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* Roni Ben Efrat, es editora de la publicación israelí de izquierda 'Challenge'

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Falso trauma

'El Plan de Retirada contiene las semillas de la tercera Intifada'

Roni Ben Efrat*

CSCAweb, 23 de septiembre de 2005
Traducido por Pablo Carbajosa para CSCAweb

"Se equivocan Sharon y sus partidarios. Su Plan de Retirada contiene las semillas de la tercera Intifada. El pueblo palestino no aceptará la nueva realidad impuesta por Israel: el encarcelamiento de millones de personas sin medios de subsistencia, tras una ficticia frontera de separación aumentada por verjas y muros de verdad. Las llamas de la tercera Intifada sobrepasarán todas las verjas y muros".

Israel está dispuesta a evacuar sus asentamientos de la Franja de Gaza a mediados de agosto. Hasta no hace mucho, quienes en la derecha se oponían a la retirada iban arañando apoyos. De acuerdo con una encuesta publicada por el Yediot Aharonot, la proporción de partidarios del plan había descendido de un 64% en febrero a un 53% a principios de junio. Tres semanas después se invirtió la tendencia. El apoyo volvió a subir hasta un 62%.

Lo que sucedió fue lo siguiente: una partida de jóvenes kahanistas [ultraortodoxos racistas y antiárabes] llegó a Gaza procedente de asentamientos ilegales de Cisjordania y se estableció en un hotel abandonado, al que bautizaron como "Canción del Mar". Durante todo un mes siguieron allí sin ser molestados, haciendo pintadas obscenas sobre Mahoma con el fin de provocar a los árabes de las cercanías. Estaban dispuestos, afirmaron, a seguir en Gaza hasta que se cancelara la retirada o a morir en el empeño. Los expertos temblaban ante la perspectiva de guerra civil.

El punto de inflexión se produjo el día en que los demás oponentes a la retirada bloquearon las carreteras del país. Los kahanistas tuvieron una reyerta con los árabes a los que habían conseguido provocar. A una distancia mínima apedrearon -delante de las cámaras- a un joven palestino que ya había quedado inconsciente. La opinión pública retrocedió espantada. Sintiéndose con viento en popa a toda vela, el primer ministro, Sharon, tomó medidas a la mañana siguiente: el ejército rodeó el "Canción del Mar".

Lo demás acabó en anticlimax. Al no encontrar apoyo entre sus colegas colonos, los kahanistas entregaron las armas. A continuación, las unidades de élite del ejército entraron en el hotel y los llevaron a los autobuses. Nada de Masada: la amenaza de guerra civil se evaporó. Sin armas, los colonos se convirtieron en corderitos.

Al día siguiente (1 de julio), Gideon Maron y Oded Shalom escribieron en el Yediot Aharonot: "Los extremistas de derechas que se atrincheraron podían haber sido detenidos un mes antes. El ejército lo sabía, pero hizo la vista gorda y sólo actuó después de que se derramara sangre".

Esa espera de un mes sirvió para que prosperase el drama, que es lo que Sharon necesitaba. Con el fin de que sirviera a su política a largo plazo, la retirada debía tomar proporciones épicas. Cuanto mayor sea la resistencia, mayor la imposibilidad de proceder a una segunda parte. Por esa razón se cuidó de proceder como Charles De Gaulle con los colonos franceses de Argelia, fijando una fecha para sacar al Ejército y avisando a cualquier colono que quisiera quedarse de que así lo solicitara a la Autoridad Palestina. Por el contrario, le hace falta la barahunda para fijar un tope: "Sólo podemos llegar hasta aquí, más lejos, no. ¡Fijaos en lo traumático que resulta! ¡Solo esto ya nos hace trizas!" El elemento financiero refuerza nuestras sospechas. Dan Ben David, profesor de Economía Pública de la Universidad de Tel Aviv, ha calculado que sólo los costes civiles del Plan de Retirada ascienden a 5.500 millones de shekels, es decir, a una media de 611.000 dólares por familia. Los 7.000 colonos de Gaza representan el 3% de la población de colonos (sin contar el Jerusalén ocupado). Con sumas como éstas, ¿cómo podría permitirse el Estado nuevos traumas? Jamás en la vida.

Los actuales designios de Sharon están destinados a mejorar sus posibilidades en la siguiente ronda electoral. Con un millón y medio menos de palestinos bajo responsabilidad de Israel, y como único dirigente capaz de evacuar a los colonos, puede ofrecer su candidatura al Premio Nobel. Al mismo tiempo, puede postularse como campeón del ala derecha, como el hombre que salvó los importantes asentamientos de Cisjordania de la amenaza de desmantelamiento.

