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La era de las sombras

Líbano y el sectarismo

Elias Khoury

Al-Quds al-Árabi, 16 de mayo de 2005
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 27 de mayo de 2005
Traducido del árabe por Jamal Halawa

"No puedo entender cómo se convierte un hombre en un sectario. Comprendo la religión como una relación con lo desconocido que las religiones trataron de convertir en conocido aunque sea de forma parcial. Comprendo el deseo del individuo por pertenecer a una comunidad para reafirmar su identidad, particularmente durante las grandes crisis históricas. Sé que en el Oriente Árabe vivimos una de las más grandes crisis históricas. Una crisis arrolladora, parecida a la era de las invasiones de los francos y de los mongoles pero, aun así, no podría reconciliarme con la lógica del sectarismo confesional porque lo encuentro ridículo, frívolo y humorístico. Desgraciadamente, el sectarismo no está solo en Líbano sino que lo estamos viviendo desde los dos Iraqs pasando por Bilad Al-Sham (conjunto de países que conforman Siria, El-Líbano, Jordania y Palestina): una ola de sentimientos sectarios que amenazan con borrar todas las identidades"...

El sectarismo confesional cubre con sus sombras todo lo que hay en Líbano. El sectarismo confesional siempre ha sido difícil de comprender, al menos para mí. Un historiador o un sociólogo podrían analizar el fenómeno, descubrir su historia, los mecanismos de su formación política en el siglo XIX, el proceso de su separación del régimen político libanés durante el colonialismo y la independencia y su relación con tres guerras civiles libanesas a lo largo de un siglo.

Sin embargo, no puedo entender cómo se convierte un hombre en un sectario. Comprendo la religión como una relación con lo desconocido que las religiones trataron de convertir en conocido aunque sea de forma parcial. Comprendo el deseo del individuo por pertenecer a una comunidad para reafirmar su identidad, particularmente durante las grandes crisis históricas. Sé que en el Oriente Árabe vivimos una de las más grandes crisis históricas. Una crisis arrolladora, parecida a la era de las invasiones de los francos y de los mongoles pero, aun así, no podría reconciliarme con la lógica del sectarismo confesional porque lo encuentro ridículo, frívolo y humorístico. Desgraciadamente, el sectarismo no está solo en Líbano sino que lo estamos viviendo desde los dos Iraqs pasando por Bilad Al-Sham (conjunto de países que conforman Siria, El-Líbano, Jordania y Palestina): una ola de sentimientos sectarios que amenazan con borrar todas las identidades.

La cuestión, para mí, no se trata de una posición política porque yo no poseo el optimismo de mis abuelos renacentistas que estaban convencidos de que la cristalización del pensamiento nacionalista garantizaba la abolición del sectarismo confesional, por eso no vemos ninguna huella de la salvaje guerra civil de 1860 en las literaturas libanesas y sirias. Yo soy uno de los de la generación literaria, nacido sobre las orillas de la guerra civil libanesa y cuya preocupación más grande fue que no se repita el error de los antepasados; por eso, avanzamos hacia la escritura sobre la guerra y sobre muchos elementos de sus exponentes y estábamos convencidos, al menos yo lo estaba, de que uno de los activos de la escritura era el de transformar la memoria en historia, es decir, intercambiar lo oral por lo escrito ayudando al hombre a liberarse de su sentimiento de esclavitud hacia el pasado. Ésta convicción no ha variado a pesar de mí creencia en que la gran función de la literatura es la de tener ninguna función, es decir, que fuera una libre expresión sobre la experiencia social y el lector, como segundo autor, podría deducir varias funciones de la literatura con la condición de respetar sus ilimitadas dimensiones plásticas.

Sectarismo confesional

Sin embargo, y a pesar de mi investigación en el campo de los vocablos que riegan, describen y contemplan las diferentes realidades sociales, entre las cuales está el sectarismo confesional, cuando me preguntan sobre mi confesión, religión o tribu me siento como si estuviese sentado ante una vulgar escena cómica por dos razones:

- La primera: yo no he elegido mi confesión o religión, que son parte de una herencia familiar a la que trato como un colorido cultural y del que en muchas ocasiones tan solo quedan sus facetas folklóricas sobre la gastronomía y los dulces de la Navidad. Por eso, ante cualquier pregunta de tipo confesional me siento transformado en un ente gastronómico, lo cual no quiere decir que no respete la gastronomía, o que deje de describirla como una importante expresión cultural. Sobre todo, porque me gusta mucho el libro de Faruq Merdam Al-Zeriabi que abrió unos nuevos horizontes culturales; pero de ahí a convertirme en un ser al que se le puede concretar gastronómicamente y perfilar su identidad sobre ésta base es lo que para mí sería insoportable.

- La segunda: es ésta mezcla cultural que los literatos árabes elaboraron desde la era de la ignorancia (pre-islámica) hasta el día de hoy, porque uno está ante una escena cultural distinguida por su multiconfesionalismo y su capacidad para procesar una identidad literaria secular o material. Tal vez la frase del juez Al-Yaryani "la religión separada de la poesía", resume la visión árabe sobre la corriente básica de la independencia de la literatura de la religión y su libertad casi absoluta.

Mi amor hacia la cultura árabe y la historia del islam me lo enseñó un conjunto innumerable de literatos árabes renovadores, y eran musulmanes y cristianos, es más, no podría reconocer sus identidades confesionales si no fuera por las señas del nombre. Desde Yeryi Zeidan, pasando por Taha Husein hasta Raif Khoury, etc. Por eso cuando me enfrento a una pregunta de tipo confesional me encuentro incapacitado para responder, ¿qué debería hacer con la cultura árabe? ¿es que debemos olvidarnos de la cultura para sentir ésta cómica identificación que quieren imponernos?

Creo que el sectarismo confesional es enemigo de la cultura, por eso se parece a todas las proclamaciones racistas y porque se establece en primer lugar sobre la exclusión, ya que la identidad confesional solo puede erigirse sobre la exclusión, es decir, fabricar al otro distinto para expulsarle. Por ello, los sectarios no poseen ninguna preocupación cultural, además, en el caso libanés, y durante treinta años de guerra civil y paz menguada, los sectarios no ofrecieron ninguna producción cultural a la que se le puede considerar importante; es más, el movimiento fundamentalista que invade el mundo árabe desde la aparición de los muyahedin afganos no solo no ofreció ninguna producción literaria o cultural sino que, además, centró sus esfuerzos en reprimir a la cultura y a los intelectuales como si quisiera convertir toda la escena en un abismo.

El sectarismo confesional no es solo enemigo de la cultura, sino que también es la señal de que el Oriente Árabe ha entrado en una etapa de degradación que podría ser la peor de nuestra historia contemporánea. Y a pesar de la extensión del mal, a pesar de su vergonzosa capacidad para amenazar el clima de la "intifada" independentista libanesa, no podría mientras observo ésta elevada ola de sectarismo libanés no compartir ningún sentimiento con aquellos, puesto que éste sentimiento de pertenencia al que no pertenezco, provoca en mí repugnancia, extrañeza y menudencia.