Tendencias mundiales y ciclo local
por Eduardo Lucita
Marzo 2007


En esos trabajos subyace la idea que en determinadas circunstancias históricas se estrecha la vinculación de las tendencias de larga duración de la economía mundial con los ciclos cortos de la economía local.

Considero importante recuperar la tradición de analizar la coyuntura en el marco de las tendencias de larga duración de la economía mundial. Tradición que para algunos, prisioneros de un coyunturalismo extremo, parece haberse perdido.

Obviamente no se trata se reducir todo a la economía. Como sabemos esta es decisiva para el curso de los acontecimientos pero sólo en última instancia. En los ciclos influyen múltiples factores político-sociales, aunque hay momentos en que la economía puede tener mayor preponderancia. En mi opinión estamos frente a uno de esos momentos, y esto tiene implicancias políticas de importancia.

Los ciclos cortos reorientan recursos, fortalecen ciertos sectores en detrimento de otros y, con insuficiencias y deformaciones, orientan el largo plazo. Por lo que una perspectiva de mayor alcance requiere tener en cuenta las interrelaciones así como las potencialidades y limitaciones que se van gestando en los ciclos cortos.

En el período que atravesamos la economía mundial muestra un crecimiento continuado que abarca prácticamente a todos los países del planeta. Este crecimiento no es homogéneo: en los países centrales es débil, con tasas bajas -EEUU lo hace al 3% y los países de la OCDE al 2.7%- en tanto que es notablemente mayor en los países atrasados o en desarrollo -particularmente China, al 9.4%, y el sudeste asiático e India que van tomando una importancia creciente. Así el promedio de crecimiento de la economía mundial, 5%, es superior a la tasa de crecimiento media de los países avanzados.

Conviene recordar aquí que cada economía nacional constituye un parte de la mundial, pero ésta no es solo la sumatoria de aquellas. En cierta forma hay un funcionamiento propio de la economía mundial. Las economías nacionales, sus ramas y estructuras productivas, se adaptan y se integran a esa dinámica según las políticas de sus Estados y sus clases dominantes, claro que mediadas por las acciones de los trabajadores y el conjunto de las clases subalternas.

En este contexto y a los efectos de este Taller es útil registrar que la economía argentina comenzó su recuperación -luego de cinco años de caída del PBI (-19%) y de la tasa de inversión (-60%)- en el segundo trimestre del 2002, en tanto que los países de la OCDE lo hacían desde el 2001 y la economía de los EEUU, que explica el 60% del crecimiento de la mundial, lo hizo desde el segundo trimestre del 2003.

Esto es, la recuperación de la economía local no sólo está en amplia sintonía con la economía mundial, sino que como pocas veces en su historia puede decirse que se adelantó y estaba ya mejor preparada para recibir el impulso de la recuperación generalizada, luego de la leves recesiones mundiales de l990/91 y 2001.

Esta vinculación es mucho más estrecha en la actualidad. Tal como en el período anterior a la crisis de los años ’30 del siglo pasado, la economía mundial está atravesando un período de alto nivel de integración, y la economía argentina (también la latinoamericana) favorecida por la inversión de los términos del intercambio, la macro devaluación y el crecimiento de la productividad, ha logrado un mayor grado de inserción.

Esto se pone en evidencia cuando observamos la evolución del grado de apertura de la economía, medido como el promedio de exportaciones más importaciones sobre el PBI. En las primeras décadas del siglo pasado este coeficiente oscilaba entre el 20 y el 30% del PBI, a partir de la década del ’20 comienza un rápido descenso que tienen su pico en 1955 con el 5%, hasta los ’90 oscila en torno al 10% y desde 1995 inicia una fuerte recuperación siendo en la actualidad del orden del 18%.

¿En las condiciones actuales qué de sustentable es esta inserción?
Un contexto favorable

Esta fuerte integración a la dinámica de la economía mundial se da en un contexto que llamamos de agotamiento del neoliberalismo. Agotamiento que nos es producto de su fracaso sino de su éxito.

Exito para el capital, porque logró la mayor parte de los objetivos que se propuso, especialmente recompuso la tasa de ganancia; logró expandir los mercados y ampliar los intercambios y, sobre todo, estableció una relación de fuerzas duradera en favor del capital y en detrimento de los trabajadores y las clases subalternas. Y sus efectos son duraderos.

