Reportero: Jorge Lofredo
Oaxaca > 27/01/2005 “Si no fueran tan temibles/nos darían risa./Si no fueran tan dañinos/nos darían lástima.”Joan Manuel Serrat: Los macarras de la moral
La desinformación que impera en torno a los grupos guerrilleros mexicanos y su intencio-nada vinculación con cárteles del narcotráfico puede explicarse tanto por la desorientación e ineficacia de las corporaciones de seguridad encargadas de la materia o bien por la políti-ca contrainsurgente y antiguerrillera emprendida por el Gobierno federal contra las organi-zaciones que encarnan la insurgencia armada en el México de hoy. Pero más allá aún, con-vertir a los hermanos Cerezo Contreras en subalternos de los capos del narcotráfico vuelve absolutamente irrisorio cualquier argumento que pretende sostenerlo.
—I—
Por ejemplo: “Durante su estancia en el penal La Palma, los
hermanos Cerezo Contreras, presuntos miembros del Ejército Popular
Revolucionario (EPR), tenían gente bajo sus ór-denes y cualquier reo común
hubiera envidiado el poder del que gozaban los presuntos gue-rrilleros, según
narran custodios de dicho centro penitenciario. […] Actualmente, la Procu-raduría
General de la República (PGR) investiga la red que utilizaron 37 internos de
dicha cárcel, que se integró para obedecer las órdenes que enviaba -a través de
los hermanos Ce-rezo Contreras- el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén y con
lo que se buscaba someter al resto de la población penitenciaria, para presionar
a las autoridades.” (La Crónica de Hoy, 19 de enero de 2005.)
Carlos Sirvent, profesor-investigador de la Universidad Nacional Autónoma de
México, señaló en el mismo sentido que “cada día es mayor el poder de los grupos
subversivos rela-cionados con el narcotráfico, y la fuerza del Estado para
combatirlo se percibe con mucha debilidad.” (Diario Monitor, 19 de enero de
2005.) Al respecto: ¿Cuánto han evolucionado los movimientos guerrilleros desde
1996 a la fecha? Si consideran sus últimas actuaciones armadas, 2001 en el DF y
2004 en Morelos, se percibe claramente que los explosivos utili-zados y la
logística empleada no supera a la de los artefactos de poca intensidad
producidos en forma artesanal. ¿Qué poder, entonces, obtuvo la guerrilla en su
presunta alianza con el narco?
—II—
Resulta evidente también que el Estado Mexicano no tiene una
vocación de solución a los conflictos y rezagos que dan sustento a los grupos
armados insurgentes. Más aún: su estra-tegia no se modificó y siguen
ejecutándose estrategias que se fundamentan en el combate a la guerrilla a
través de medios militares, espionaje y violación a los Derechos Humanos. El
Ejército ha sido recurrentemente convocado a realizar labores sociales en
aquellas zonas donde se han presentado movimientos insurgentes desde la época de
Lucio Cabañas, pero las condiciones sociales y políticas poco han variado
mientras que la pobreza y el abandono continúan arreciendo las comunidades que
luego serán indicadas como “bastiones de la guerrilla”.
Quizá el planteamiento que conjuga narcotráfico y guerrilla es la idea fuerza o
excusa para establecer una nueva política contrainsurgente. Y separar a los
hermanos Cerezo Contreras -presos desde agosto del 2001 en La Palma y ahora
separados y trasladados (Héctor a Puente Grande, Jalisco; y Antonio a Matamoros,
Tamaulipas)-, sirva para intentar convocar a su padre (Francisco Cerezo Quiroz
señalado como El Profesor y presunto jefe del EPR) como efectivamente ocurrió
durante el seguimiento en Tláhuac que luego derivó en los aconteci-mientos que
concluyeron con el linchamiento de los policías el pasado 23 de noviembre. Los
Cerezo Contreras resultan, en definitiva, “presos por consigna” y a la vez una
suerte de carnada para llegar hasta El Profesor. (La Jornada, 4 de diciembre de
2004.)
