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Editorial Junio 2011

Un modesto vuelapluma sin pretensiones de síntesis cerrada en este breve editorial de los extraordinarios acontecimientos políticos y sociales que se han producido en el último medio año, tanto en al ámbito internacional como en el Estado español. Quizás, si fuera preciso representar en una imagen el devenir vertiginoso de estos meses, podría ser una pequeña grieta o hendidura que surge de forma inesperada en la superficie de un muro con cimientos en apariencia sólidos, y que progresivamente va generando fisuras cada vez más profundas hasta provocar la fractura y desmoronamiento del mismo.

La primera incisión fue en apariencia el suicidio del joven tunecino Mohamed Bouazizi, que el 17 de diciembre de 2010 se quemó a lo bonzo frente al ayuntamiento de la ciudad de Sidi Bouzid, para protestar por la actitud de la policía que - al confiscarle su puesto callejero de venta de frutas- le privó de su medio de vida. Y esta acción individual y desesperada fue el detonante de una serie continuada de protestas populares que resistieron la represión y culminaron con la huída del país del dictador Ben Alí y el derrocamiento posterior del gobierno títere de transición.

Parecería que era absolutamente imprevisible este estallido y las inesperadas consecuencias, como igualmente inesperado fue el contagio de la misma a otros países árabes. Y en modo fogoso, las grietas traspasaron fronteras y encontraron ecos en los muros de Yemen, Argelia, Marruecos, Libia, Jordania, Bahrein, Siria o Egipto. Sobre todo Egipto, donde la plaza Tahrir rápidamente se configuró como el epicentro simbólico de una rebelión popular que logró derrocar a otro de los más sanguinarios y corruptos títeres de las potencias occidentales en la región. Una rebelión asistida por las redes sociales de comunicación, pero cuyo triunfo se ha basado en la lucha y -conviene no olvidarlo- en la sangre de las más de 800 personas asesinadas por el régimen de Mubarak en la represión desatada en esas inolvidables jornadas.

La notable perplejidad suscitada por estas revueltas en el mundo occidental probablemente tenga su raíz en el enfoque estereotipado que los medios de comunicación han configurado durante décadas sobre los pueblos árabes. Una visión monolítica de súbditos empobrecidos, eternamente resignados a la miseria, violencia y corrupción de sus gobernantes, y cuyas únicas válvulas de escape parecían ser la emigración o el fundamentalismo. Una perspectiva, como han señalado arabistas como Luz Gómez García, que ocultaba un profundo desconocimiento de sociedades que -lejos de toda homogeneización- venían desarrollando dinámicas soterradas de cambio protagonizadas por jóvenes y, de forma particular, por mujeres.

Por otro lado, no puede dejar de denunciarse la actitud adoptada por las principales potencias occidentales, que -más allá de las consabidas proclamas retóricas a favor de la democracia- no han dudado en impulsar la intervención armada en Libia. Una intervención sin otra justificación que la de preservar el control sobre las reservas de crudo, pero que al mismo tiempo ha vuelto a poner de manifiesto las contradicciones de un sector de la izquierda, que ha combinado la necesaria condena de los ataques de la OTAN con la impresentable defensa un dictador corrupto y sanguinario como Gadafi.

También puede calificarse de inesperada la cadena de acontecimientos generada por el terremoto registrado en Japón en el mes de marzo. Y ello no por ser poco habitual este tipo de sucesos en el país nipón pero lo que fue inesperado en esta ocasión que el terremoto y el tsunami posterior provocaran serios incidentes en la central nuclear de Fukushima, cuyas consecuencias sobre la salud de la población y el medio ambiente, distan mucho de poder ser valoradas en toda su magnitud. Inesperado, fundamentalmente para el conglomerado de intereses de la industria nuclear -incluyendo las grandes empresas constructoras- que ha visto desmoronarse su estrategia continuada de fomento del discurso “verde” sobre la energía nuclear. Hasta tal punto, que en los días posteriores al accidente resultaba patético escuchar a los publicistas de la industria tratando de acaparar desesperadamente los espacios de los medios de comunicación para proclamar que no era “objetivo” (sic) ni “justo” (doble sic) ¡plantear en estos momentos el debate sobre la seguridad de la energía nuclear!

Y finalmente, centrando la atención en el Estado español, qué decir de la grieta abierta en los muros del conformismo con las acciones impulsadas por el movimiento de Jóvenes sin futuro, y que ha posteriormente han tenido su continuidad en el Movimiento 15 M. Un fenómeno que constituye un potente emergente social en la medida en que, por primera vez en años, la política ha abandonado sus tradicionales límites -materia reservada a “expertos”, profesionales o militantes- y se ha expandido rápidamente por todos los intersticios del espacio social, cuestionando axiomas asumidos -desde el tópico de la juventud consumista y aborregada, al uso de las plazas públicas o el sacrosanto respeto a la jornada de reflexión electoral- que casi nadie osaba poner en duda.

