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Relaciones Internacionales

China - América Latina

Julio A. Díaz Vázquez
El Economista de Cuba / CEPRID
30 - V - 07

I

Al retroceder al pasado, hallamos referentes económico-políticos que hablan o permiten escribir acerca de lo lejano de los contactos de China y los países de América Latina. Esta crónica tiene diferentes espacios temporales. Es posible retroceder, en su génesis más remota, a comienzos del siglo XVII hasta 1815 cuando el "galeón de Manila", partía de Filipinas, y tocaba los puertos de Veracruz, en México y el del Callao, en Perú. Aquellos navíos llamados genéricamente "barcos chinos" transportaban, entre otros artículos, seda, cerámica, porcelana, telas, esencias, pólvora, etc. Del "Nuevo Mundo", a cambio, salían para Asia, en lo fundamental, oro, plata blanca, maíz y tabaco.

Igualmente, es factible remitirse a los años anteriores a la segunda mitad del siglo XIX cuando arribaron los primeros "culíes chinos" al Continente. Llegaron enganchados bajo contrata; en el caso de Cuba, en realidad suplieron a los esclavos traídos de África, cuando el contrabando y el comercio negrero se tornaron insostenibles; o fueron a desempañar los duros trabajos en las obras ferroviarias, el Canal de Panamá y las explotaciones de "guano" en Perú. Esta corriente humana contribuyó al desarrollo y crecimiento de la economía, y aportó elementos autóctonos al mosaico de costumbres y cultura que cuajaba en Latinoamérica. Sin olvidar su presencia en la gesta libertadora cubana.

En tanto, las constantes convulsiones sociales que conoció China hasta mediados del siglo XX, dieron lugar a la dispersión por el Continente de grupos de emigrantes que, en alguna medida, dieron lugar a colonias más o menos numerosas. La impronta de estos núcleos sirvió de enlace para mantener, de modo intermitente, los intercambios económicos chino-latinoamericanos, así como conservar los gérmenes de la interrelación cultural.

En el plano político debe señalarse que, en fecha tan lejana como 1874, Perú estableció relaciones diplomáticas con el Gobierno de la "dinastía Qin". A su vez, años después le siguieron Brasil (1881), México (1899), Cuba (1902) y Panamá en 1909. Al caer el Imperio y proclamarse la "República de China", entre 1911 y 1949, bajo el Gobierno Nacionalista del "Guonmindang", Chile regularizó los vínculos diplomáticos en 1915, con posterioridad lo hicieron, Bolivia (1916), Nicaragua (1930), Guatemala (1931), República Dominicana (1940), Costa Rica (1944), Argentina (1947) y por último, en 1949, Ecuador.

Pero, no sería hasta la irrupción en el proscenio internacional de la República Popular China (RPCh), en octubre de 1949, que en realidad, pareció que surgían condiciones para el establecimiento de contactos institucionalizados, de mayor aliento. Sin embargo, la presencia de factores históricos, políticos, geográficos y, lo que resultó de un gran peso, la coyuntura mundial de la época, marcada por la "larga noche de la guerra fría"; a lo que se agregó la perniciosa influencia política anti-china de los Estados Unidos; circunstancias todas que arrojaron más sombras que luces, al proceso de enrumbar por sanos derroteros los vínculos entre América Latina y la "Nueva China".

Por otra parte, en un sentido más abarcador, al incursionar en las relaciones mantenidas por los países Latinoamericanos, en los más de 56 años de existencia de la RPCh, por convención, es posible distinguir tres grandes períodos: una fase inicial que transcurre entre 1950 y 1978; un segundo momento que abarca de 1979 al 2000; y una tercera etapa, en realidad un verdadero parte aguas, delimitada por la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), hasta nuestros días.


II

El espacio temporal correspondiente a la década de los años 50 del siglo XX, encuentra, en América Latina, un ambiente político donde abundan los gobiernos de corte militar. Tejen esta cadena, entre otros, las dictaduras entronizadas en República Dominicana, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Haití, Cuba, Colombia, Argentina, etc. Asimismo, los Estados Unidos instrumentan la "Doctrina Truman" (1947) e impulsa el llamado "Tratado de Río" (1948); mecanismos dirigidos al afianzamiento de su predominio político-económico en el Continente, así como a levantar un "cordón sanitario" que sirviera de valladar neutralizador a la influencia "comunista".

De esta forma, el decenio 1950-1960 los vínculos de América Latina-China quedaron circunscrito a la visita, de distintas personalidades políticas y profesionales, representativas del variopinto espectro social Iberoamericano. A su vez, delegaciones sindicales y comerciales de China visitaron diferentes países Latinoamericanos. Por esta vía el país buscó tender puentes que facilitaran el reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas.

