Luis Vitale

 

EL TIEMPO EN LA RELACION

SOCIEDAD – NATURALEZA – AMBIENTE

 

 

El tiempo y el hombre: una visión multidisciplinaria

 

El enfoque transdisciplinario -más que multidisciplinario- de esta totalidad histórica, creo que es el más adecuado para abrir el camino teórico-metodológico hacia una ciencia del Ambiente. Porque, es necesario decirlo: a las puertas del siglo XXI no existe ninguna ciencia que permita procesar un enfoque global del Ambiente como Totalidad, en la que lo inerte y lo biótico interactúan, donde la sociedad humana y la naturaleza, a partir de la aparición de los primeros seres humanos, se interinfluencian y condicionan, como lo hemos apuntado en nuestro libro Hacia una Historia del Ambiente en América Latina, elaborado en los años que trabajé como investigador en el Centro de Estudios Integrales del Ambiente de la Universidad Central de Venezuela. (1)

 

Para el abordaje teórico de la temática "Tiempo histórico en la relación sociedad - naturaleza - Ambiente", tenemos todavía serias limitaciones. Las denominadas ciencias exactas, las ciencias naturales y las ciencias sociales han logrado importantes avances, pero sus análisis tan específicos y compartimentados han reforzado la tendencia a escindir el conocimiento totalizante de la realidad.

 

La proliferación de ciencias superespecializadas data aproximadamente de fines del siglo XIX. Los griegos, en cambio, tenían una concepción más global; Anaximandro y Anáxagoras explicaban la totalidad a través de las fuentes energéticas, como la luz solar, el agua y otros elementos de la naturaleza. Heráclito habló del proceso de cambio en el tiempo, sintetizándolo en una frase: nunca nos bañamos en la misma agua del río. Platón, Aristóteles y, más tarde, Galeno, consideraban el universo como un un sistema armonioso y regulado. Al decir de Canguilhem, "ellos mismos se concebían como una parte organizada del universo, una especie de célula del universo-organismo". (2)

 

El Renacimiento gestó el hombre de pensamienton más globalizante, Leonardo da Vinci: artista, matemático, científico, artesano, inventor, investigador, dibujante, pintor, escultor y un sinfin de actividades que eran la expresión de un genio que procuraba captar l a globalidad del mundo que vivía. Todavía en el siglo XVII, los científicos trataban de abarcar el máximo de la ciencia conocida. Newton fue matemático, astrónomo, óptico, mecánico, químico, como otros científicos de su época. "A consecuencia de esta universalidad -sostiene John Bernal- los científicos o 'virtuosi' del siglo XVII pudieron dar uma imagen más unitaria del ámbito de la ciencia que el que sería posible en épocas posteriores" (3)

 

Desde el momento en que la ciencia comienza a ser el motor de los principales avances técnicos para el crecimiento industrial, se fragmentó en tantas especialidades como requería el proceso productivo. Esa es la época en que la ciencia se institucionaliza. A mediados del siglo XIX, la ciencia -dice Bernal- "no consiguió transformar tanto a las Universidades como éstas la transformaron a ella (...) La ciencia académica de la época dependía en último término de sus éxitos en la industria" (4); proceso que se acentuó en el siglo XX. A medida que se desarrollaba la sociedad industrial - urbana, más especialidades científicas surgían, reforzando la tendencia a parcelar el conocimiento de la realidad y, por ende, a agudizar la incomprensión de la íntima relación entre el tiempo de la sociedad y el tiempo de la naturaleza.

 

Hasta la década de 1970, las ciencias sociales soslayaban la relevancia de la base ecológica como condicionante de lo económico-social, mientras que los investigadores de las ciencias naturales seguían sin redimensionar el proceso de transformación, en el tiempo, de la naturaleza por la sociedad humana.

 

Tiempo de la sociedad y tiempo de la "segunda naturaleza"

 

En el tiempo histórico de "larga duración", la sociedad está condicionada en apreciable medida por la ecobase, pero la va modificando, fundamentalmente, a través de la producción. Desde la aparición de los pueblos recolectores- cazadores y especialmente de los agroalfareros, comenzó a darse una naturaleza socialmente mediada por la producción de bienes para la subsistencia. Esta "segunda naturaleza", al decir de Henri Lefebvre, fue el inicio en el tiempo de la relación entre sociedad humana y naturaleza(5) Por eso, es un error escindir la Historia en historia de la humanidad e historia de la naturaleza.