Aún cuando sea demasiado pronto realizar un análisis en profundidad de las múltiples dimensiones de este proceso, que por lo demás en el momento de redacción de este editorial sigue abierto, es posible apuntar algunas reflexiones o ideas tentativas sobre distintos perfiles del mismo: el rechazo al concepto clásico de representación política; la extensión rápida y natural de la autogestión y la autoorganización en los distintos campamentos; la reivindicación de la asamblea y el consenso -con todos sus inconvenientes y procesos de aprendizaje- como método para la toma de decisión (frente al “centralismo democrático” tan caro a las organizaciones políticas y sindicales); la ruptura de las barreras generacionales entre militantes; la rotura, no menos importante, de las barreras hasta ahora infranqueables entre militantes y no militantes; la revitalización de las dinámicas grupales y asamblearias en los barrios; las movilizaciones masivas -como las del 15M y el 19J- sin ningún tipo de apoyo mediático y con una participación muy superior a la registrada por aquellas convocadas por la izquierda institucional (política y sindical); la irrupción en el espacio mediático, logrando cambiar la agenda del debate público en pleno escenario de confrontación electoral; el desarrollo de acciones especialmente simbólicas, como el freno a los desahucios…

Asimismo es posible constatar algunos elementos negativos, desde la represión policial en Barcelona a la criminalización de los medios de comunicación. O, en otro orden, el comportamiento de algunas organizaciones de la izquierda, tanto de la tradicional como la alternativa, tratando bien de capitalizar este movimiento -actitud notoria en algunas asambleas de barrio- bien negándole cualquier relevancia, o incluso mostrando un abierto rechazo.

En este escenario, queremos comenzar este número de Codo a Codo recordando a un entrañable compañero cuya muerte nos ha entristecido profundamente, pero cuyo espíritu hemos recordado en la rebeldía festiva que ha estallado todos estos días y que sin duda habría transitado con enorme alegría: Ramón Fernández Durán, ecologista, urbanista, economista crítico, pensador tremendamente sugerente por cuanto sus reflexiones nos animaba a cuestionar tantas verdades sagradas, que nunca dejó de ser un militante de base, siempre dispuesto a echar una mano en las tareas más necesarias y humildes de cada movilización, de cada evento; y noble militante de la vida, con su sonrisa, con su ternura, con esa extraordinaria capacidad para integrar el disenso y generar cariño, compañerismo y respeto.

Sumándonos a los numerosos homenajes que se le brindaron en los últimos meses, recogemos en primer lugar uno de los últimos textos que escribió Ramón, que como todos los suyos constituye una llamada de atención fundamentada, crítica y rigurosa a los riesgos a los que el “capitalismo desatado” dominante está abocando a todas las especies vivas incluyendo la nuestra.. Textos de Miren Etxezarreta y Luis González Reyes realizan una semblanza sentida a su vida y obra.

En este número recogemos dos textos centrados en la realidad argentina. Luis Mattini aborda de forma crítica el protagonismo alcanzado por determinados organismos de derechos humanos en la etapa del kirchnerismo, que a su juicio ha desvirtuado lo que deberían ser los objetivos de un proyecto radical y libertario de emancipación política y social.

La polémica generada a raíz del escándalo de corrupción de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo -cuya presidenta, conscientemente, amparó y se benefició durante años de los manejos mafiosos de su apoderado - no debe ocultar sin embargo la labor militante que vienen realizando desde hace décadas otros organismos, como la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos; labor más necesaria que nunca según señala en su artículo Andrea Benites-Dumont, donde traza un recorrido por la situación actual de la lucha por la justicia para los desaparecidos y otras víctimas de la dictadura. Una lucha contra la impunidad que debe afrontar todo tipo de obstáculos y dificultades, desde las trabas impulsadas por el poder gubernamental y judicial, hasta la violencia ejercida por los represores y que tiene su expresión más amarga en la desaparición de Jorge Julio López y el asesinato de Silvia Suppo.

El artículo de José Manuel Martín Medem analiza, por su parte, el auto judicial de la Audiencia Nacional en el que solicita la extradición de veinte militares salvadoreños por su responsabilidad en la matanza en 1989 de seis jesuitas de la Universidad Centroamericana (cinco de ellos españoles), a los que los oficiales implicados y el gobierno de ultraderecha de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) acusaban de ser "consejeros y estrategas del FMLN".

De forma monográfica, incluimos diversos textos donde se examinan distintas dimensiones de los movimientos sociales desarrollados en los últimos meses. Así, por un lado el texto de Raúl Zibechi ahonda en una tesis especialmente atractiva, como es el hecho que las diversas revueltas constituyen en cierto modo una revolución frente a las vanguardias tradicionales. Carlos Taibo, Andrea Benites-Dumont y Juan Torres por su parte consideran desde diferentes ángulos, el desarrollo del movimiento 15M. Incluimos asimismo un texto colectivo escrito desde una perspectiva anarquista y que -en contraposición al sectarismo de ciertas vanguardias- ofrecen una visión abierta y dialogante, no por ello menos crítica, sobre este fenómeno. Finalmente, completamos un artículo de Agustín Moreno en el que revindica el papel jugado por las personas jóvenes en este movimiento, y que desmiente los tópicos de apatía y pasotismo trazados por los medios de comunicación desde el inicio de la crisis.

La presencia mayoritaria de jóvenes en el movimiento 15M es un hecho positivo y esperanzador, pero nos sentimos compelidos a señalar la participación de personas de mayor edad. Un colectivo a menudo objeto de indiferencia y olvido e incluso desprecio por una sociedad de consumo consagrada al culto de lo efímero, pero cuya presencia y trato debería ser apreciado como una fuente de estímulo y conocimiento. Es por ello que queremos finalizar este editorial con especial consideración y afecto a Manolo de Cos, Martín, Román y José Luis Sampedro…y a tantas personas mayores que no han dudado en sumarse a las acampadas, debates, movilizaciones con fuerzas menguadas, pero manteniendo intacta el brillo de alegre rebeldía en su mirada.