Relato sobre
un viaje a Siria
Damasco: ciudad
amiga y multimilenaria
Miguel Ángel
Llana*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 1 de abril de 2005
"Todo
resulta y es diferente o al menos no esperado o no lo que habíamos
imaginado. Dentro ya, cientos de alfombras cubren las tres grandes
naves y hacen la estancia menos fría tanto a los pies
como al colorido. Continúa el ambiente de cordialidad
y tolerancia de la calle con toda la diversidad de situaciones;
familias sentadas charlando, niños jugando, parejas cortejando
acarameladas, otros hablando por el móvil e incluso familias
comiendo"
Tantas cosas que contar que
las ideas se agolpan como sucede con los olores de las especias
que inundan los zocos. Una ciudad de más de cinco millones;
extensa, parduzca, del color del barro o de la tierra, camuflada
como si quisiera pasar desapercibida a la sombra de la montaña
Al Shej el viejo, literalmente, por su cabeza canosa, al
igual que la cumbre siempre cubierta de nieve- y a cuarenta y
cinco kilómetros de los Altos del Golán ocupados
por Israel desde 1967 y amenazando a la propia Dimasq, como así
se auto denominan, como si nada sucediera, la gente y el bullicio
abunda por todas partes y la tranquilidad y parsimonia, como
si fueran contagiosas, todo lo invade.
Para entrar a la gran Mezquita
Omeya, solar de otros muchos Templos, se ha de pasar por el antiguo
Templo romano de Júpiter, del que aun quedan restos y
al lado del Mausoleo de Aladino y con el ritual de siempre y
con unas cuantas libras te guardan el calzado, para los que se
confiesen "no muslim" se entra al gran patio de la
Mezquita. Todo resulta y es diferente o al menos no esperado
o no lo que habíamos imaginado. Dentro ya, cientos de
alfombras cubren las tres grandes naves y hacen la estancia menos
fría tanto a los pies como al colorido. Continúa
el ambiente de cordialidad y tolerancia de la calle con toda
la diversidad de situaciones; familias sentadas charlando, niños
jugando, parejas cortejando acarameladas, otros hablando por
el móvil e incluso familias comiendo. Algunos leen, supongo
que el Corán, otros recitan versos o salmos y otros realizan
los rituales gimnásticos de sus rezos. Una mujer mayor,
sentada con un gran libro en las manos, aconseja y predica a
la gente a cambio de unas monedas que después cuenta sacándolas
de una bolsa, lo mismo que un anciano santón, con barba
blanca que poniendo las manos en la cabeza o en los hombros de
los "feligreses" que se lo solicitan. Todo ello al
lado de más uno que duerme la gran siesta y de otros sentados
mirando al techo o descansando en silencio.
Saco fotos disimuladamente
hasta que un "clérigo" de los de allí,
con su turbante negro enrollado en la cabeza, y del que ignoro
su nivel jerárquico, me llama para que le saque unas fotos
con su propia cámara, flash incluido, poco a poco la cosa
va a más y al rato una muchacha con su velo negro pasa
a mi lado filmándolo todo, con una excelente cámara.
Se acercan ya las siete de la tarde y la Mezquita empieza a vaciarse.
Después de un par de horas de sorpresas y esperando que
mis zapatos sean eso, mis zapatos, salgo a la calle y desde no
sé dónde vuelvo a ver, medio anocheciendo ya, cómo
las luces de la ciudad trepan por el monte Qasiun hasta la cueva-santuario
mulsumán refugio de Eva, según dicen. Y de nuevo
en el zoco de Hamidíe mezclado con la gente a curiosear
cosas buenas y baratijas.
Sorprenden las diferencias,
pero todo ya estaba ahí antes. La diferencia está
más en nosotros mismos que en la propia realidad. La cultura,
las costumbres y un montón de cosas más no han
de ser lo que llevamos en nuestro magín cuando salimos
de viaje y así lo que no nos cuadre es censurable cuando
simplemente es distinto, diferente, ni mejor ni peor.
Visitamos en Maalula, a 56
kilómetros al Norte de Damasco, la Iglesia-Santuario premulsumán
del siglo V o VI, de Santa Tecla y Deir Alseyede (el convento
de Nuestra Señora)en ambos es necesario descalzarse para
entrar pero sin que ello produzca "choque" como ocurriera
en la Mezquita Omeya.
¿Cómo has ido
a una ciudad y zona tan en conflicto, me preguntaban ayer? Pues
no lo sé, pero nunca me he sentido más seguro ni
se puede encontrar más bondad en la gente. Sí da
miedo lo del "Eje del Mal" pero eso no es cosa que
ellos puedan evitar. Esta sociedad y cultura tan vieja ha de
moverse en un mundo diferente, nuevo para ellos, en medio de
la permanente amenaza israelí desde los Altos de Golán
o de las diarias agresiones verbales de Bush. En cambio, en las
calles de Damasco sólo se oye "welcome" acompañado
de una sonriente mirada.
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