En tanto, el decenio 1960-1970 trajo variaciones en el curso de las relaciones sino-latinoamericanas. En 1960 Cuba fue la primera nación que otorgó reconocimiento diplomático a la RPCh. En el lustro 1960-1965, los encuentros chino-latinoamericanos registraron un animado auge; delegaciones salidas de diferentes puntos de la región arribaron a China. Además, recorrieron distintas naciones del área, representantes de diversas organizaciones chinas.

No obstante, en la segunda mitad de la década de los 60 del siglo pasado, este alentador despertar, por disímiles causas, sufrió una drástica caída. Pesaron, de un lado, las discrepancias mantenidas por China y la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), alrededor del papel a desempeñar por los dos países en el movimiento comunista internacional. De otro, actuaron los persistentes cambios en la situación política de América Latina (gobiernos militares en Brasil, Argentina, Ecuador, Colombia, Perú, etc.); a lo que se sumó el estallido de la "Revolución Cultural" en China.

Por otra parte, la absurda política de aislamiento político-económico de China, comenzó a ser superada al ser expulsado Taiwán (1971) y restituírsele a la RPCh sus derechos y deberes en la Organización de Naciones Unidas (ONU), y en todo el Sistema e Instituciones dependientes de la Organización.

El reconocimiento que en la arena internacional obtenía China llevó a que, en los años 70 del Siglo XX, once países de América Latina y el Caribe establecieron relaciones diplomáticas con la nación asiática. También, en el orden político, la década de los 70 del pasado siglo registró otra vertiente de la apertura que proyectó América Latina en sus relaciones con China. Con frecuencia, se hizo normal la presencia en el país asiático, de altos dignatarios Latinoamericanos y del Caribe.

Sin embargo, el resultado en números, del balance de los vínculos económico-comerciales sino-latinoamericanos, en los tres decenios que corren de 1949 a 1979 muestra que estos fueron exiguos y oscilantes. El intercambio bilateral en 1950-1960 sólo acumuló 61 millones de dólares. En los años 1960-1965 se elevaron hasta los mil 300 millones; pero, 1965 sólo arrojó 343 millones de dólares. Para finales de la década, 1969-1970, el comercio exterior entre ambas partes descendió hasta los 276 millones de dólares. Al concluir 1979 la cifra del saldo comercial alcanzó los mil 261 millones de dólares.


III

El interregno 1979-2000 al contrastarse en las relaciones de China y América Latina, registra tendencias ascendentes, aunque matizadas por las situaciones específicas que influyeron en los dos polos. Ante todo, con el giro que experimentó la política económica de China, desde 1979, al aprobarse las "cuatro modernizaciones" (agricultura, industria, ciencia-tecnología y defensa) y proclamar una "apertura al exterior". Ello implicó la imbricación del país en el entramado internacional; surgieron nuevas oportunidades para incentivar los vínculos económicos, políticos y sociales con América Latina.

Desde el ángulo Latinoamericano pesaron coyunturas adversas, como fueron la crisis que se abatió sobre la economía de México, en los años 80 y 90 del siglo pasado, así como la estrepitosa caída económica que conoció Argentina en la segunda mitad de 1990. La fiebre de las "políticas de ajustes neoliberales" aplicadas, desde 1980, no constituyeron el terreno más favorable para darle un cariz más dinámico a las relaciones China-América Latina.

Asimismo, los países Latinoamericanos arrastran un sinnúmero de barreras objetivas y subjetivas que gravitaron y deben ser superadas, para darle un carácter más activo a los vínculos con China. Está muy extendida la percepción de lo alejado del mercado chino, desconocimiento de costumbres, usos, modos de relacionarse y el "exotismo" que rodea al país, etc. En sentido positivo influye, el relegar al olvido las "suspicacias ideológicas" propias de la "guerra fría" que, en el pasado, justificó la oposición al desarrollo de los contactos bilaterales, comerciales y de cooperación con China.

A su vez, de forma incipiente se hizo notar, en esta etapa, el peso que tomaba China en los giros comerciales internacionales, en especial, en la década de 1990. En algunos países del área, sobre todo, los de mayor dimensión, Brasil, Argentina y México, comenzaron a valorar el acceso al mercado, así como el papel del país en calidad de proveedor a tomar en cuenta.

A su vez, no debe pasarse por alto que, desde fecha temprana, se hicieron sentir opiniones reticentes hacia las importaciones procedentes de China, en lo fundamental, expresadas por voceros del sector industrial, dada la incipiente afluencia de manufacturas, altamente competitivas por sus bajos costos, que irrumpían en los mercados de América Latina. Preocupaciones similares surgen ahora, con más fuerza, cuando expiró el "Convenio Multifibras" y sé liberalizó, desde enero del 2005, el comercio de los textiles.