Así varios de los presupuestos del Consenso de Washington -sostenimiento de los equilibrios macroeconómicos, control monetario, bajas tasas de inflación, superavits primarios, nivel de reservas- forman parte de una suerte de “sentido común” que han asumido los gobiernos de la región.

En nuestro país es claro además que se mantienen las privatizaciones; que el Estado no tiene capacidad regulatoria ni de control; que continúa la depredación de los recursos naturales, con su impacto ambiental, ruptura de la biodiversidad, contaminación de cursos de agua…

Sin embargo agotamiento. Porque no muestra ya la potencia arrolladora de los ’90, porque ha perdido su potencialidad para continuar impulsando reformas regresivas. Esto ha ido acompañado -tal vez expresión de ese agotamiento- por la pérdida de hegemonía del capital financiero y la recuperación del capital productivo.

La disminución de la tasa de interés internacional hizo caer la punción que el capital financiero hacía de las ganancias empresarias, en consecuencia las condiciones para la producción de mercancías y la realización de la ganancia vuelven a tener un papel predominante en la evolución del ciclo en detrimento de los movimientos financieros y monetarios. Y la relación capital/trabajo adquiere mayor significación que en el período pasado.

Estas tendencias están presentes en la mayoría de los países de la América Latina. Sin embargo no debe perderse de vista que la interrelación entre el capital productivo y el financiero es tradicionalmente mayor en la región que en los países centrales.

Las innovaciones tecnológicas, los incrementos de productividad y la presión demandante de la economía China han provocado la inversión de los términos del intercambio. Atravesamos una coyuntura de sobreproducción de productos industriales, particularmente de maquinarias y equipos de tecnologías medias y altas y una escasez relativa de materias primas y productos energéticos.

Esto implica cambios en la estructura de los precios relativos -baja de manufacturas y alza de materias primas- y por lo tanto en el intercambio internacional. De mantenerse esta tendencia significará un cambio estructural que favorecerá a los países atrasados, pero al mismo tiempo potenciará las tendencias primarizadoras de nuestras economías y la continuidad del saqueo de recursos naturales y degradación del eco-sistema.

El alto consumo doméstico en los EEUU ha concluido en la formación de los déficits gemelos y en un inédito nivel de endeudamiento. Casi nadie duda de que habrá una recesión, pero nadie puede decir cuándo y de que envergadura. De cómo se resuelva depende el curso tanto de la economía mundial como de la de nuestros países.

Pero es necesario tener en cuenta que China y el sudeste asiático juegan un papel decisivo en el equilibrio de la situación mundial. Incluso algunos indicadores permiten pensar que el desemboque en EEUU será una recesión administrada, un “aterrizaje suave o relativamente suave” que postergará, una vez más, el gran ajuste, y la China y el sudeste asiático no se verían mayormente afectados.

¿Hasta qué punto la demanda de China tiene que ver más con las tendencias de largo plazo de la economía mundial que con los movimientos coyunturales? ¿Y por lo tanto cuál será el impacto real de la anunciada recesión sobre nuestras economías?

Recuperación cíclica y tasa de crecimiento

La economía argentina atraviesa un ciclo expansivo sostenido. Luego de 17 trimestres consecutivos el PBI muestra un alza del 44.7% respecto del punto más bajo de la crisis -1er. trimestre 2002- y del 14.9% sobre 1998. Esto significa que se ha salido ya de la fase de recuperación cíclica y se encuentra en una de crecimiento.

Al ingresar en su quinto año consecutivo y con un horizonte no menor a uno o dos años más de crecimiento del PBI, a tasas como mínimo del 6%, la economía está pronta a redondear un ciclo inédito. Hay que remontarse a los principios del siglo pasado, para encontrar cuatro años, 1903/1906, con tasas promedio del 10%, o al período 1964/1974 con un promedio del 6%.

Esa década forma parte de la llamada “era dorada” del capital, ese ciclo de larga duración -1945/1975-, único e irrepetible, iniciado en la segunda post-guerra. En Argentina el impulso inicial de aquel ciclo se dio bajo el primer peronismo, se profundizó la intervención estatal, la regulación y reorientación de la economía, que en rigor ya venía de años anteriores, y sobre todo se promovió una profunda redistribución de ingresos.

El período clave duró solo tres años -1946/48-, sin embargo modeló, interrelacionado con la economía mundial, un largo período histórico.

No es intención establecer paralelismos, pero sí señalar que lo que importa no son sólo las altas tasas de crecimiento en la fase de recuperación cíclica, que normalmente suelen compensar las pérdidas anteriores, sino lo que deja esta fase como tendencia hacia adelante.

