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Análisis
IRAQ


* Agustín Velloso es profesor de Ciencias de la Educación de la UNED en Madrid, participó en la V Delegación española a Iraq entre el 28 de diciembre de 2002 y el 5 de enero de 2003.

Iraqi freedom fighters' violence and other people's ethics

Agustín Velloso

CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
June 9, 2005

Criticism of the Iraqi resistance, sometimes including Palestinian resistance and other groups, does not come only from supporters of the neo-conservative/Zionist, anti-Muslim agenda. Lately some criticism has also been launched by progressives who had opposed the US/UK war of aggression and occupation of Iraq.

Now these people are condemning the violence unleashed by some Iraqi groups because, they say, not every armed action is resistance and not all attacks are acceptable. Some other critics add that guerrilla attacks without coordination or lack of clear political aims are not a strong national liberation strategy.

Neither position contributes much to the cause of the liberation of Iraq or anti-Imperialism. They simply express a desire. Furthermore, they create fissures in the movement against the occupation and weaken international solidarity with the victims, while backing - although inadvertently, the arguments of the aggressors.

There can be no mistake about this: the enemy is the aggressor, the only party responsible for the disaster prevailing in Iraq, a level of violence which was unknown until the aggression started. If you think that the occupation must end now, there is no need to discuss the acceptability of the methods used at a time when the victims are protecting themselves the best they can. Either you take up arms and fight shoulder to shoulder with the freedom fighters or, as people who see the suffering and deaths only on TV, far from the battlefront of the resistance, at least show some understanding for the fighters.

While some progressives in the West engage in exercises to distinguish between "pure resistance fighters" and "Islamists", they tend to ignore the fact that all fighters risk their lives or offer themselves as martyrs in the effort to expel the occupier.

Of course nobody wanted Margaret Hassan's death! It is clear that nobody wants a group of faithful praying in a mosque gunned down, or some peasants bombed in a marketplace! Everybody knows that not all methods are legitimate acts of resistance. You can safely say that isolated guerrilla attacks are not the best national liberation policy. In spite of these tragedies, the role of those opposed to the horror is not to judge but, primarily, to fight the occupation. The sooner the occupation ends, the sooner the violence will cease.

The current situation does not leave room for anything but a speedy end to the occupation. It is useless to say that chaos will engulf Iraq. Chaos was brought to Iraq at least two years ago by everyone knows who. It has to be admitted that the ongoing disaster is the result of occupation and that the victims have very little leeway.

The history should be kept in mind at all times: thirteen years of United Nations sanctions, continuous attacks, war of aggression and finally occupation, murder, torture, imprisonment, widespread destruction and shock included. Why should people talk now about atrocities, savagery and religious fanaticism, when for 15 years in a row the occupied population has been conscientiously de-humanized?

Observers in the West - who do not experience the Iraqis' suffering ­ are in no position to criticise people who live in the heart of horror. Why do they apply their Western ethic to measure Iraqi people's goodness? Do they not realise that this ethic has been completely useless to protect Iraqis from the aggressors, whom also share with the observers the same ethic, living standards and more?

Iraqi people are better positioned to pass moral judgements about their own actions, because they are the ones living in extreme circumstances. Observers who want to put forward theirs should either share live in Iraq with them or bring security to Iraqis.

Turning to the political realm, it is commonly admitted that the occupiers withdraw when the price - both in human and material terms - paid for the
occupation is higher than the benefit obtained for it. The main aim of the resistance, then, is to eliminate the largest number of occupiers: soldiers, administrators, collaborators - lately civilian contractors - and economically wear out the occupation through sabotages, strikes and no-cooperation. Those who say they oppose the occupation and support the resistance, should share this aim and contribute to its achievement.

It seems there is no human power on earth able to mend the chaos brought to Iraq through discussions on the goodness and policies of the resistance. One can expect that the embedded press, and the others, the analysts, the think tanks and the humanitarian NGOs engage in lively discussions about the violence of the ill-intentioned called suicide attacks, since the discussion favours the occupier. The role of the supporter of the victims is not to join the discussion, but to support the resistance.

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Por una conferencia de apoyo a la resistencia iraquí: Apoyemos a la resistencia iraquí. Preparación del V aniversario de la Intifada. Construyamos el apoyo internacional a la resistencia iraquí

Liz Sperber: Apoyar a la Resistencia Iraquí, dejar de lado la tarea del 'hombre blanco'

Agustín Velloso: La educación en Iraq bajo la ocupación


Dos años de resistencia en Iraq: la violencia de los iraquíes y la ética de los demás

Agustín Velloso*

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 9 de junio de 2005

"Cabe esperar que la prensa empotrada, los analistas, los centros de estudio, los formadores de opinión y las ONGs humanitarias se dediquen a discutir sobre lo que malintencionadamente se llama 'ataques suicidas', las acciones armadas y asuntos relacionados. Esta actividad favorece al ocupante. El papel de los opuestos a la ocupación y la violencia muy superior que ésta genera no es participar en la discusión, sino en la resistencia"

Se han cumplido sobradamente dos años de la ocupación estadounidense de Iraq y otros tantos de la resistencia iraquí contra la ocupación. A la vista del aumento y efectividad de las acciones de ésta y del mal aspecto que ofrece la ocupación estadounidense, una nueva arma ha aparecido recientemente para sustituir a las de "destrucción masiva": la crítica contra la resistencia legítima de los pueblos a la ocupación ilegal de su territorio.