Sin embargo, en lo cualitativo, la etapa 1979-2000 trajo nuevos aires en las percepciones de China hacia América Latina. Así, en las décadas de los 80-90 del siglo XX, las relaciones político-económica de las dos partes siguieron un curso modesto, pero ascendente; los intercambios comerciales, la cooperación económica, científico-tecnológica y cultural evidenciaron significativo auge. La presencia, en las dos latitudes, de los altos dirigentes del nivel estatal-político chino-latino, se hizo frecuente en la agenda de los contactos recíprocos.

En tanto, aumentaron los países de América Latina y el Caribe que pasaron a establecer vínculos diplomáticos con China. En la actualidad, 19 Estados de la región tienen representaciones diplomáticas en Beijing. También, en los años transcurridos de 1980 al 2000 presidieron delegaciones a China, más de 30 Presidentes de América Latina y el Caribe.

Del lado chino fue evidente el cambio de signo; en los primeros 30 años de la RPCh, ningún alto dirigente estatal ni partidista visitó América Latina. El nuevo rumbo se produjo a partir de 1981. La intensificación de contactos al más alto nivel resulta botón indicativo del interés de la parte china por fortalecer los lazos político-económicos con América Latina.

La frecuencia e intensidad que fue cobrando la interrelación político-estatal China-América Latina, se concretó en el moderado incremento de los flujos comerciales; aunque, debe señalarse que estos intercambios estuvieron lejos de reflejar las reales capacidades de las dos partes. Posiblemente, entre otros factores negativos, contó el hecho de haber vivido la América Hispana, en 1980-1990, la llamada "década perdida".

De este modo, es posible apreciar que los años 1980-1990 verificaron un sostenido crecimiento del comercio bilateral e incentivación de la cooperación económica; el monto de los intercambios pasó, de los mil 363 millones, a los mil 841 millones de dólares. No obstante, esto sólo significó un incremento anual algo inferior al 3%.

Sin embargo, la última década del pasado siglo, mostró una sensible mejoría en el terreno de los intercambios externos América Latina-China, al cerrar el 2000 con un total de 12 mil 596 millones de dólares. Cifra que representó una tasa de incremento anual superior al 20% (ver tablas 1 y 2).

Tabla 1.

Comercio acumulado de China por países 1991-2000.
(Millones de dólares)

Países

Exportaciones

Importaciones

Totales

Saldos

Brazil

8 168

10 715

17 154

(2 547)

México

6 199

6 060

12 259

139

Chile

4 157

4 506

8 662

(349)

Argentina

3 686

4 849

8 295

(1 163)

Panamá

6 607

33

6 639

6 574

Perú

979

3 994

4 973

(3 015)

Cuba

1 744

1 261

3 005

4 83

Uruguay

800

720

1 520

80

Ecuador

414

480

920

(38)

Colombia

611

106

717

505

Fuente: Datos recopilados por el Autor.

Pero, si son analizados los datos en su conjunto arrojan que, por término medio las exportaciones de América Latina a China quedaron por debajo de los 3 mil millones de dólares. Mientras, lo importado por la región del "gigante asiático", ascendió a montos cercanos a los 3 mil 500 millones de dólares. De considerarse las potencialidades de complementación económica contenidas en ambas direcciones, hay amplios espacios para elevar el caudal de los intercambios mercantiles e incursionar en otros rubros, como pueden ser las inversiones de interés recíproco.

Tabla 2.

Años

Exportaciones

Importaciones

Totales

Saldos

1991

795

1 563

2 358

(768)

1992

1 076

1 900

2 976

(824)

1993

1 776

1 931

3 707

(155)

1994

2 455

2 247

4 702

208

1995

3 147

2 967

6 114

180

1996

3 121

3 608

6 729

(487)

1997

4 606

3 769

8 376

837

1998

5 323

2 989

8 312

2 334

1999

5 269

2 991

8 260

2 278

2000

7 185

5 410

12 596

1 775

Totales

34 753

29375

64 130

5378

Fuente: Datos recopilados por el Autor.

El balance total en el período resultó favorable a China en más de 5 mil 300 millones de dólares, aunque con oscilaciones anuales; resalta que los mayores saldos positivos se concentraron en Brasil, Argentina y Perú. Para China, el factor compensador lo arrojó el acumulado de lo exportado a Panamá que recibió, en realidad en la "Zona Franca", como promedio unos 660 millones de dólares anuales; lo que sugiere que ésta es la fuente del excedente en el decenio para China. En concreto, las exportaciones del Continente quedaron por debajo del 3% de lo que compró en el exterior el país asiático.