En este sentido no deja de ser sintomático que por estos días sectores empresariales, grupos de presión, núcleos de intelectuales críticos, comiencen a pronunciarse sobre la ausencia de planes y programas de mediano y largo plazo para orientar la economía.

Conviene recordar aquí que las diferentes fases de los ciclos por lo general no se inician por decisiones pensadas, sino que es la interrelación de acontecimientos, de fuerzas complejas que empujan las mismas y recién después se toman iniciativas desde el Estado. Por ejemplo en la Argentina el periodo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) dio comienzo en forma vacilante, como continuidad de tendencias anteriores a raíz de la gran crisis y la Guerra Mundial, recién luego de unos años tomó un carácter deliberado e intencional(5). Recientemente la ministra Micelli ha anunciado que están trabajando en un plan productivo nacional a diez años.

¿Superada la fase de recuperación cíclica, estaremos en los inicios de una nueva etapa de acumulación y reproducción de capitales?

Tasa de ganancia y formación de capital

Como sabemos la tasa de ganancia es un dato decisivo para mirar más allá de la coyuntura. Y es necesario registrar que como salida de la crisis hubo una fuerte recomposición del beneficio empresario.

La tasa de interés y el salario han sido dos componentes centrales de esta recomposición. La primera resultó prácticamente nula, especialmente en los primeros años de este ciclo, porque las empresas financiaron mayoritariamente sus necesidades de capital operativo con fondos propios. En la actualidad el uso del crédito es solo del orden del 10% del PBI cuando en 1998 lo era del 28%.

El cuanto al salario fue pulverizado por la macro-devaluación del 2002 y su recuperación es muy lenta, lo que conjuntamente con el deterioro sistemático de las condiciones laborales, determina fuertes incremento de la productividad.

La otra variable decisiva para la evolución del ciclo es la tasa de inversión. En la fase descendente cae más rápida y más profundamente que el PBI, en tanto que en la de ascenso se recupera más lentamente, la IBIF necesita un tiempo de maduración, en el que cuentan tanto consideraciones económicas como políticas.

Al cierre del 2006 la IBIF se ha recuperado y estaría un 20% sobre 1998, sin embargo si se desagrega se verifica que está fuertemente impulsada por la construcción -especialmente residencial, la pública si bien está creciendo es solo un 3% del PBI -que sin embargo es casi el doble del registro de 1998- y por la telefonía celular y los equipos de aire acondicionado.

La inversión en Maquinaria y Equipos central para la ampliación de la capacidad productiva y la actualización tecnológica estaba en el 2005 un 10% debajo de 1998, sin embargo datos incompletos hablan de que se habría acelerado en el 2006 y podría finalizar equiparando al año base.

Bloque de poder y alianza de clases

El ascenso de capital productivo en detrimento del financiero, la recuperación del sector industrial en la composición del PBI y de las exportaciones, así como el retroceso de los servicios (finanzas) se reflejan en los cambios en el bloque de poder.

Estos cambios no implican nuevas fracciones incorporadas al bloque. Por el contrario las fracciones del capital que lo componen son las mismas que se consolidaron en los ’90, entre otras razones porque no hay otras fracciones que podrían integrarse. La llamada burguesía, nacional o mercado internista no tiene ya existencia real, en el sentido que no tiene capacidad para disputar la apropiación del excedente y la orientación de la acumulación capitalista.

Lo que sí ha cambiado es el peso relativo de las fracciones al interior del bloque. El comando ya no está constituido por el capital financiero transnacional y las empresas de servicios públicos privatizados, sino por el capital productivo: esencialmente la burguesía agraria (en algunas fracciones muy vinculada con sectores financieros), y la industrial más concentrada.

En este mismo sentido no deja de ser emblemático el recambio en la dirección de la Unión Industrial Argentina (UIA) que ha consolidado el perfil “nacional” de la conducción, en la que los grandes grupos de capital local tienen una fuerte presencia.

Claro está que esta nueva hegemonía no puede prescindir de fracciones del capital financiero y de servicios. Por otra parte continuamente ocurren desnacionalizaciones de empresas, cuya producción por lo general se orienta al mercado mundial, y reapropiación de empresas por parte de capitales nacionales, por lo que general orientadas al mercado interno.

