Miguel Ángel Granados Chapa: Plaza Pública

Jaramillo

 

Si en verdad son jaramillistas quienes pusieron bombas en sucursales bancarias de Cuernavaca, podría tratarse de un resurgimiento de una tradición de insurgencia armada que practicó Rubén Jaramillo, un rebelde asesinado con su familia en 1962, y que luego se practicó en la colonia del mismo nombre. El mensaje dejado por los miembros del Comando Jaramillista Morelense 23 de mayo, al hacer estallar tres cargas explosivas, incluyó una condena al Gobernador Sergio Estrada Cajigal, lo que algunos suspicaces interpretan como una mampara que esconde la intención de producir apoyo ciudadano al Ejecutivo

 

Como el 8 de agosto de 2001 en sucursales bancarias del Distrito Federal, a primera hora del domingo pasado estallaron tres cargas explosivas en establecimientos de esa índole en Cuernavaca (en el municipio conurbado de Jiutepec, centro de una vasta zona industrial). El atentado dominguero produjo severos daños materiales, mayores que los de la Ciudad de México hace tres años, lo que manifiesta una mayor capacidad de fuego. Un cuarto artefacto fue localizado sin estallar en una sucursal más.

Reivindicó el ataque un Comando Jaramillista Morelense 23 de mayo, del que las autoridades no tenían noticia previa. El Gobernador Sergio Estrada Cajigal había asegurado, cuando el año pasado se inició el conflicto municipal en Tlalnepantla, en el oriente de esa entidad, que había guerrilla en la comarca, y que a ello obedecía la actitud cerrada del sector de la población que protestaba contra un Presidente Municipal elegido por medio de voto en urnas, como dispone la ley, y no según tradiciones locales, como había venido haciéndose de mucho tiempo atrás.

En las 48 horas posteriores al ataque no se había producido ningún avance en la investigación iniciada por el Gobierno local y luego por la Procuraduría General de la República. También ocurrió así hace tres años, aunque cinco días después de los estallidos, el 13 de agosto, fueron capturados cinco presuntos responsables, uno de los cuales tuvo que ser liberado meses más tarde ante la rotunda evidencia de la arbitrariedad de su detención. Agentes de la PGR, con la extraña e ilegal asistencia de miembros del Ejército, detuvieron a los hermanos Cerezo, que continúan presos, procesados por terrorismo, a pesar de que un juez los eximió de los actos materiales de que hubiera podido derivarse el efecto de intimidar a la población en que consiste la acción terrorista. A juzgar por informaciones posteriores, aquella celeridad fue posible porque agentes de inteligencia militar investigaban a la familia Cerezo entera, como presunta participante en actividades guerrilleras. Si es verdadera la perplejidad que ahora muestran las autoridades, significaría que el ataque partió de un origen cuyo entorno no ha sido identificado por el Gobierno (que sabe de acciones armadas en varios estados de la República). Podría tratarse de un desprendimiento de grupos en proceso de desaparición, ya por desavenencias interiores o por la captura de algunos de sus dirigentes. No se ha excluido en los círculos políticos de Morelos el que fuera una acción sesgada en provecho del Gobernador Estrada Cajigal, contra cuyo Gobierno protestaron los atacantes del domingo. El Gobernador está sujeto a juicio político por el Congreso local, y perdió un primer lance jurídico en su defensa, cuando un juez federal le negó la suspensión provisional de aquella iniciativa de los legisladores locales.

Podría ocurrir también que los autores del atentado hablen con la verdad y sean efectivamente jaramillistas, lo que implicaría un resurgimiento del activismo armado en Morelos, como el que protagonizó Rubén Jaramillo en los años cincuenta, o como el intento guerrillero de Florencio Medrano, apodado El güero en los setenta.

Jaramillo fue un precoz zapatista que llegó a capitán del Ejército liberador del sur y se mantuvo en la lucha agraria luego del asesinato de Emiliano Zapata y el decaimiento de la fuerza política que fue su causahabiente. Convertido a la acción organizativa, presidió el primer consejo de administración del ingenio de Zacatepec, en 1938 y después fue un promotor del reparto de tierras. Con frecuencia invadía predios otorgados a campesinos pero cuya entrega era estorbada por la ley. De modo que se libraron en su contra órdenes de aprehensión, y para evitar su cumplimiento se remontó a zonas apartadas que logró controlar por acción armada durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines. Su sucesor, Adolfo López Mateos, propició un nuevo trato hacia el dirigente agrario que sin embargo se convirtió en una trampa, en una traición.

El 23 de mayo de 1962 (por eso la fecha que bautiza al comando que hizo estallar los artefactos el domingo), Jaramillo fue sacado de su casa, donde trabajaba pacíficamente serruchando una tabla, junto con su esposa Epifania Zúñiga (que estaba embarazada) y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, por personas vestidas de civil pero que llegaron a bordo de vehículos militares y mandadas por un capitán, José Martínez. Jaramillo y su familia fueron conducidos a las proximidades de la zona arqueológica de Xochicalco, donde se les mató de frente y se les asestó el tiro de gracia. Nunca se produjo una investigación ni se procesó a nadie por la muerte de seis personas (pues el vientre preñado de Epifania Zúñiga fue especialmente baleado).

Años más tarde, un activista guerrerense revivió los modos de actuar de Jaramillo en la propia Cuernavaca. El güero Medrano encabezó en abril de 1973 la invasión al predio Villa de las Flores, que estaba en manos de un hijo del Gobernador Felipe Rivera Crespo después de sucesivos litigios. En el vasto predio de 64 hectáreas, originalmente expropiado al ejido de Acatlipa, se asentaron mil 500 miembros de la Asociación Nacional Obrero, Campesina y Popular, la agrupación maoísta que Medrano había formado. La colonia resultante se llamó precisamente Rubén Jaramillo. Después de muchos lances de resistencia a la autoridad, Medrano se retiró a zonas boscosas donde inició actividades guerrilleras que se diluyeron. Hay quienes suponen que El güero vive.

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