La pregunta
Carlo Frabetti
Imaginemos por un momento que el Gobierno es un ser racional, y que ese hipotético Gobierno Inteligente (GI) desea resolver el problema de ETA. En tal caso, dicho GI podría pensar algo así como:

"Voy a poner fin a la dispersión de los presos políticos vascos, puesto que hay mucho que ganar y poco o nada que perder. La presunta función preventiva y rehabilitadora de la prisión se cumple igual o mejor, y, además, es una medida humanitaria que sólo puede molestar a los resentidos y a los necios que ven en el sufrimiento de los presos una forma de reparación. Si ETA lo toma como un gesto de buena voluntad y modera sus acciones violentas, habremos dado un paso hacia la solución del conflicto. Si no lo hace, algunos de sus simpatizantes menos convencidos reprobarán su cerrazón y se distanciarán de los "radicales", con lo cual, aunque por otro camino, también habremos dado un paso hacia la desaparición de ETA."

Además, ese hipotético GI, en su deseo de resolver el conflicto, adoptaría de buen grado los puntos básicos de la iniciativa para la erradicación de la tortura propuestos por la TAT (Torturaren Aurkako Taldea): no a la incomunicación, aplicación real y efctiva del hábeas corpus, fin de la impunidad para los troturadores...

La tortura, además de ser la más abyecta y repugnante forma de terrorismo, brinda a los "radicales" argumentos muy difíciles de rebatir. A menudo hemos oído decir a las víctimas de los atentados que no pueden perdonar ni olvidar. ¿Por qué habría de sorprendernos que tampoco puedan perdonar ni olvidar las víctimas de la tortura? A las primeras, al menos, les queda el consuelo de que sus agresores son perseguidos por la justicia, mientras que los torturadores casi siempre quedan impunes (o se libran con penas ridículas, lo cual, si cabe, es aún más indignante).

Por lo tanto, deseoso de poner fin a la consabida espiral de odio y violencia, nuestro hipotético GI adoptaría sin pérdida de tiempo todas las medidas necesarias para la erradicación de la tortura. De este modo, no sólo limpiaría su imagen, gravemente deteriorada por los estremecedores informes de la Asociación Contra la Tortura, Amnistía Internacional y otras organizaciones dignas de todo crédito, sino que dejaría a ETA sin uno de sus principales argumentos.

Por otra parte, el GI valoraría de forma muy positiva el hecho de que este tipo de medidas (acercamiento de los presos, erradicación de la tortura) sean las más consecuentes con la moral cristiana. Oficialmente, el Estado español ya no es confesional, pero la mayoría de los gobernantes (y de sus electores) profesan la fe católica, por lo que una política compasiva y conciliatoria parecería la más coherente. Y si además de éticamente correcta es, como acabamos de ver, una política estratégicamente acertada (puesto que, fuera cual fuese su respuesta, ETA perdería nocividad), ¿por qué no aplica el Gobierno unas medidas tan sencillas como las apuntadas?
Ésa es la pregunta. Y sólo hay una respuesta.

http://www.nodo50.org/contraelimperio