Mientras, las exportaciones latinoamericanas (5 410 millones de dólares en el 2000) a lo largo del decenio de 1990, tendieron a concentrarse en relación con los mercados de origen y estructura de los productos. En general, los principales exportadores fueron, Brasil, Chile, México, Perú y Argentina, pues en estos países recayó el 85% de lo embarcado por la región hacia China. En la composición de los principales renglones entraron minerales (hierro y cobre), productos silvoagropecuarios (pulpa de papel, trigo, lana, azúcar, aceite, soja, carne, etc.) y de la pesca (harina).

En tanto, lo importado de China tiende diversificarse y aumentar en complejidad tecnológica. En el curso de la última década del siglo XX varió el surtido, al perder peso los productos de la industria ligera, intensivos en mano de obra (juguetes, textiles, calzado, vestuarios, etc.) y ganar mayor presencia otros rubros de elevado valor agregado (tractores, instalaciones hidroeléctricas, maquinaria, químicos, aviones, equipos, metalmecánica, barcos, etc. Pero, en su conjunto, lo vendido por China en América Latina, no supera en mucho el 2% de su comercio exterior.


IV

La tercera etapa, en el curso de los vínculos China-América Latina, está unida a la llegada del siglo XXI; sus perfiles parecen presagiar un halagador entorno, en el desarrollo de las relaciones entre las dos regiones. Tampoco escapa el hecho que, si bien para Latinoamérica, surgen y pueden mencionarse nuevas oportunidades, también en el horizonte otean considerables retos.

Ante todo, en ingreso del "coloso asiático" en la OMC (2001) y, su posterior desempeño económico global, confirmó las predicciones en cuanto a su transformación en una auténtica potencia regional y conversión en motor que tira de la economía mundial. En la realidad, hoy China constituye una enorme fuente de la demanda global. Con requerimientos de cemento de un 40%, el 30% de carbón, 36% de acero, 25% de níquel, 40% de cobre, 15% de aluminio, 10% de petróleo y el 47% de soja; y además, resultar el mayor consumidor de hierro, estaño, zinc, platino y oro, el país asiático, se transformó en "locomotora" que arrastra e influye, en medida creciente, en la economía del orbe.

Sin embargo, con independencia de que una importante porción, más del 50%, de lo importado por China, corresponde al comercio de reprocesamiento o con componentes de bienes que luego son exportados; los requerimientos totales de la economía abren un amplio margen de maniobra para las producciones tradicionales ofertadas por América Latina. Las importaciones chinas han aumentado, por término medio, por encima del 30% en los últimos cuatro años. De esta forma, los rubros de origen silvícola-agropecuario, minería, acero, cobre, aluminio, etc., susceptibles de ser ofertados al mercado chino, brindan posibilidades ilimitadas a los exportadores Latinoamericanos.

En este contexto, las expectativas parecen verificar la alentadora evolución que en los últimos años han experimentado los contactos político-económicos sino-latinoamericanos. Continuando esta corriente, desde finales del 2004, se aprecia que los vínculos sino-latinos adquieren un carácter "estratégico" al mostrar un sostenido y creciente flujo el comercio-inversiones de China hacia América Latina.

Es ostensible que, en siglo recién iniciado, se está forjando un patrón en las relaciones América Latina-China que ejemplifica el trato entre partes iguales; los contactos políticos se intensifican, incluyendo los encuentros directos al más alto nivel; los mecanismos de consulta constituidos en diferentes foros funcionan regularmente; la presencia y cooperación en los organismos regionales adquiere un carácter fluido. Cada vez, en mayor medida, se fortalecen los apoyos recíprocos en la defensa de los derechos e intereses legítimos, en particular, los reclamados por los países en desarrollo, muy especialmente, en los organismos internacionales.

En esta corriente, una prioridad de primer orden, le corresponde al comercio y la colaboración económica. En este plano, todo indica que hay un horizonte promisorio, para las líneas que tiendan a utilizar a fondo, las potencialidades de complementación económica existentes entre China y América Latina. En interés de la segunda, estaría expandir la producción de "commodities" para intercambiar por tecnologías punteras que contribuyan a la transformación del aparato productivo y los servicios.

No deja de ser un hecho real que, los flujos de inversiones extranjeras hacia la región, en el último lustro, presentaron un comportamiento oscilante, lo que dio lugar, incluso, a que algunos países tuvieran salidas netas de capitales. La acumulación de reservas en divisa de China, superiores a los 930 mil millones de dólares (febrero del 2006); las disponibilidades de materia primas y energéticos, más las facilidades de infraestructura de que dispone América Latina, vislumbran una factible "seducción" a las corporaciones china para que inviertan en la región, ya sea en el sector agropecuario, la industria, la explotación de recursos naturales o los servicios.