No solamente los que apoyan a los ocupantes de Iraq, los anti-árabes y los sionistas critican a la resistencia iraquí, algo que también alcanza en no pocas ocasiones a la resistencia palestina y de otros lugares. Últimamente surgen críticas también por parte de algunos "progresistas" que se opusieron a la guerra de agresión y la posterior ocupación por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Esta gente condena la violencia de algunos grupos iraquíes porque, dicen, no todas las acciones armadas son actos de resistencia y no todos los ataques son aceptables. Otros añaden que ataques guerrilleros sin coordinación y sin objetivos políticos claros no constituyen una buen política de liberación nacional.

Ninguna de estas posturas es de gran valor para conseguir la liberación de Iraq o el fin del imperialismo. Son sencillamente la expresión de un deseo. Es más, producen fisuras en el movimiento contra la ocupación, debilitan la solidaridad internacional con las víctimas y además respaldan, aunque sea de forma involuntaria, los argumentos de los agresores.

No hay que perder de vista lo fundamental: el enemigo es el agresor, el único responsable del desastre que prevalece en Iraq y del nivel de violencia que era desconocido en el país hasta que empezó la agresión. Si se piensa que la ocupación debe acabar cuanto antes, no hay necesidad de discutir sobre la bondad de los métodos de la resistencia en un momento en que las víctimas de la ocupación se protegen y sobreviven como pueden. O bien se empuña las armas junto a los resistentes, o bien, como observadores a través de la televisión del sufrimiento iraquí, lejos del frente de batalla, se muestra comprensión por la situación.

Algunos en Occidente se entretienen estableciendo diferencias entre los que realizan una "resistencia pura" y los "fanáticos islamistas" y dejan de lado el hecho de que mientras tanto unos y otros arriesgan sus vidas o la ofrecen en martirio en su esfuerzo por expulsar al ocupante.

¡Por supuesto que nadie deseaba la muerte de Margaret Hassan! Es evidente que no se quiere que tiroteen a unos fieles que rezan en la mezquita o que bombardeen a unos peatones en el mercado. Todo el mundo sabe que no todos los métodos son actos de resistencia legítimos. Al mismo tiempo es de sentido común que ataques guerrilleros aislados no son la mejor política de liberación nacional. A pesar de esas desgracias y esta constatación, el papel de los que se oponen al horror no es juzgar sino combatir la ocupación. Cuanto antes acabe ésta, antes cesará la violencia.
La situación actual no deja muchas alternativas excepto el fin inmediato de la ocupación. Es absurdo decir que el caos se adueñará de Iraq. El caos lo originó el agresor y el ocupante hace más de dos años. Hay que admitir que el desastre que tiene lugar es el fruto de la ocupación y que las víctimas apenas tienen margen de maniobra.

Es preciso tener presente en todo momento la historia: trece años de sanciones de Naciones Unidas, ataques armados continuos, guerra de agresión y finalmente ocupación, la cual incluye asesinatos, torturas, encarcelamientos, destrucción masiva, corrupción y abuso generalizados. ¿Qué sentido tiene hablar ahora de atrocidades, salvajismo y fanatismo religioso cuando se ha deshumanizado a conciencia a un país entero durante quince años seguidos?

No resulta razonable que los observadores occidentales ­que no experimentan ni remotamente el sufrimiento de los iraquíes- critiquen a los que viven en el centro del horror. ¿Por qué aplican su ética occidental para juzgar la bondad de los iraquíes? ¿Es que no se dan cuenta de que esta ética ha sido del todo inútil para defenderles de los agresores, quienes comparten con los observadores esa ética, nivel de vida y algunas otras características?

Los propios iraquíes están mejor capacitados para enjuiciar moralmente sus propias acciones, ellos son los que viven en circunstancias extremas, más bien, inhumanas. Los observadores que deseen emitir un juicio moral, han de vivir en Iraq o han de dar la seguridad que ellos disfrutan a los iraquíes.

En el terreno político es comúnmente admitido que el ocupante se retira cuando el precio que paga por la ocupación ­en términos humanos y materiales- es superior al beneficio que obtiene con ella. El fin principal de la resistencia, consecuentemente, es la eliminación del mayor número de ocupantes: soldados, administradores, colaboracionistas ­recientemente contratistas también- y al tiempo el desgaste económico de la maquinaria de ocupación mediante sabotajes, huelgas y no cooperación. Los que dicen apoyar la resistencia y oponerse a la ocupación no pueden sino compartir ese fin y apoyar a la resistencia.

A la vista de la historia y de lo que ocurre ahora, no es razonable esperar que alguien sea capaz de solucionar el caos originado en Iraq mediante discusiones sobre la bondad y las políticas de los grupos de resistencia iraquíes. Cabe esperar que la prensa empotrada, los analistas, los centros de estudio, los formadores de opinión y las ongs humanitarias se dediquen a discutir sobre lo que malintencionadamente se llama "ataques suicidas", las acciones armadas y asuntos relacionados. Esta actividad favorece al ocupante. El papel de los opuestos a la ocupación y la violencia muy superior que ésta genera no es participar en la discusión, sino en la resistencia.