La continuidad y coherencia de este bloque, más allá de disputas por el excedente, es un elemento político -que se trasvasa al Estado y al gobierno de turno- también decisivo al momento de impulsar un nuevo modo de acumulación.

¿El bloque dominante actual está ya prefigurando la alianza de clases que requiere toda etapa de acumulación como sustento social y orientación política, o es un proceso que aun requiere tiempo?

La coyuntura inmediata

Los equilibrios macroeconómicos alcanzados (superávit fiscal y comercial, alto nivel de reservas, control monetario) y la baja presión de los pagos de la deuda (resultado del canje más desendeudamiento) hacen a la economía nacional menos vulnerable a los coletazos de una eventual crisis financiera internacional.

La expansión continuada de la frontera agropecuaria y la mayor utilización de la capacidad instalada en la industria están en la base del nivel de actividad económica alcanzado.

En la salida de la crisis la recuperación fue sostenida por las exportaciones de origen agropecuario complementada luego por productos industrializados, sin embargo de bajo valor agregado. En la actualidad el nuevo impulso está sostenido por el consumo interno que muestra un fuerte dinamismo, está un 35% sobre el 2002 y 10% sobre 1998.

El crecimiento de la tasa de empleo (42%), la baja en las tasas de desocupación (12,5%) y subocupación (11%); la elevación de los salarios, que en promedio aún se mantienen (7.9%) por debajo del nivel pre-crisis, aunque con una gran dispersión según se trate de trabajadores del sector privado en blanco (+32%), estatales (-46%) o no registrados (-33%); y los menores niveles de pobreza combinados con la fuerte concentración de la riqueza, son los impulsores de este consumo, que esta fuertemente estratificado.

No obstante estas tendencias la economía nacional muestra limitaciones coyunturales y desequilibrios estructurales que condicionan el modelo de acumulación en gestación:

Tanto la actividad agropecuaria como la industrial han elevado su productividad, sin embargo esta no alcanza los niveles internacionales, por lo que dependen de un tipo de cambio competitivo que es central en el actual modelo de acumulación, sin embargo su sostenimiento alimenta presiones inflacionarias y contiene riesgos de recaer en déficits cuasi-fiscales a corto plazo.

La política antiinflacionaria se sostiene en acuerdos temporarios de precios de los productos de consumo popular y en el otorgamiento de subsidios para controlar tarifas, pero plantea el problema de la salida de este coyunturalismo. Por otro lado no hay desde el Estado una política clara para disociar los precios internos de los mercados mundiales, ni tampoco políticas para controlar los costos de las 200 empresas formadoras de precios.

El superávit comercial muestra tendencias a la baja, en tanto que la matriz insumo/ producto contiene un 38% de componente importado. Las ramas automotriz y textil están en el corazón de la actual recuperación industrial, sin embargo ambas tienen un balance de divisas negativo. Así la industria sigue sin poder resolver su insuficiencia estructural para hacerse de las divisas que requiere su desarrollo.

El extraordinario superávit fiscal se sostiene por los ingresos en las retenciones y en los llamados impuestos “distorsivos”, sin embargo lo decisivo es el control de gastos, especialmente en jubilaciones y salarios públicos, que explicarían más del 40% del superávit primario.

La carga de intereses de la deuda se ha reducido significativamente, es solo del 1.8% del PBI, en tanto que el superávit primario presupuestado, no el real que es muy superior, es de 3.2%. Significa que los compromisos de la deuda son perfectamente pagables y bajas las necesidades de financiamiento en el corto plazo, sin embargo el costo del canje comienza a hacerse sentir. Tanto el valor de los cupones ligados al crecimiento como los bonos en pesos ajustables por CER tienden a crecer significativamente y abren dudas acerca de lo sustentable de la deuda en el mediano o largo plazo.

La oferta energética no acompaña el ciclo expansivo, en los picos de consumo se ha debido importar combustible de Venezuela y energía eléctrica de Brasil y Uruguay. Las reservas de petróleo están en baja y las de gas estancadas. Se prosigue con la irracional política de exportar hidrocarburos, en rigor se exportan reservas escasas, mientras que no hay inversiones en exploración, ni en el sistema de transporte y distribución de la energía.

Las soluciones en curso tienden sólo a postergar la crisis e incrementan el costo de funcionamiento del sistema energético, y no parecieran estar integradas en un plan de desarrollo en un área clave para el sostenimiento de la evolución económica.