Por otra parte, y no en última instancia, América Latina no debe, ni puede darse el lujo de la indiferencia, ni mantenerse al margen, ante la violenta explosión que conoce, desde hace un cuarto de siglo, la economía de China. Así, al tiempo que resulta positivo expandir el comercio y las fuentes de inversión procedentes de Estados Unidos y de la Unión Europea (UE); al diversificar los mercados de exportación y atraer capitales de China, equilibra las relaciones económicas y distribuye racionalmente los riegos. En fin, cubrirse, al no "poner todos los huevos en la misma cesta".

Mientras, para China buscar el complemento económico con América Latina, significa asegurarse mercados y, lo que es más importante, proveerse de suministros crecientes de materias primas, en especial, de energéticos y minerales estratégicos. Esta complementación ofrece bases para un mutuo beneficio e incrementar los intercambios externos y las inversiones directas. Además, facilita fomentar e incrementar renglones establecidos, así como poner en explotación otras fuentes de recursos naturales y estimular la asimilación de técnicas productivas de alta tecnología.

Un corolario natural, contenido en las proyecciones de las relaciones chino-latinas, en el próximo futuro, tenderá a promover, activar los intercambios y la cooperación en los ámbitos culturales, educativos, académicos y deportivos. Por esta vía encontraran soluciones muchos de los estereotipos que hoy subsisten y lastran los acercamientos entre las dos culturas. La gala de las "Olimpiadas del 2008" en Beijing, seguramente mucho aportará mediante los canales existentes, así como servirá para implementar nuevas iniciativas.

En lo que respecta al comercio exterior, al concluir el 2005 los montos del intercambio bilateral Latinoamérica-China crecieron, con respecto, al 2001, en casi 4 veces; la tasa de incremento anual alcanzó el 25%. En general, los saldos favorecen globalmente al "gigante asiático", pero por países los datos dispersos presentan disparidades al arrojar, por ejemplo, excedentes con México y Cuba y deficitario con Argentina y Brasil (ver tabla 3).

Tabla 3.

Comercio Exterior América Latina-China.
(Millones de dólares)

Años

Exportaciones

Importaciones

Totales

2001

6 700

8 200

14 900

2002

9 489

8 336

17 825

2003

----

----

26 800

2005

----

----

50 000

Fuente: Datos recopilados por el Autor.

En las áreas de la cooperación económica-tecnológica o la colaboración económica, existen 16 acuerdos de China con países latinoamericanos. Once Estados de la región tienen firmados convenios de promoción y protección recíproca de inversiones. Además, 12 naciones han oficializado protocolos intergubernamentales estableciendo las respectivas comisiones mixtas de cooperación científica-técnica En general, cada año son puestos en marcha unos 100 proyectos conjuntos, la mayoría en la agricultura; y en la esfera espacial-energía-atómica operan fructíferos programas con Argentina y Brasil.

En lo que respecta a las inversiones, China desembolsó en 2005 en el exterior, unos 6 mil 900 millones de dólares. El objetivo es doble; adquirir marcas de prestigio que faciliten la internacionalización de sus empresas de forma rápida y segura; y consolidar el acceso a los recursos energéticos y las materias primas que reclama la economía. Lo invertido por las corporaciones chinas en el extranjero totaliza unos 39.000 millones de dólares en industrias del gas, petróleo y en recursos minerales fuera del país.

El 60% de inversiones chinas se dirigieron a Asia; América Latina, acaparó el 16%; África, el 7%; Estados Unidos el 7%; Europa, 6% y Oceanía, el 4%. A la vez, en el 2005, las empresas crearon filiales en el externas por de mil 770 millones de dólares y emplearon otros mil 930 millones en fusiones y compras.

Por otra parte, al finalizar el 2002 la presencia de China en la explotación de obras y el mercado de contratación de fuerza laboral resultó mucho más activo que en la esfera inversionista. Los convenios firmados ascendieron a 2 mil 346 y el monto global de lo convenido a 3 mil 120 millones de dólares. De ellos, fueron ejecutados realmente mil 630 millones de dólares; lo que significó cerca del 50% de lo contratado. Dentro de las obras cumplidas se destacó la ampliación de una zona portuaria cercana al Canal de Panamá.

Al concluir el 2004 fueron firmados por parte de China y Brasil, Argentina, Chile y Cuba, alrededor de 50 acuerdos, cartas de intención, protocolos, etc., incluido el compromiso para invertir en la región unos 100 mil millones de dólares en los próximos 10 años. Con ello, las relaciones de China-Latinoamérica parecen adquirir un carácter "estratégico" en el mediano y largo plazo.