Pero estamos en puertas de una nueva fase de lucha. La situación política queda hoy más clara -y peor para los palestinos- que durante los años de Oslo. Firmaron entonces un acuerdo con final abierto, que no les garantizaba nada. Un acuerdo lleno de agujeros que cada parte podía llenar a su gusto. Israel podía argumentar que no se había cedido en cuestiones como los asentamientos, Jerusalén o el derecho al retorno. Los palestinos podían argumentar lo contrario. Siete años se tardó en comprender cómo quedaba el otro bando. Incluso hoy resulta el Acuerdo de Oslo lo bastante obscuro como para inspirar las más variadas interpretaciones. El Plan de Retirada no deja, por el contrario, lugar a dudas: Sharon blande repetidamente la promesa hecha por el Presidente norteamericano, G.W. Bush, de que los bloques principales de asentamientos quedan fuera del orden del día. De este modo, adelante cuál es su verdadero programa: separar Gaza de Cisjordania.

Los partidos de la izquierda presentes en la Knesset se encaminan, entretanto, al olvido. Esto vale tanto para el Meretz-Yahad, que presta a Sharon su paraguas parlamentario desde fuera del gobierno como para el laborismo, que está dentro. El profesor Shlomo Ben Ami, que formó parte del equipo israelí presente en Camp David en julio de 2000, critica el plan de retirada como un parche que no lleva a ninguna parte: "Quienes lo respaldan no lo ven como componente de un plan más amplio para un acuerdo político que lleve a Israel a disponer de fronteras reconocidas de modo permanente. En última instancia, dos políticos veteranos del Israel de hoy, Ariel Sharon y Shimon Peres, comparten la concepción según la cual no hace falta avanzar hacia un acuerdo permanente ni poner fin al conflicto". (Haaretz, 30 de junio)

A lo laboristas les gusta jactarse de que Sharon está llevando a la práctica su programa, pero se trata en el mejor de los casos de una ilusión, y en el peor de puro engaño. El laborismo está preparando simplemente sus carteras en el próximo gobierno, que espera forme Sharon, y no Binyamin Netanyahu. Ha renunciado al reto de construir una alternativa al Likud.

La obsesiva preocupación por la desgracia de los colonos evacuados, más las dificultades que encuentra Sharon, esconden lo que acontece entre bambalinas. Tras seis meses como presidente de la AP, Abu Mazen ha llegado al tope de la soga. Nunca llegó a entender que la retirada abrevia sus días. Después de que Israel abandone Gaza, Abu Mazen ya no le será necesario. Hay muchos, ciertamente, que aun le apuntan con el dedo, quejándose de que debería confiscar las armas de Hamas, pero se trata de una pantalla de humo. Desde el comienzo de la segunda Intifada, Israel ha comprendido que no debe dejar su seguridad en manos de ninguna autoridad palestina. Por lo que toca a la frontera entre Gaza y Egipto, por ejemplo, quiere que sea Egipto quien la vigile policialmente, no la AP, y está ya concluyendo un acuerdo a este fin.

El ejército espera con impaciencia a que caiga el primer cohete Kassam tras la retirada. Quedará entonces demostrado que al deshacerse de los asentamientos, ha mejorado su posición militar. Podrá invadir la Franja por tierra, mar y aire sin tener ya que tomar en cuenta la vulnerabilidad de la población judía que se encontraba allí.

No será sólo Israel quien mine a Abu Mazen. Hamas ha rechazado su invitación a entrar en el gobierno. Así ha expresado su irritación por haber retrasado la elecciones parlamentarias. Hamas entiende por qué Abu Mazen los quiere dentro: para que pueda evitar el momento de la verdad en las urnas. Hamas sabe también dónde reside su poder. Espera la retirada para poder recoger los frutos haciéndose con el control de la Franja de Gaza. Hay una sombra de dialéctica histórica en ello: a lo que parece, ¡Sharon está fortaleciendo la posición de Hamas!

Quienes abogan por la retirada se equivocan. Los EE. UU. se equivocan al decirle a Abu Mazen que se abstenga de poner condiciones y deje simplemente que Israel se marche. Abu Mazen se equivoca al no hacer nada mientras Israel se asegura las herramientas que necesita para continuar dominando Cisjordania. Y por último, se equivocan Sharon y sus partidarios. Su Plan de Retirada contiene las semillas de la tercera Intifada. El pueblo palestino no aceptará la nueva realidad impuesta por Israel: el encarcelamiento de millones de personas sin medios de subsistencia, tras una ficticia frontera de separación aumentada por verjas y muros de verdad. Las llamas de la tercera Intifada sobrepasarán todas las verjas y muros.