerra civil?
Phyllis Bennis y Erik Leaver
'Institute
for Policy Studies', 27 de febrero, 2006
CSCAweb, 8 de marzo, 2006
"Esta
es una nueva coyuntura. Los movimientos contra la guerra, en
Estados Unidos y en todo el mundo, deben dar respuesta al reciente
aumento de la violencia en Iraq con energía renovada para
exigir el final de la ocupación y hacer que las tropas
regresen a casa."
Aún hay dudas sobre
la responsabilidad del ataque a la mezquita dorada chií
de Askariya en Samarra. Durante las dos jornadas posteriores
fueron asesinados 200 iraquíes y se impuso el toque de
queda en todo el país.
El estallido de violencia entre
los distintos grupos no es reflejo del peligro de guerra civil
inmediata. Ahora bien, si continuara aumentando esa violencia,
se podría pasar de la guerra civil de baja intensidad
de carácter político, que existe entre los que
apoyan (de grado o por la fuerza) la ocupación estadounidense
y los que la rechazan, a una guerra civil identificada con posicionamientos
de grupos religiosos rivales.
Tanto el atentado como el estallido
de violencia posterior son las pruebas más recientes de
que la ocupación militar estadounidense ha fracasado en
proporcionar seguridad al pueblo de Iraq, la democracia ya ni
se menciona. La estrategia estadounidense, que consiste en adiestrar
a una fuerza militar iraquí que contrarreste a la Resistencia,
con el fin de sustituir a las tropas de EEUU y de la Coalición,
es un fracaso (y eso por no mencionar el empeño norteamericano
de convertir a Samarra en una ciudad segura, rodeándola
con un enorme muro de tierra). La decisión del Congreso
de aprobar una ley que autoriza un gasto suplementario de 62.000
millones de dólares para la guerra en Iraq (fundamentalmente
para el adiestramiento de las tropas iraquíes) significa
estar de acuerdo con esta fracasada línea política.
La presencia de las tropas
de ocupación estadounidenses en Iraq, sigue siendo una
provocación extrema para todas las facciones iraquíes
y fomenta la violencia. De acuerdo con las últimas encuestas,
el 82% de los iraquíes desean el final de la ocupación,
y el 47% de ellos apoya los ataques a las tropas ocupantes. Una
buena parte de la ira popular desencadenada por el atentado en
la mezquita de Askariya, tanto entre sunníes como chiíes,
apuntó a la ocupación estadounidense como responsable.
El jefe militar y clérigo chií, Moqtada al Sadr,
en declaraciones a la cadena de televisión al Jazeera,
hizo un llamamiento al nuevo Parlamento iraquí, donde
cuenta con 32 escaños, a que aprobaran una propuesta para
que las fuerzas de la coalición abandonaran Iraq.
El proceso político
antidemocrático, impuesto por los EEUU, ha exacerbado
las divisiones entre las distintas sectas de Iraq, un país
con una amplia trayectoria laica y una marcada identidad nacional,
a pesar de las tensiones étnicas y religiosas. Las negociaciones
para la creación de un nuevo gobierno iraquí han
fracasado, en tanto que no hay interés en hacer desaparecer
las milicias sectarias o ponerlas bajo control gubernamental.
Los responsables militares
y los de la Administración del presidente Bush se apresuran
a negar que esta escalada sea el prólogo de una guerra
civil en Iraq, porque eso dejaría sin valor su argumento
de que solamente la presencia de tropas norteamericanas es un
antídoto contra esa guerra. Un destacado general norteamericano
dijo: "No vemos el comienzo de una guerra civil lo que
prevemos es un gobierno iraquí con capacidad para utilizar
las fuerzas de que disponga" El presidente Bush dijo que
no era una guerra civil y afirmó que los responsables
del ataque de Samarra no venían del interior de Iraq,
sino que se trataba de aquellos procedentes del exterior que
"intentaban detener el avance de la libertad" en Iraq.
En el mismo tono, Tony Blair negó que se tratase de una
guerra civil, sino más bien "de la democracia contra
el extremismo y el terrorismo". El congresista norteamericano
John Murtha, que ha pedido la retirada de las tropas de Iraq,
afirmó por su parte, que esto era una guerra civil y que
"nuestras tropas están atrapadas entre dos fuegos".
Si bien es cierto que el ataque
a la mezquita de Askariya ha producido un grave aumento de las
divisiones y la violencia entre las distintas sectas, y que también
algunas milicias de las mismas parecen estar adquiriendo mayor
influencia, no lo es menos que ha habido respuestas significativas
de tipo laico, unitario e interconfesional. Algunos influyentes
líderes religiosos han pedido calma, mientras que llamaban
a sus seguidores a manifestarse en la calle contra la violencia.
Así, por ejemplo en la ciudad de Basora, de importante
mayoría chií, una manifestación conjunta
de sunníes y chiíes, reclamó la defensa
de la unidad nacional iraquí, la denuncia de la violencia
sectaria y el final de la ocupación estadounidense, entre
gritos de "No a América".
Esta es una nueva coyuntura.
Los movimientos contra la guerra, en Estados Unidos y en todo
el mundo, deben dar respuesta al reciente aumento de la violencia
en Iraq con una energía renovada para exigir el final
de la ocupación y hacer que las tropas regresen a casa.
Al acercarse el tercer aniversario de la invasión de Iraq,
las condiciones de vida cada vez más degradadas, el aumento
de las muertes iraquíes y el debate actual en el Congreso
norteamericano sobre la autorización de gasto suplementario
y multimillonario para mantener la guerra, ponen sobre la mesa
la necesidad urgente de movilizarse, sensibilizar y desarrollar
una tarea de apoyo en los ámbitos local, nacional e internacional.
No es descartable que en los próximos días se anuncie
un aumento en la retirada de tropas, justo después del
aumento de la violencia en Iraq, pero debemos ser conscientes
de que esas retiradas parciales, aunque implicasen a un buen
número de soldados, no son suficientes. Antes bien, nuestra
exigencia prioritaria debe ser el final completo de la ocupación,
incluyendo la retirada de todas las tropas estadounidenses, de
la coalición ocupante y de los mercenarios extranjeros,
además del cierre de todas las bases militares de Estados
Unidos en Iraq.
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