Así, en el caso de Brasil las intensiones inversionistas esperadas sumaran los 10 mil millones de dólares en los dos próximos años. En este plano, relevancia especial tomó el proyecto valorado en mil 500 millones de dólares, realizado por la corporación china "Baoesteel" para construir una nueva acería. Las exportaciones de acero, manganeso, zinc, bauxita, soja, jugo de naranja, carne vacuna y de pollo auto partes, madera procesada, etc., elevaran el comercio recíproco para el 2009 hasta los 20 mil millones de dólares. China se convirtió en el segundo socio comercial de Brasil; lo exportado al país asiático ya roza el 10% del comercio exterior carioca.

En Argentina, la suma de las inversiones comprometidas ronda los 20 mil millones de dólares. Entre otras, se dirigirán a la técnica espacial, las comunicaciones vía satélite, tecnologías de la información, búsqueda de hidrocarburos en el mar, recuperación secundaria de pozos petroleros, modernización y ampliación de servicios urbanos e interurbanos ferroviarios de pasajeros, viviendas populares, etc.

El comercio externo chino-argentino lo integran la soja, aceite vegetal, petróleo crudo, pieles, acero; e importa computadoras, productos biológicos, bombillas y motocicletas. Los intercambios, según predicciones, en el 2009 se elevaran hasta los 9 mil millones; y lo exportado por Argentina llegará a los 4 mil millones de dólares.

En Chile fueron rubricados estratégicos acuerdos en varios rubros. Se prevén inversiones por 2 mil millones de dólares para desarrollar nuevos proyectos en la minería del cobre. Las exportaciones chilenas de celulosa, metanol, harina de pescado y cobre (llegaran a los 6 millones de toneladas en el 2009), al mercado del país asiático crecerán. China es el primer importador del cobre chileno. En octubre del presente año entró en vigor un Tratado de Libre Comercio" (TLC) entre ambos países.

A su vez, China, de modo enfático proyecta profundizar y dar mayor vuelo a las relaciones económicas bilaterales con Cuba. Los acuerdos concluidos cubren la cooperación económica y científico técnica, otorgamiento de créditos, donativos, la educación, salud pública, petróleo, telecomunicaciones, fitosanitario, acuicultura, servicios meteorológicos, turismo, ferrocarriles, puertos, etc. China invertirá unos mil 800 millones de dólares en el desarrollo de dos programas mineros en la rama del níquel. Una planta en la provincia de Holguín con capacidad de diseño de 68 mil toneladas de ferro níquel (22 mil 500 contenido níquel puro); y poner en explotación los yacimientos niquelíferos de San Felipe, en Camagüey.

China obtuvo el reconocimiento del "estatus" de "economía de mercado" por parte de Brasil, Argentina, Chile y Perú; cuestión relevante para el país asiático, dado su interés por reducir el período de adaptación comprometido al ingresar en la OMC (2015) y así evita procesos de reclamaciones. Mientras, Brasil y Argentina, más Cuba, son ahora "destino turístico de Gobierno"; con ello, confían participar en la ruta de buena parte de los 20 millones de turistas chinos que viajan al exterior cada año.

Asimismo, la relevancia que el Continente Latino vislumbra para China como surtidor que, asegure en el próximo futuro, suministros de materias primas y, en especial, de hidrocarburos, quedó evidenciada en el acuerdo marco cerrado entre "Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos" (YPFB) y la "Shengli International Petroleum Development", de China. El protocolo involucra inversiones por mil 500 millones de dólares, en actividades para explorar, explotar, refinar, industrializar-comercializar petróleo y gas, para ser exportado a Estados Unidos, Canadá, Argentina y Cuba. China está presente en programas de desarrollo petrolero en Brasil, Venezuela, Perú, Ecuador, Argentina, Bolivia y Cuba.

Venezuela y China desarrollan una amplia gama de proyectos recogidos en 148 protocolos. Entre ellos, está poner en marcha y operar en el país una planta de "orimulsión" por la "Corporación Nacional China de Petróleo" (CNPCh), con una inversión total de unos 660 millones de dólares. En tanto, otros convenios firmados cubren la explotación de 19 campos petroleros en el oriente del país, más dos bloques en la "Faja del Orinoco" y en el "Golfo de Paria", mediante la ejecución conjunta de inversiones del orden de los cinco mil millones de dólares.