La IBIF se incrementó en el último año por sobre las tasas de crecimiento del PBI y del consumo, sin embargo sigue siendo el desequilibrio estructural más limitante a futuro. Está creciendo, a fines del 2006 será cercana al 22% del PBI, pero no lo hace en la magnitud ni con la orientación necesaria para la ampliación de la capacidad instalada industrial y la actualización tecnológica. Los capitales productivos internacionales fluyen masivamente a China y el sudeste asiático, mientras que América latina recibe muy poco, que va esencialmente a Brasil y México.

La leve mejora en los indicadores sociales no puede ocultar que casi 3 mill. de trabajadores tienen serios problemas para conseguir empleo; que el trabajo en negro alcanza a 4.2 mill. de personas; que la precarización y el despotismo patronal se enseñorean en el mercado de trabajo. Que la pobreza alcanza a 10 mill de personas y la indigencia a 3,8 mill.

Se ha generado un nuevo piso de desocupación, precarización e informalidad laboral.

El modelo en curso es fuertemente concentrador de la riqueza y cristalizador de las desigualdades sociales. La distribución del ingreso muestra que el capital se apropia del 47.4%, una participación más elevada que en los ’90; los asalariados un 38.6% y los cuentapropistas un 14%. Mientras que la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 35 veces. Esto constituye un límitación a la expansión del consumo masivo, y por lo tanto a todo eventual proyecto de industrialización ampliada.

El contexto político de la región

Después de casi un cuarto de siglo la región no cuenta con un nuevo modelo de acumulación y desarrollo capaz de dar respuesta a las necesidades crecientes de su población, por el contrario está inmersa en medio de una catástrofe social sin precedentes. América latina está nuevamente en transición, en busca de un nuevo horizonte, luego de la ofensiva neoliberal.

La presencia de nuevos gobiernos, el rechazo al ALCA, el fracaso de la Cumbre de Presidentes en Mar del Plata; así como la reciente reunión ampliada del MERCOSUR, la propuesta del ALBA, han abierto un nuevo cuadro de situación en la región. Cuadro que se inscribe en el ciclo de conflictos sociales, crisis políticas y transiciones que recorre los países al sur del Río Bravo.

La emergencia de la república bolivariana de Venezuela y su creciente liderazgo político hace que Cuba ya no esté en soledad. Grandes movilizaciones sociales en Bolivia impusieron un triunfo democrático popular de proporciones. Los intereses de etnia, clase y nación encuentran expresión política en este triunfo de proyecciones, que repercute en Perú y también en Ecuador.

La nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, la anulación de los contratos de concesiones y su mutación por locación de obras, la renegociación del precio de sus exportaciones, es una muestra de las posibilidades que hay en la región de revertir políticas privatizadoras y recuperar para el Estado cierta capacidad de decisión sobre los recursos estratégicos.

El debate ahora pasa por el destino a dar a esa renta estatal. O se la orienta a financiar la reforma agraria, a apoyar la agricultura local, a elevar los salarios, a obras de infraestructura y servicios sociales, o se la orienta para financiar el negocio de las grandes corporaciones, manteniendo las desigualdades históricas. Este debate sobre la recuperación de la renta petrolera y su utilización ha superado las fronteras bolivianas y forma parte ya de la agenda en numerosos países latinoamericanos.

En los últimos días la República Bolivariana de Venezuela ha profundizado su proceso revolucionario, cambios en el equipo gobernante, definiciones a favor del socialismo y nacionalizaciones estratégicas para un proceso autónomo, con lo que ha dado un nuevo impulso al curso actual.

Es en este marco que los gobiernos y parte de las burguesías locales de los países del Cono Sur buscan replantear sus iniciativas político-económicas y sus posicionamientos frente al imperio. La actual integración subordinada la hace más vulnerable y dependiente de los movimientos del mercado mundial pero al mismo tiempo pareciera que en la coyuntura inmediata hay, en Argentina y en varios países de la América latina, espacio para la acumulación nacional.

Más aún, el fracaso de la Ronda de Doha y el estancamiento de la OMC refuerzan las tendencias a la integración de los bloques regionales. El reciente ingreso de Venezuela pareciera dar nueva vitalidad a la integración de la región. La decisión de ampliar la capacidad de comerciar con Cuba no solo es abrir una grieta en 40 años de bloqueo, sino también un síntoma de recuperación de un mínimo grado de autonomía nacional. Sin embargo se abren también grandes interrogantes.