 

En rigor, ha existido siempre una sola historia ininterrumpida desde la aparición de mujeres y hombres. No basta con que se reconozca a la naturaleza como preexistente a los humanos, sino que es necesario considerar a esta "segunda naturaleza" como un factor clave en el suceder histórico. En síntesis, la naturaleza socialmente mediada por la producción es la percepción humana de la naturaleza. Cualquier otra consideración -por más crítica que sea del antropocentrismo- podría conducir a una metafísica de la naturaleza. Si en su momento Descartes proclamó la necesidad de dominar la naturaleza, basamento posterior de la idea decimonónica de progreso, hoy - ante la crisis ecológica más grave de la historia- es tiempo de reflexionar en la frase de Saint-Marc: "la cuestión es dominar el dominio de la naturaleza" (6) porque de lo contrario se corre el riesgo de que las transnacionales terminen con la vida en este planeta, que así como surgió en un tiempo determinado de la naturaleza también puede desaparecer.

 

Mujeres y hombres siempre formaron parte del Ambiente

 

La relación sociedad humana-naturaleza ha sido analizada con un criterio dicotómico, bajo la concepción del dualismo estructural, como si el hombre estuviera fuera del Ambiente y como si el Ambiente fuera "medio" y no la totalidad entre naturaleza y sociedad.

 

En sus comienzos, la Ecología -como disciplina- ni siquiera consideraba a los humanos como parte del Ambiente, deficiencia que varias décadas después trató de subsanar creando la Ecología Humana, pero sin superar la confusión entre historia de la humanidad y evolución biológica. Los ecólogos que han prestado atención a lo socio-cultural, lo han hecho en forma atemporal, cuando en rigor debe ser estudiado en sociedades determinadas, es decir, en el tiempo histórico, que es distinto al tiempo de la naturaleza y de sus seres biológicos. Si bien es cierto que el hombre ha alterado el tiempo de la naturaleza, atentando contra la evolución natural de las especies, y que siempre ha deteriorado el ambiente, no siempre ha provocado la misma agresión a la naturaleza. Dicha agresión no fue de la misma dimensión en la sociedad esclavista grecorromana y bajo el feudalismo que en la crisis ecológica de nuestra contemporaneidad.

 

Lo fundamental, entonces, es interrelacionar en una época determinada el tiempo de la naturaleza y el tiempo de la historia humana, a la luz del concepto global de Ambiente.

 

Pienso que es hora que las Ciencias Sociales, especialmente la Historia, como disciplina, incorporen a su estatuto epistemológico el estudio del Ambiente, la indisoluble relación entre la sociedad humana y la naturaleza, pero sin caer en la metafísica de la naturaleza.

Obviamente, ésta tiene sus leyes y su propia dinámica, aunque en definitiva la visión de la naturaleza la da el pensamiento humano, que no tiene que ser necesariamente antropocéntrico.

 

La variable temporal es muy importante en el estudio del Ambiente. Unida a la variable espacio redimensiona la investigación de los ecosistemas. La variable social -que no sólo es humana sino que también se da entre los animales cuando comen, socializan sus juegos entre sí y con los humanos- desempeña también un papel central en el estudio ambiental.

 

La categoría espacio-tiempo interesa particularmente al historiador en cuanto tiene relación con la sociedad, es decir el espacio social, el territorio ocupado por los pueblos y su relación específica con la naturaleza. Una de las tareas claves del historiador es tener siempre presente que el tiempo cronológico es contínuo, lineal, mientras que el tiempo como desarrollo es discontínuo.

 

Hay que considerar también otra dimensión del tiempo: la que tiene que ver con la continuidad de una cultura, con la permanencia de ciertas costumbres y creencias, como es el caso de la continuidad milenaria cultural de los pueblos originarios de la zona andina y mesoamericana, aunque hubo procesos de discontinuidad a partir de la llegada de los españoles. De todos modos, es un tiempo no lineal ni mensurable fácilmente como el de un gobierno.

 

Dialéctica de lo sincrónico y lo diacrónico

 

El historiador no relata el mero suceder de los hechos en el tiempo y en el espacio, sino que trata de explicar el cómo y el porqué de los cambios. Y en esa tarea debe trabajar con una categoría de tiempo diferente al cronológico. Por eso, distingue entre los procesos societarios de corta y larga duración, como diría Braudel.

 

El problema es captar la relación dialéctica entre lo sincrónico y lo diacrónico, terminando con el criterio de que lo sincrónico es la confluencia de las estructuras y de que lo diacrónico sólo expresa el transcurrir de los sucesos históricosen el tiempo. En nuestra opinión, tanto el uno como el otro son expresados por la totalidad de una Formación Social. No se puede explicar lo sincrónico si no se estudia la génesis del proceso.

