Dos sensibilidades dentro de
la oposición,
dos líneas para la elegía de al-Hariri
Joseph Samaha
As
Safir,
15 de abril de 2005
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 25 de abril de 2005
Traducido del árabe para CSCAweb por Jamal Hawala
Sobre el
escenario de la vida política libanesa, y en la Plaza
del Mártir más concretamente, todos lloran por
el presidente mártir Rafiq al-Hariri. No es quien más
lagrimea, necesariamente, el más "harirista".
Una cautelosa revisión de todos los discursos de las elegías
que se han lanzado indica que estamos ante dos sensibilidades
muy distintas: la elegía por la pérdida y la elegía
por la ganancia.
"La elegía por
la pérdida" se centra sobre los logros del mártir,
su pasado humilde, su compromiso nacionalista, su papel político
en el interior, su relación, aunque fuera solo por su
parte, con Siria, y su participación en proteger la resistencia
a través del "Acuerdo de Abril" (1996). También,
se centra, y por causas relacionadas con el acto criminal, sobre
la investigación internacional y sobre los responsables
de los aparatos de seguridad. Rechaza, por el momento, participar
en el gobierno y reivindica unas elecciones rápidas y
justas. "La elegía por la pérdida", insiste
en vincular todos los movimientos populares con la protesta por
el asesinato del líder del proyecto y resucitador de la
esperanza, y también, para rechazar la guerra, sus benefactores
y las probabilidades de su reanudación. Pretende, desde
la lealtad, darle el significado que le quiso dar su constructor.
"El Acuerdo de Taef", es la frase más repetida
para los de éste equipo, e invocar a los de "La Corriente",
por su importancia y la necesidad de su continuidad, es su preocupación
permanente. Lo que está claro, es que existe una conciencia
de la extrema dificultad para rellenar el vacío dejado,
y para resolver el problema del gran tamaño del "sillón
vacante", llegan a celebrar conferencias de prensa cerca
del mausoleo y se preguntan sobre la probabilidad de una "Unidad
Nacional", con al-Hariri yaciendo en su última morada.
Es una elegía llena tristeza y preocupación.
"La elegía por
la ganancia" tiende a centrarse sobre Siria y sus prácticas,
dirigiendo las acusaciones a toda la etapa anterior con una "mezcolanza"
sobre el reparto de las responsabilidades. Los compositores de
la "elegía por la ganancia", se reafirman en
que la importancia de Rafiq al-Hariri se descubrió cuando
murió, y no paran de acrecentar las loas para el emblema
ya ausente, y no para el líder. Y cuando toca hablar del
"Acuerdo de Taef", observamos como recuerdan que nunca
se había aplicado para que fuera la base de una probabilidad
para librarse, aunque sea parcialmente, de él en un futuro
próximo. "La elegía por la ganancia",
desliza hacia el pronunciamiento de esa terrible frase rica en
sus conjeturas tácitas: ¡Ha conseguido realizar
al-Hariri para el Líbano con su muerte, lo que no pudo
hacer en vida! Y para divagar esta terrible frase, anublándola,
y vagar sobre su significado, se vierte mucha palabrería
sobre la unidad nacional realizada alrededor del mausoleo, ignorando
de forma asombrosa, el significado de "harirismo" en
cuanto a la política y los equilibrios internos libaneses.
"La elegía por
la ganancia", conduce directamente hacia una generalización
cargada de ideología suprema y exagerada sobre "La
Unidad Nacional", sobre la disolución de las diferencias,
sobre el contenida libanista de las movilizaciones y porque un
sector de libaneses, descubrió que lo que el otro sector
decía era cierto, pero no en cuanto a la interpretación
directa de las protestas sobre ciertas prácticas, sino,
a una interpretación "civilizadora" que distingue
al Líbano de su entorno árabe. "La elegía
por la ganancia" rellena (lo intenta) el recipiente vacío,
con un contenido soberanista hacia y contra Siria, frente a otro
contenido hacia Israel. El asesinato, ha facilitado el encuentro
entre las dos alas, habiendo conducido a la retirada de Siria,
así pues, es un buen augurio para el levantamiento del
pueblo unificado que se vislumbra en el horizonte, y que la estabilidad
acompañada de la prosperidad están al venir, los
capitales también, se detendrá la emigración
y la esperanza está en el cruce de caminos. Es una elegía
llena de alegría y esperanza. No hay mal, que por bien
no venga.