También, China hará inversiones en la red de ferrocarriles venezolanos, así como facilitó un crédito de 40 millones de dólares para implementar programas en el sector agropecuario. Además, Venezuela adquiere tanqueros en China, mientras este país construirá un astillero en un puerto venezolano. El establecimiento de una ruta comercial permanente facilitará elevar los envíos de crudo, desde los 200 mil barriles diarios actuales, hasta los 500 mil entre el 2009 y el 2010.

En tanto, las naciones Latinoamericanas fundamentalmente, desde la última década del siglo pasado, dieron cabida a China en diferentes organizaciones económicas regionales. De esta forma, el país asiático está presente como observador (1991) en las reuniones anuales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); el mismo estatus ostenta (1993) en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); y en la Comisión Económica para América Latina de la ONU (CEPAL), e igualmente, mantiene frecuentes contactos con el Sistema Económico Latinoamericano (SELA).

El Foro América latina-Asia del Este (FALAE) es otra tribuna multilateral que tiende a acercar y estrechar los vínculos económicos, políticos y culturales entre las dos regiones. China, como los países del Continente Latino, al coincidir en los encuentros sostenidos en este escenario, impulsan iniciativas relacionadas con el orden económico mundial y la cooperación económica. Además, China ingresó (1998) formalmente en el Banco de Desarrollo del Caribe haciéndose representar por el Banco del Pueblo de China.

También, respondiendo al influjo de los cambios operados en la arena internacional, en el curso de la última década del siglo XX, 90 agrupaciones y partidos políticos, ya estén en el poder o forman parte de las fuerzas opositoras de 29 países de la región, establecieron vínculos con el PCCh o entidades políticas de China.

Finalmente, de manera oficial la "Comisión Regional de la Internacional Socialista", la "Organización Demócrata Cristiana de América", la "Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina"(COPPPAL) y el "Foro de Sao Paulo", entablaron relaciones regulares con el PCCh.


V

La evolución que experimentaron las relaciones de América Latina-China, en lo fundamental, en el primer lustro del siglo XXI, parecen relegar al pasado el carácter secundario y de separación que, en general, evidenciaron en las dos ultimas décadas del pasado siglo. Ciertamente, los países del Continente concentraron participación y energías en lograr una mayor integración regional: en Centroamérica, MERCOSUR, Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), esquemas de cooperación en el Caribe, etc.

Sin embargo, el giro habido en el comercio exterior e inversiones en los vínculos chino-latinos indica que, el 2004, delimitó un nuevo horizonte en la ubicación de Ibero América dentro de las relaciones de China con los países del llamado "Tercer Mundo". Alcanzar intercambios en el comercio bilateral del orden de los 100 mil millones de dólares en el 2010, así como un ritmo inversor promedio de 10 mil millones de dólares anuales hasta el 2015, da un carácter estratégico y cualitativamente superior en la perspectiva del mediano y largo plazo.

No obstante, no faltan voces, a lo largo de América Latina que, perciben el "desembarco" de China en el Continente, más como amenaza que oportunidad para diversificar mercados y fuente de capitales y tecnología. En efecto, el país asiático es hoy un temible competidor en multitud de sectores globales, especialmente, en producciones intensivas en fuerza de trabajo; sus costos laborales representan una fracción de lo pagado en muchos países de la región.

En este sentido, el caso de México resulta ilustrativo. El cordón de la "maquila", situado en la frontera con Estados Unidos, ha visto esfumarse en los pasados años a más de 500 empresas; se trasladaron a China en virtud de la diferencia de salarios: 1,50 de dólar contra 0.50-0.62 por hora. Por lo que suman decenas de miles los obreros desplazados. Al finalizar el "Convenio Multifibras" y liberalizarse el comercio de textiles, a partir de enero del 2005, los estimados coinciden en otorgar a China hasta el 60% del mercado de confecciones y tejidos en el 2007.

Igualmente, la industria del calzado mexicana pierde terreno en su mercado natural, los Estados Unidos; ganan espacio los modelos y surtidos procedentes de China. Pero, estos avatares no son nuevos; tampoco escapan a esta amenaza otros sectores como vestidos, mobiliario y electrónica, etc. México, negoció en secreto y resultó el último país en firmar el acuerdo para la adhesión de China a la OMC; logró plazos y salvaguardas en varios rubros, entre ellos, los textiles y otras producciones elaboradas en condiciones de "maquila".

Lo apuntado para México vale para el área de Centroamérica y el Caribe con respecto a los textiles. Aunque países como Costa Rica ponen en práctica medidas para hacer más flexible y reorientar el sector, utilizando una mayor especialización, introducir series más cortas, ganar en rapidez en el servido de pedidos, etc.