 

El esfuerzo de Topolsky, uno de los historiadores de la nueva Escuela de Poznam, por tratar de clasificar las llamadas "leyes" históricas en tres categorías: sincrónicas, diacrónicas y sincrónico-diacrónicas, no alcanza a realizar un corte epistemológico con el historicismo y menos con el estructuralismo.

 

Al mismo tiempo, hay que esclarecer qué se entiende por procesos de estructura y de coyuntura. Si bien es cierto que un proceso de estructura es aquel relacionado con las tendencias generales de una sociedad en un tiempo relativamente largo, y que proceso de coyuntura es el que se da en un período corto, ambos forman parte de una misma totalidad y de esa unicidad contradictoria de la historia entre continuidad y discontinuidad.

 

Por eso, nos parece arbitraria la separación que hace Braudel entre el tiempo de la historia episódica, el tiempo de la historia coyuntural y el tiempo de la historia estructural.

 

A nuestro juicio, no hay tres historias, sino una sola que transcurre en ciertos tiempos en una Formación Social determinada, donde cada coyuntura condensa procesos de estructura que se venían dando desde muchos años antes. Por ejemplo, la Independencia de América Latina se produjo a raíz de causas de estructura, como la opresión secular colonial, que combinada con causas de coyuntura como la invasión napoleónica de España, estallaron en un proceso que condujo a la revolución anticolonial.

 

Otros tiempos de la sociedad humana

 

El historiador puede detectar no sólo las grandes fases con predominio de un modo de producción y formaciones sociales como el esclavismo, el feudalismo y las diferentes fases del capitalismo, sino también los períodos de transición que median entre ellos, que fueron más prolongados de lo que se supone.

 

Por ejemplo, entre el esclavismo y el feudalismo transcurrió un período de transición, del siglo III hasta el IX en que decantó claramente el feudalismo, sobre todo en Europa occidental. Desde la Baja Edad Media, siglo XIII, hasta el s. XVIII transcurrió otra transición que cristalizó en la formación social capitalista.

 

En nuestra América, como diría José Martí, el primer período de transición se produjo entre el modo de producción comunal de los pueblos agro-alfareros y las Formaciones Sociales inca y azteca, con desigualdades que venían desde hacía siglos en culturas como las Olmeca, Maya, Huari, Tiwanaco y hasta la implantación del modo de producción comunal-tributario.

 

Un segundo período de transición se dio desde la conquista española, que generó diversos modos de producción, sin que ninguno de ellos fuera predominante, aunque sentó las bases de un proceso hacia el capitalismo, que recién se consolidó en la segunda mitad del siglo XIX. (7)

 

La metodología de la Historia Comparada no es de fácil manejo en cuanto a los tiempos, pues debe descubrir las tendencias generales de diversos países, como asimismo sus especificidades. Los abusos cometidos por las monumentales Historias de Spengler y Toynbee en el empleo de lo comparativo no deben ser motivo para desechar esta herramienta metodológica, que es útil para ubicar en el tiempo las tendencias de avance como las de estancamiento, poniendo de manifiesto el desarrollo multilineal de las sociedades, que tienen tiempos diferentes. La Historia Comparada puede demostrar también que el llamado progreso no es una ley de la historia, pues muchas sociedades involucionan y otras avanzan o son aplastadas por la violencia de las más agresivas que, a veces, no son las má adelantadas, como sucedió con los pueblos que invadieron el imperio romano. El método comparativo sirve para comprender las similitudes  diferencias entre los países latinoamericanos y para transcender las historias nacionales en pos de una explicación más universal del devenir

histórico.

 

Las Ciencias Sociales pueden haber olvidado durante décadas el estudio de los Pueblos Originarios, pero ellos siguieron viviendo en el tiempo histórico real. Algo similar acaeció con la mitad invisible de la historia: la mujer; ignorada por las ciencias sociales y políticas, como no hacedora de historia, fue conquistando derechos y protagonismo social en un tiempo propio, que no coincidía con el del régimen patriarcal.

 

Otro tiempo es el del mito social, que para cristalizar requiere de muchos años, ya que es el resultado de la acumulación de inumerables experiencias y trasmisiones orales. Producto de ondas largas temporales es la configuración de variados aspectos de la vida cotidiana y de gestación de mentalidades. También son de larga duración los tiempos de génesis y desarrollo de los Movimientos Sociales, como el sindical, de pobladores y campesinos, que tienen tiempos específicos, distintos a los de la política,

aunque tengan relación con ella y la sufran.

