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TERRITORIOS / Latinoamérica

Chile
Partidos de la Concertación en estado de putrefacción

Rodrigo Mundaca
CEPRID
1 - X - 07



En algún momento dejaron de ser instrumentos al servicio de las mayorías y pasaron a ser máquinas de poder al servicio de las camarillas que los controlan y que abortan autoritariamente todo intento de discusión o amago de disenso

Desde el punto de vista teórico, los partidos son indispensables en una democracia pues constituyen el principal vínculo de la política con la sociedad. ¿En qué momento los partidos de la Concertación se desvincularon de los sectores populares? A mi juicio tal desvinculación se produce en el momento mismo en que se negocia una salida a la dictadura, y como diría el argot popular, a la chilena, es decir manteniendo el modelo económico neoliberal y, en palabras del ex presidente Aylwin, aplicando justicia en la medida de lo posible.

En la situación que viven actualmente los partidos de la Concertación, vale la pena preguntarse cuánto ha contribuido el sistema binominal de elecciones a la descomposición de los partidos tradicionales chilenos. ¿En qué momento dirigentes partidarios que en los albores de la transición se convierten en parlamentarios, entienden que deben entronizarse, con enormes privilegios, en el Congreso Nacional? ¿Si la fortaleza de los partidos del arco iris era la representación popular, por qué hoy le tienen miedo al debate y todos sin excepción castigan los disensos al interior de sus colectividades o como manifestación del sentir ciudadano? ¿En qué momento de la transición los partidos políticos dejaron de ser un instrumento para alcanzar el bienestar de las mayorías y pasaron a convertirse en un fin en sí mismos?

En una coyuntura en que dirigentes de la propia Concertación aseveran que la crisis de representación y el divorcio con el gobierno que protagonizan precisamente los partidos llamados a ser el soporte político-ideológico del actual gobierno, NO DA PARA MAS, ¿cuáles son la reflexión, la síntesis y las lecciones de todo lo que ocurre?

Los partidos de la Concertación y su clase dirigente experimentan un proceso irreversible de descomposición, proceso que alcanza su máxima expresión durante el actual Gobierno. A estas colectividades les asiste una responsabilidad ineludible en el éxito o fracaso del Gobierno encabezado por Bachelet. Los partidos del bloque oficialista estaban llamados a constituir el centro neurálgico y motor de los cambios y perfeccionamientos al sistema democrático, como se sostuvo al inicio del Gobierno de Bachelet; sin embargo, en algún momento la naturaleza de su función sufrió un desdibujamiento y hoy , al igual que los de derecha, ostentan el triste récord de ser una de las instituciones peor evaluadas por los chilenos.

La utilización de los partidos para el provecho personal de quienes los controlan, camarillas ávidas de poder, la mantención de los grupos cerrados y servidores de sus propios intereses, la implementación de maquinas aceitadas y prestas a distribuirse prebendas y reproducirse de forma sistémica en las estructuras estatales, el olvido sistemático de las promesas de campaña, el intercambio de favores, el clientelismo, la conducta permeada por el gatopardismo, la compra de voluntades como método para ganar elecciones, son prácticas que un número creciente de ciudadanos rechazamos.

La esencia de la crisis que hoy enfrentan los partidos y particularmente los integrantes de la Concertación estriba en el comportamiento endogámico que exhiben (distribuyen favores a quienes están relacionados con sus controladores). Es cierto, es valioso reconocer que la situación no da para más, pero la rectificación parece ser una mera declaración de intenciones, antes que la conjunción real de voluntades que aspiran a cambiar el estado de cosas actual.

Alcanzar un nivel de desarrollo aceptable para todos y lograr una democracia que sea capaz de interpretar a todos y cada uno de los chilenos continúa siendo el principal desafío de nuestras instituciones democráticas. No basta con que los partidos se declaren democráticos y tolerantes, sin antes haber desterrado de sus filas las prácticas que hoy los tienen sumidos en el más absoluto descrédito.

La democracia chilena no puede profundizarse si no va acompañada y fortalecida por un desarrollo con crecimiento económico y con justicia social. Hoy es fundamental conjugar la igualdad que sustenta la democracia, donde todos y cada uno de los chilenos al momento de votar tenemos el mismo valor, y la desigualdad que el mercado determina. Democracia y desarrollo son categorías que deben dejar de ser aspiraciones para convertirse en conquistas alcanzadas, y en este desafío es imperioso, es fundamental, que los partidos políticos, y en particular los que son el soporte del actual gobierno, actúen de forma coherente con los desafíos siempre crecientes de igualdad y mayor participación.

Los partidos , sus representados, los ciudadanos organizados y conscientes de sus demandas y necesidades, son los llamados a impulsar los cambios que hoy la sociedad reclama. ¡Fuera el clientelismo que busca perpetuar a quienes se sienten dueños de la verdad absoluta, fuera con los encantadores de serpientes, fin a la demagogia!

 

 

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