Los hermanos Cerezo
( Raúl Trejo Delarbre )

Más de tres años y medio después de haber sido detenido, ayer fue liberado Alejandro Cerezo Contreras. Aunque las acusaciones en su contra resultaban cada vez más nebulosas, hasta este martes estuvo recluido en el penal de alta seguridad de La Palma, en el Estado de México.
Sus hermanos Héctor y Antonio, que junto con él fueron detenidos el 13 agosto de 2001 acusados de haber colocado las bombas de fabricación casera que cinco días antes estallaron en tres sucursales bancarias, siguen en prisión a pesar de que los cargos contra ellos eran los mismos que se le hacían al hoy libre Alejandro Cerezo.
El de los hermanos Cerezo Contreras ha sido un caso jurídicamente incierto. Inculpados inicialmente de terrorismo, ese delito posteriormente fue retirado de la acusación y se les ha mantenido en prisión con cargos por delincuencia organizada y posesión de armas y cartuchos de uso exclusivo del Ejército. La defensa de Alejandro Cerezo argumentó que él no vivía con sus hermanos. Posiblemente esa circunstancia influyó en la decisión del Tribunal Colegiado que el lunes por la tarde otorgó un amparo contra la sentencia de siete años de prisión que estaba cumpliendo ese joven.
Aquel atentado contra tres sucursales de Banamex fue reivindicado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo, un grupo aparentemente escindido del Ejército Popular Revolucionario. Aisladas y fundamentalistas, esas agrupaciones tienen una presencia pública esporádica con acciones que, lejos de servir a la organización o los intereses populares, constituyen actos de provocación.
Condenables aquellos atentados, desde los primeros días también resultó discutible la acción judicial para sancionarlos. Aparentemente el principal motivo para detener a los hermanos Cerezo Contreras fue el hecho que su padre, el profesor Francisco Cerezo Quiroz, que se encuentra en la clandestinidad, ha sido señalado como dirigente del EPR. Acusado de los mismos cargos fue detenido, y permanece en prisión, el vendedor ambulante Pablo Alvarado Flores.
Si los hermanos Cerezo tuvieron o no responsabilidad en aquellos atentados, tenía que ser dirimido por una autoridad judicial. Hasta ahora, el principal de los cargos que se les levantaron quedó desvanecido. Y Alejandro, el menor de ellos, desde ayer está en libertad.
Más allá de los petardos colocados en 2001 a los hermanos Cerezo, no obstante que han estado en prisión, se les ha querido relacionar con notables episodios delictivos. En noviembre pasado, cuando tres agentes de la Policía Federal Preventiva fueron linchados en un pueblo de Tláhuac, inicialmente se dijo que estaban investigando la venta de drogas al menudeo, pero más tarde algunas autoridades informaron que la tarea de esos policías —dos de los cuales fueron asesinados— era la indagación de actividades del EPR en esa zona.
Si las autoridades tienen evidencias de tal presencia delictiva, hasta ahora no han sido públicas. Pero en diciembre el subprocurador de la PGR para Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, declaró al respecto: “Lo único que puedo decir y me consta, es el caso de los Cerezo. Ellos vivieron muchos años en Tláhuac, los hermanos Cerezo justamente estudiaron en la escuela Popol Vuh y eso lo sabemos desde que nosotros trabajamos ese caso”, dijo refiriéndose a las indagaciones que encabezó tres años antes.
Es entendible que en una averiguación policiaca se tomen en cuenta antecedentes muy variados. Pero considerar que hay una red delictiva por el solo hecho de que los hijos de un líder guerrillero estudiaron en una escuela de la localidad parece, por lo menos, insuficiente o exagerado.
Con un argumento similar, el mismo funcionario acaba de informar que una de las evidencias contra Nahum Acosta, el empleado de la Presidencia acusado de colaborar con el narcotráfico, es el hecho de que sus hijas iban a la misma escuela en donde están inscritas las hijas de un conocido líder del tráfico de estupefacientes. A ese paso todos vamos a necesitar constancias de reputación no delictiva de los padres de otros niños cada vez que inscribamos a nuestros hijos en un colegio.
Más recientemente a los hermanos Cerezo se les acusó de asesorar a los jefes del narcotráfico que estaban controlando el penal de La Palma, en donde todos ellos estaban presos. En enero pasado Héctor y Antonio Cerezo, que tienen 26 y 27 años, fueron trasladados a los penales federales de Puente Grande y Matamoros, respectivamente, en donde permanecen. Hasta donde se sabe, la presunta colaboración con narcotraficantes no se ha derivado en imputaciones legales.
Alejandro, que tenía 19 años cuando lo detuvieron y cumplió 23 en noviembre pasado, es estudiante de economía en la Universidad Nacional y de sociología en la UAM Xochimilco. Si su detención fue injusta, como parece sugerir el amparo del que se ha beneficiado, las autoridades que lo acusaron y el juez que lo sentenció inicialmente le estropearon, caprichosamente, varios años de su vida.

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