 

El tiempo y la problemática de la periodización Histórica

 

Establecer una periodización para América Latina es un problema complejo porque tanto la historia fáctica, con énfasis en lo político, como la historia estructuralista soslayaron la importancia de la naturaleza, fuente de vida. Se necesita, por consiguiente, un enfoque totalizante, ambientalista. El problema es que toda periodización conduce a formas variadas de unilateralidad, máxime si se trata de enfocar globalmente naturaleza y sociedad humana. Toda periodización o periodificación establece un corte cronológico, dejando la falsa impresión de que pueblos, como los indígenas, dejaron de hacer historia con la colonización hispano-lusitana.

 

Una historia del ambiente debería partir de una primera Era, preexistente al hombre, constituída por el surgimiento del continente americano. Este primer período - que podría denominarse el medio natural antes de la aparición de los humanos- comprende las formaciones geológicas, el clima, los ríos y lagos, la flora y fauna. Según la investigación de William Schop, publicada en "Scientific American", el origen del mundo –de nuestro mundo, el planeta Tierra- se remontaría a más de 4.600 millones de años.

 

La vida habría surgido hace unos 3.000 millones de años. La antigüedad de los primeros vertebrados de América dataría de unos 400 millones de años y la de los reptiles a la mitad. La flora y fauna americana fueron determinantes en el tipo de vida que posteriormente tuvieron los pueblos originarios, ya que los ecosistemas condicionaron, en aquellos tiempos más que nunca, las formas de existencia de los primeros grupos humanos.

 

De una rama del árbol de los primates surgió la línea de evolución humana, probablemente en el antiguo continente llamado Gondwana. Se necesitaron millones de años para que se generaran las condiciones biológicas que dieron paso al surgimiento de los protohumanos hace cerca de 2 millones de años; y más de 50.000 años para la aparición de las primeras mujeres y hombres en el continente americano.

 

La era de integración a la naturaleza de los pueblos cazadores-recolectores y agro-alfareros -que abarca más del 90% de la historia de la humanidad- se caracterizó por una adaptación al medio, sin afectar la autorregulación de los ecosistemas. Para la corriente historiográfica, que pone el acento en la superestructura política, dos millones de años vividos por personas con otra etología respecto de la naturaleza, creando una tecnología funcional a sus necesidades, fabricando herramientas y promoviendo invenciones como la cerámica, descubriendo procesos de cultivo y formas de domesticación de animales, conociendo casi todas las aleaciones de metales, entregando a la humanidad maravillas como las joyas de Monte Albán de nuestra América; para esos investigadores, repetimos, eso es sólo prehistoria, cuyo prefijo parece haber sido colocado para sugerir que fue una mera etapa preparatoria para la entrada a la historia. (8)

 

La otra fase histórica, de esta aproximación a una periodización que contemple sociedad-naturalezaambiente, comienza con la colonización hispano-lusitana, y con ella el inicio del deterioro ambiental. Se abrió por vía exógena un período de transición, que culminará en la segunda mitad del siglo XIX en un tipo particular de capitalismo primario-exportador. En este tiempo histórico se aceleró, sobre todo en el siglo XIX, el deterioro del ambiente debido a la sobre-explotación minera, cuyas fundiciones requerían leña en grandes cantidades, y también por la devastación de bosques para habilitar nuevas tierras destinadas al cultivo. Todo en función de la economía primaria exportadora dependiente de las empresas europeas. Así se fue acentuando el carácter monoproductor, que afectó

irreversiblemente la diversidad de los ecosistemas. (9)

 

El siglo XX fue el siglo del estallido de la crisis ecológica más grave de la historia. Recién entonces, los científicos sociales comenzaron a reflexionar. Uno de ellos, nuestro investigador Aníbal Pinto, señaló en una revista de la CEPAL: "Para un economista de mi generación resulta casi inverosímil que durante tanto tiempo haya pasado desapercibido, sin introducirse ni siquiera tangencialmente en nuestras discusiones, esta relación vital hombre-medio o sociedad-entorno físico" (10). Otro de los primeros en advertir esa problemática fue Osvaldo Sunkel, que comenzó a teorizar sobre la "variable" ambiental, aunque sin advertir que el Ambiente no es variable sino el todo, y que la economía es una de las variables del Ambiente. (11). De todos modos, se siguió tomando conciencia de la gravedad de la crisis con nuevas investigaciones.