Venezuela ejerce un liderazgo político innegable, su propuesta Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) es claramente diferenciadora, y está dispuesta a jugar un rol central en la cuestión energética y financiera para la región. Su influencia en los países andinos es creciente, el Tratado de Comercio entre los Pueblos (TCP) firmado con Cuba y Bolivia, es prueba de ello y seguramente se incrementará en el futuro inmediato.

¿Pero el ámbito del MERCOSUR amplificará esta influencia o la neutralizará? ¿Ayudará a la profundización del proceso político-social o lo orientará hacia el consenso pasivo que caracteriza a los otros países? ¿El Banco del Sur financiará proyectos de desarrollo, abriendo un espacio para achicar las desigualdades sociales o será funcional al pago de las deudas externas de nuestros países y por lo tanto a reiterar el estrangulamiento periódico de la reproducción en la región? ¿El ALBA es compatible con el MERCOSUR?

El agotamiento del neoliberalismo no significa automáticamente la existencia de un programa alternativo. Por el contrario la transferencia neta de recursos al exterior se ha acentuado y esta es históricamente la base del estrangulamiento de su crecimiento. Sin embargo la existencia de amplias reservas de recursos naturales más la experiencia y el saldo industrializador del período anterior potencian la capacidad de autonomía de la región, más aún cuando EEUU tiene abierto numerosos frentes y el Gobierno Bush, que aparece cada día más aislado, no pareciera en lo inmediato tener políticas para los países del Cono sur.

¿Cuánto tiempo durará esta incertidumbre acerca del rumbo de la economía latinoamericana? No es sencillo precisarlo, como tampoco se puede sostener el diagnóstico del agotamiento de las posibilidades de mejoras generales.

Es claro que no hay regreso al pasado, pero no se pueden descartar proyectos de corte reformista o neoreformista, salvo que, como dice Daniel Bensäid, confundamos tendencias históricas con fenómenos coyunturales.

Es este contexto -mundial, regional, local- en el que se combinan “logros” neoliberales, que han llegado para quedarse, con modificaciones, cambios e intentos de transformación -en el que debe ubicarse el curso de la economía argentina- que le presenta nuevos e inéditos desafíos a la izquierda anticapitalista latinoamericana.

Cómo pararse frente a estos gobiernos y qué políticas impulsar para cambiar la relación de fuerzas sociales y abrir paso así a transformaciones radicales, profundas, en una perspectiva socialista.

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Notas:
1) Elaborados en paralelo en el último trimestre del 2005 y publicados en el Anuario EDI nº 2, Buenos Aires abril 2006 y en Inprecor nº 515/516, París, marzo/abril 2006.
2) Red de Economía Mundial. Seminario REDEM 2006 “¿Hacia donde va el sistema mundial? Impactos y alternativas para América Latina y el Caribe. Buenos Aires 4 al 7 de Septiembre 2006.
3) Sánchez Daza, Germán: “Las estructuras productivas latinoamericana y mundial” borrador de discusión para Seminario REDEM.
4) Ferreres, O. compilador “Dos siglos de economía argentina - 1810-2004), Edit. Norte/Sur Buenos Aires 2006
5) “Economía argentina: 60 años en la montaña rusa” Suplemento Económico de Clarín del 7.8.2006 y Di Tella G y Zymelman M, “Los ciclos económicos argentinos” Edit. Paidos, Buenos Aires 1983.
Textos consultados:
Informes del Ministerio de Economía, Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) y del Taller de Estudios Laborales (TEL).
Diarios Clarín, Nación y Página 12.
Caputo Leiva, Orlando: “La economía mundial y América Latina a inicios del siglo XXI. Santiago de Chile 2006.
Caputo Leiva, Orlando: “La globalización y el estrangulamiento de la reproducción económica en AL.” en ARGENPRESS.info del 14.01.06
Di Tella, G. y Zymelman, M : “Los ciclos económicos argentinos”. Edit.
Paidós, Buenos Aires 1973.
Mandel, Ernest: “Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista”. Siglo XXI de España, 1986
Mandel, Ernest: “El capitalismo tardío”. Ediciones ERA, México 1979.
Massa, Gabriel: “Economía: estancamiento global” en Marxismo Vivo nº 14, San Pablo 2006
Rapoport, Mario: “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000)”. Edic. Macchi, Buenos Aires 2000.
Ferreres, Orlando: “Dos siglos de economía argentina.- 1810-2004”. Editorial Norte-Sur, Buenos Aires 2006.