A la vez, América Latina urge de una mayor afluencia de capitales externos y, en la práctica, la "competencia" de China en atraer inversiones se hace sentir, pues es quien concentra el 40-45% de la IDE que afluyen a los países en vías de desarrollo. Pero, parece que en este terreno surgen factores compensatorios, pues, la nación asiática, como vimos, comienza a generar montos apreciables de recursos inversionistas hacia el exterior.

Tampoco debe perderse de vista que, para Latinoamérica el "coloso asiático", representa un mercado para las exportaciones tradicionales de potencialidades infinitas, ser uno de los de mayor dinamismo y rápido crecimiento del mundo. Además, de sus importaciones un 45-50% proviene del área subdesarrollada, y lo que es más importante, los saldos de este comercio son acreedores para los países exportadores.

Asimismo, no faltan las argumentaciones que auguran para América Latina la repetición del esquema establecido por Inglaterra a fines del siglo XIX, cuando el Continente quedó uncido al carro de la división internacional del trabajo, en calidad de reservorio (periferia) de materias primas y mercados para las manufacturas de los países del "centro". Ven en la "ofensiva china" los mismos propósitos, obtener recursos no renovables y destino para exportar mercaderías.

Quizás, en estas interpretaciones se pase por alto que, para América Latina resulta positivo el "hambre" importadora de China. Esto ha encontrado reflejo en el incremento de precios de diferentes producciones primarias; rinde dividendos a la región al obtener mayores ingresos por lo exportado. En la misma dirección tira el incremento del nivel de vida y la diversificación del consumo en China, pues estimula las importaciones de otras mercancías como vino, café carne, frutas tropicales, legumbres, etc.

Si bien, muchas de las inversiones comprometidas por China en la región se encaminan al desarrollo de obras de infraestructura, la adquisición de tierras y claros objetivos de minimizar los costos finales, no significa que dejen de desempeñar un importante papel en la necesaria modernización de las estructuras económicas de América Latina.

Este impulso inversor facilitaría a la región reenfocar las energías y hacer viables las estrategias para fomentar nuevas capacidades competitivas en esferas como la agricultura, diversificar la minería e impulsar las actividades de servicios asociadas con el turismo. En esta dirección resulta de interés atraer inversiones de las empresas de China, sobre todo, en la coyuntura en que el país ya forma parte de los exportadores de capitales.

Por otro lado, la atracción debe ser recíproca; o lo que es lo mismo, las empresas latinoamericanas deben aumentar su presencia en China, con ello ganarían capacidad para penetrar y competir en el mercado del país asiático. En otro sentido, este proceso facilitaría ascender en la cadena de valor, así como llegar a niveles de acabado fino en la curva de calidad. La falta de estrategias en este terreno condenaría la región a la competencia de bajos costos de China.

Al proyectar el horizonte temporal de las relaciones latino-chinas, tampoco debe de ignorarse que once países de la región (Paraguay, centroamericanos e islas caribeñas) aún reconocen y mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. Sin embargo, las naciones de Centroamérica iniciaron un acercamiento comercial con China al abrir e intercambiar oficinas que representen los intereses de ambas partes. Aunque estos pasos, hasta el presente, no afectan las relaciones comerciales y diplomáticas que las naciones del istmo mantienen con Taiwán.

Especial resulta el caso de Panamá; recibe mercaderías por valor entre los 1000 y 1300 millones anuales en sus zonas francas de origen chino y mantiene un consulado en Hong Kong. En fecha no fijada aún los países de Centroamérica han determinado inaugurar una "pequeña oficina comercial" en Beijing.

Finalmente, no puede obviarse que los estudios académicos en América Latina sobre China, prácticamente, son inexistentes. Parecen pesar los atavismos del pasado reciente, distancia, cultura exótica, idiosincrasia, barreras de comunicación etc., sin desdeñar que los costos de tales actividades se consideran altos en relación con los beneficios que pueden arrojar. Estas observaciones valen para los medios de comunicación, con la agravante que, cuando llegan informaciones a la región, han sido generalmente, "filtradas" por agencias periodísticas europeas o norteamericanas.

Por último, parece abrirse paso en América Latina la percepción de que China incrementa aceleradamente su presencia en la economía internacional, gana posiciones en el tablero geoestratégico mundial, así como es demasiado grande para que no se le tome en cuenta. Los avances experimentados en curso del 2004, en las relaciones comerciales bilaterales e inversiones, resultan un punto de partida para alcanzar una vinculación más estrecha y próspera. Corresponde a los países Latinoamericanos enmarcar esas opciones en una coherente estrategia de industrialización y desarrollo. China, si parece tener claro lo que quiere y busca.

El doctor Julio A. Díaz Vázquez es profesor titular del Centro de Investigaciones de Economía Internacional de la Universidad de La Habana.

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