En "la elegía de
la tristeza", se anhela al hombre-líder, protagonista
del rol, del proyecto, del equilibrio y de las relaciones árabes
e internacionales. Parte desde la concienciación aguda
de que estas cosas pueden ser insustituibles, al menos, no será
tan fácil. Presentan ésta elegía, elites
y dirigentes que sienten algo de orfandad y temen por unas posturas,
unas orientaciones y unas opciones. Temen que la pérdida
del hombre excepcional, pueda declinar la posibilidad de ofrecer
acuerdos con Siria y con el exterior, protagonizar un papel decisivo
para perfilar los rasgos de una pacificación interna,
e ir con ella, hacia el espíritu del "Acuerdo de
Taef" y el reparto que se acordó de las competencias,
y de los papeles que juegan las presidencias y las instituciones.
En "la elegía de
la alegría", se habla del hombre-emblema, cuya ausencia,
se convierte en una condición para un nuevo relanzamiento,
desatado completamente de su capacidad para controlar, sintonizar
y dominar su marcha. Así entonces, el nuevo acontecimiento
podría sustituir al vacío creado, a sabiendas de
que el acontecimiento, está pasado sobre la retirada de
"la huella" política y económica de "harirismo",
y sobre el traslado de "los chiítas" hacia la
autodefensa, y sobre el ascenso de una nueva vitalidad que recuperó
sus contactos externos, y que considera, que ha sido marginada
durante largo tiempo y que es hora para recuperar el derecho
perdido.
Tras las multitudinarias manifestaciones,
tras los eslóganes unificados, tras las banderas libanesas,
tras las movilizaciones semi diarias, tras las visitas al mausoleo
de todas partes y de todas las confesiones, tras el folklore
tergiversado, la cruz, las iglesias y los minaretestras todo
ello, se pueden distinguir estas dos líneas distintas
de elegías: la línea de los tristes que saben cuanto
han perdido, y la línea de los socios en la tristeza que
ya son conscientes de cuánto pueden ganar. La manifestación
une a ambas partes. Se avecinan. Lanzan sus discursos. Llevan
las mismas pancartas. Participan en las conferencias. Ambos discursos
se asemejan en las formas y se intercruzan, pero no resisten
ante un análisis serio del guión, porque existe
una sensibilidad diferenciada en cada uno.
Líbano,
país disperso, desunido y fracturado
El asesinato de Rafiq al-Hariri
es una pérdida. Podríamos escoger de "la elegía
de la alegría" lo que queramos de emociones, sin
embargo, el realismo está en "la elegía de
la tristeza". El Líbano, hoy, es un país disperso,
desunido y fracturado. "La leyenda de al-Hariri" no
es universal, porque interfiere en la exposición de cada
grupo y obtiene su significado, haciendo variar los significados.
El país débil, como lo vemos, y no como lo ven
"los regocijados en su tristeza" por al-Hariri, necesita,
más que nada, una columna vertebral, un eje dominador
y una masa histórica capaz de preservar su unidad y administrar
sus relaciones y sus vínculos, determinando su posición,
ante las cuestiones que acechan en la zona. Si algo anhelamos,
será esto. Una cosa es esta necesidad, y otra cosa es
la eternización de sus opciones, es decir, que este "polo
dominador" es una necesidad existencial para el Líbano
hasta para quienes quieren, en nombre de la democracia, oponerse
a su política. La experiencia demuestra, en la etapa posterior
al Taef, que Rafiq al-Hariri ha sido, de entre todos los políticos
libaneses, el que mejor representó ésta probabilidad,
así también, demuestra que el actual escenario
político carece de dicha probabilidad lo que, a su vez,
abre las puertas de par en par para las aventuras, los golpes
de estado, las modificaciones dramáticas y las insoportables
curvas. Por eso, el asesinato es una pérdida y ésta
es una verdad ante todo aquel que dice que es una oportunidad.
La sabia moraleja política está en la búsqueda
máxima de las posibilidades para delimitar la pérdida.
No hay lugar, objetivamente, para cualquier ilusión que
ensalce a la oportunidad, ni económica ni políticamente,
e incrementar la capacidad para aprovecharse de ella.
Quien observa la conducta de
los opositores, con su variedad, notará que ésta
variedad muestra, particularmente en las diferentes reacciones
sobre varios temas, inflexibilidad sobre unos temas más
que otros y un notable contraste entre las prioridades. Pero
la variedad aparece, más específicamente, en las
elegías por Rafiq al-Hariri, con lo que ello significa
de diferenciación de las intenciones por el futuro del
Líbano.
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