—III—
El narcotráfico representa la mayor amenaza para la seguridad
nacional, señala Javier Iba-rrola, periodista especializado en cuestiones
militares y de seguridad nacional, y continúa: “desde agosto pasado los
servicios de inteligencia del Ejército habían localizado en Urua-pan, Michoacán,
un campamento donde se entrenaba un grupo de 50 personas en tiro y ejercicios de
evasión de reos. […] La XII Región Militar destacó a un batallón de infante-ría,
un regimiento de caballería motorizada y dos helicópteros para rastrear a
quienes esta-ban en dicho campamento, gente vinculada al narcotráfico, ‘no a
grupos armados o subver-sivos’, aclaró el general Vega García.” (La Crisis, 17
de enero de 2005.) Esta distinción no es menor. Siguiendo las afirmaciones de
Ibarrola y los dichos de Vega García, si el narco-tráfico tiene tanto poder y es
la primera amenaza al estado mexicano ¿qué poder puede aportarle la guerrilla? O
invirtiendo la pregunta: ¿Necesita el narcotráfico de la guerrilla?
El estigma de la colombianización de México (considerado como el paradigma de la
íntima vinculación entre el narcotráfico y la guerrilla) se asemeja más a un
argumento utilizado por la Procuraduría General de la República, cuyo mando
recae en el general Rafael Mace-do de la Concha, para imponer a generales del
“ala dura” y de contrainsurgencia al mando de las distintas dependencias de
seguridad del Estado.
Las imágenes transmitidas por los medios televisivos desnudan esta paradoja: en
el primer grupo y junto a los grandes capos del narcotráfico también se
encuentra recluido en el penal de alta seguridad de La Palma Jacobo Silva
Nogales, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente. Cuando a cada
recluso se le obligó a gritar su nombre y pena, la mayoría por “delitos contra
la salud”, indicaban que debía cumplir una condena de cerca de los ocho años. En
cambio, Silva Nogales señaló que está condenado por “rebelión”, y su pena de
cuarenta y nueve años. ¿No es que hoy la amenaza más seria a la seguridad
nacional mexi-cana es el narcotráfico? O bien entonces es como señala la tapa de
Diario Monitor del día 19 de enero: “El narco, Estado de facto” en México.
—IV—
Ante esta situación, Emiliana y Alejandro Cerezo Contreras
hicieron saber a través de una carta pública las razones de esta situación: “Hoy
se les trata de involucrar con el narcotráfi-co y no nos parecería extraño que
hasta pasaran videos donde estén cerca mis hermanos de algún narcotraficante
como una “prueba” de que efectivamente estaban en coordinación, como si no
supieran mis hermanos que en La Palma son siempre vigilados mediante cáma-ras de
video, o jugando básquetbol con otros presos, o ante el Consejo Técnico
Interdisci-plinario o el Director del penal cuando los llamó para que
desistieran de la huelga de ham-bre o que en el comedor durante una huelga de
hambre de los narcos aparezca uno de mis hermanos sin ingerir alimentos como
otra “prueba” de coordinación, cuando todos sabemos que dentro de un penal estar
en contra de la mayoría lo convierte a un preso en un traidor y eso dentro de la
cárcel es riesgoso para la integridad física de los presos políticos y de
con-ciencia, no sólo tienen que cuidarse de un ataque físico ordenado por el
Estado, sino de cualquier otro que venga de algún delincuente, y así por el
estilo pueden pagar a un delin-cuente para que “suelte la sopa”, lo cierto es
que si las autoridades sacaran a la luz pública los expedientes de
comportamiento de los presos políticos se puede demostrar que no son de manera
alguna conflictivos, que no utilizan drogas, o tienen en sus celdas artículos
prohibidos, dentro del expediente de los hermanos Cerezo y Pablo encontraran con
seguri-dad las huelgas de hambre a las cuales entraron junto con, al menos una
ocasión, 87 presos políticos y de conciencia de cárceles en Guerrero, Oaxaca,
Veracruz y otros Estados y la cual demandaba la Amnistía Federal para todos los
presos políticos, o el castigo de una se-mana de aislamiento que se les impuso a
los hermanos Alejandro y Antonio Cerezo Contre-ras por el grave “delito” de
prestarse el periódico La Jornada, pero más allá de eso no existe nada que pueda
ser utilizado como una ”prueba” de coordinación con los narcotraficantes con los
cuales se les trata groseramente de implicar.”
Es indudable, por último, que no existe argumento contundente o investigación
seria que concluya afirmando una alianza entre grupos armados y el narcotráfico,
o entre los Cerezo Contreras y algún capo del narco, según lo quiere presentar
el gobierno federal y las distin-tas corporaciones de seguridad. El argumento
parece enmarcarse en la guerra psicológica llevada a cabo contra la
inconformidad, que también busca involucrarla con la delincuencia, para imponer
una estrategia represiva ante la ingobernabilidad manifiesta de la actual ad-ministración
federal.