 

Mas el año pasado, connotados cientistas sociales comenzaron a escribir, muy sueltos de cuerpo, sobre la obsolencia de las ciencias sociales y la historia, argumentando -sin demostración alguna- que sus herramientas teórico-metodológicas eran incapaces de analizar la cambiante e "inasible" (textual) realidad, la cual sólo podría ser captada por la "imaginación novelística"(textual) y la llamada realidad "virtual" de la informática. De ahí a una apología de un irracionalismo, con reminiscencias nietzcheanas, dista poco trecho, ya que descalifica a quienes aspiramos a interpretar la sociedad y su relación con la naturaleza. Casi sin comentarios, si no estuviera en peligro la vida en este planeta.

 

El proceso de industrialización-urbanización produjo un salto cuanti-cualitativo en los índices de contaminación en ciudades como México, Sâo Paulo, Caracas y Santiago. El desarrollo macrocefálico de las ciudades provocó un exponencial gasto energético; las industrias contaminantes agravaron la crisis ambiental, que con su toxicidad afectó la capa de ozono, con consecuencias impredecibles para los seres vivos.

 

Nuestros países latinoamericanos comenzaron a convertirse en basureros nucleares de las transnacionales. La deforestación prosiguió a un ritmo galopante, entre 5 y 10 millones de hectáreas anuales, sobre todo en el principal pulmón de oxígeno del mundo: el Amazonas. Ni qué hablar de la contaminación de los mares y ríos. Las tierras agrícolas han sufrido un grave deterioro, al ser intervenidos casi todos los ecosistemas naturales en base a grandes flujos energéticos provenientes del petróleo. La "revolución verde" debería llamarse más bien "revolución negra", pues ha reducido la diversidad genética de los cultivos. Los llamados híbridos, es decir, nuevas plantas obtenidas mediante cruza de especies, tienen elevados rendimientos, pero con una base genética estrecha.

 

No se trata de presentar una visión apocalíptica ni menos ceder ante aquellos que aprovechan la crisis para vender productos descontaminantes. Contaminar para descontaminar y descontaminar para contaminar se está transformando en un nuevo negocio para ciertos empresarios, que hasta ecologistas se han puesto. Para ellos, se trata de conciliar lo inconciliable: ganancia transnacional sin crisis ecológica.

 

En fin, decir que este deterioro ambiental está hipotecando el porvenir de las especies y de la humanidad ha dejado ya de ser una aguda frase de alerta. Es de esperar que los experimentos de la denominada "realidad virtual" con animales y personas no conduzcan al hipertrofia de la realidad real y a una nueva ideología antropocéntrico-técnica del dominio de la naturaleza.

 

De acabarse el tiempo de la naturaleza, se acabará también el tiempo de la sociedad humana. Ojalá que los investigadores presentes en este Seminario y sus hijos podamos seguir hablando por la boca de nuestro tiempo.

 

Como dice Michel Quoist “tengo tiempo”, ironizando poéticamente acerca de los que nunca tienen tiempo ni para amar.

 

Sí, tenemos tiempo para detener el ecocidio. Sí, si asumimos.

 

 

CITAS

 

(1) Luis VITALE: Hacia una Historia del Ambiente en América Latina, Ed. Nueva Imagen/Nueva Sociedad, México-Caracas, 1983

(2) George CANGUILHEM: El conocimiento de la vida, Ed. Anagrama, Madrid, 1976, p. 101.

(3) John BERNAL: Historia Social de la Ciencia, Ed. Península, Barcelona, 1967, tomo I, p. 373.

(4) Ibíd.

(5) Henri LEFEBVRE: La naturaleza, fuente de placer, Madrid, 1978, p.233.

(6) Phillipe SAINT-MARC: Ecología y Revolución, Rev. OESE, Nº7, Caracas, julio 1974.

(7) Luis VITALE: Historia General de América Latina, tomo III, Ed. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1984.

(8) Luis VITALE: Interpretación marxista de la Historia de Chile, tomo I, 7ª edición, CELA-LOM, Santiago, 1991.

(9) Pedro CUNILL: "Variables geohistóricas y sociales de los procesos de degradación del uso rural de la tierra en América Latina", Rev. TERRA, Nº3, Caracas, 1978.

(10) Aníbal PINTO: "Comentarios al artículo La interacción entre los estilos de desarrollo y el medio ambiente en América Latina", Revista de la CEPAL, Nº 12, p. 55, diciembre 1980.

(11) Osvaldo SUNKEL: Artículo en la Revista de la CEPAL, Nºl2, p.49, diciembre 1980.

 

 

Ponencia al Seminario de la Sociedad Geológica de Chile

 

(*) Luis Vitale, Profesor del Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Fisicas y Matemàticas de la Universidad de Chile.