CEPRID

Israel avanza en la normalización con los gobiernos. También con MERCOSUR

Lunes 12 de abril de 2010 por CEPRID

Santiago González

CSCA/CEPRID

El último paso en el proceso de normalización logrado por Israel ha sido la firma del Acuerdo de Libre Comercio con Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) (1). Para este último era el primer acuerdo trascontinental. Sólo queda pendiente la ratificación del Parlamento argentino.

Por normalización se entiende la convivencia diplomática entre un Israel sin unas fronteras señaladas por las Naciones Unidas, su consideración como un Estado ‘democrático’ y de ‘derecho’ al que se le considera un socio ‘normal’, con los mismos ‘valores’ e ‘igual’ a pesar de la vulneración de las Convenciones de Ginebra y otras normas internacionales a causa de la determinación de la colonización sionista y que, en otros casos, hubiera sido considerado un estado ‘paria’, condenable y se hubiera ejercido una presión diplomática (y de otros tipos) hasta lograr el respeto a ese derecho internacional.

El Presidente de Brasil en su viaje a Israel y a Ramallah, dentro de los Territorios Ocupados para homenajear la tumba del asediado Arafat, como coartada, para la firma del acuerdo, ofreció la experiencia y vocación pacifista brasileña para mediar en el conflicto (no dijo ocupación) y mostrar su predisposición a apoyar negociaciones y diálogo entre las partes. Verbalizó con palabras que existen obstáculos para una paz pero el hecho es que ratificó un Acuerdo comercial con Israel que remite a la legislación interna de cada Estado cuestiones fundamentales. Así, un producto de una colonia, territorio israelí, según su legislación, ¿tendrá la consideración de ‘israelí’ para Mercosur?. La literalidad del Acuerdo así lo indicaría.

El Acuerdo de MERCOSUR no dice nada sobre qué se entiende por los límites geográficos de Israel, qué por territorios ocupados, qué hacer ante la realidad de los incumplimientos de las resoluciones de las Naciones Unidas, la esquilmación del agua (que es una subvención específica a la economía israelí a costa de la palestina), etc.

El Presidente Lula defendió el diálogo con Irán frente a sus interlocutores israelíes que le pedían que se pusiera en el lado de los que reclaman sanciones. Pero no denunció que la única potencia atómica y con armas nucleares y que rechaza que haya inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica, no firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, es Israel. Y al que, en esa lógica, ya deberían haberle puesto sanciones.

Israel, añade un nuevo avance a su política normalización. Ya tiene acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, México y Canadá (inicialmente lo tuvo con Estados Unidos, que se extendió con el Tratado de Libre Comercio firmado por EEUU con estos dos últimos estados), la Unión Europea y los países de la antigua EFTA (Liechtenstein, Noruega y Suiza).

La historia de la normalización sionista desde la aprobación en las Naciones Unidas de la partición de Palestina es fulgurante. Al apoyo de las potencias ganadoras de la guerra mundial sólo se resistieron los estados árabes independientes con una gran fragilidad política, económica y militar. La victoria israelí logró un aumento del territorio superior al aprobado inicialmente en el seno de la misma y su entrada en la ONU fue condicionada a su apoyo a un estado palestino en un territorio complementario al suyo y a la vuelta y al retorno de los refugiados palestinos a sus hogares, nunca ha sido impuesta.

Ha habido diversos instrumentos que han acelerado esta normalización y algunos hitos que la han ralentizado. La estrategia de normalizar y que su última barrera, la aceptación de ese Gran Israel por parte árabe islámica, se derrumbe, tiene como ariete que los países occidentales acepten un rol de complicidad, no sólo ante su existencia (que es lo que se ‘vende’ a la opinión pública de la misma), sino a su política de ocupación y destierro palestino. La aceptación de un Israel inscrito en las fronteras de 1967 ya ha sido aceptada por los estados árabes y la OLP desde el Acuerdo de Beirut de la Liga de Estados Árabes de 2002 y rechazado por Israel.

La complicidad de los valedores de Israel (a la que se han sumado los países del Mercosur), toma la forma de que esos valedores, ‘defensores de la paz’ y de diálogo, se muestran favorables a ser ‘interlocutor’, ‘mediador’ entre las partes en ‘conflicto’ (nunca se menciona ‘ocupación) y los países occidentales, el Cuarteto, las Naciones Unidas (¡) y ahora el Brasil de Lula y los demás de Mercosur deben ganar ‘confianza’ entre las partes y nunca sancionar las diversas formas en que la ocupación se hace posible y se profundiza.

Todo lo contrario, la implantación de normas sionistas para ocupar el territorio y despojar a sus habitantes autóctonos palestinos, como la ley del Fondo Judío de tierras ‘abandonadas’ no han tenido respuesta en las relaciones diplomáticas con todos los países firmantes de Acuerdos internacionales con Israel.

La ocupación total de Palestina en el año 1967 y la paulatina colonización de Cisjordania y Gaza, seguida por todos los Gobiernos israelíes, sean laboristas o del Likud y sus aliados, no provocó mayores roces diplomáticos que periódicos testimonios orales, ante hitos de violencia, que no han tenido ninguna repercusión, abundando en las relaciones de todo tipo y, complementariamente, marginalizando a la causa palestina.

El ‘proceso de paz’ iniciado en las ‘negociaciones’ de Madrid y con el Acuerdo de Oslo ha profundizado la ocupación israelí y, en aparente contradicción, la normalización israelí. Sobre el avance y cronificación de la colonización en los Territorios Ocupados hay informes tan amplios y documentados que sus datos desnudan el cinismo insultante del discurso y el bla, bla, bla, de nuestros Gobernantes, diplomáticos y medios de comunicación.

Para ayudar a esa normalización con la Unión Europea ha habido dos instrumentos. Primero, el Proceso de Barcelona, impulsado por el gobierno español socialista de Felipe González, que en 1995 trataba de profundizar una política europea al conjunto de los países del Mediterráneo, sin considerar el incumplimiento del ‘espíritu’ del Acuerdo de Oslo que invalidaba cualquier ampliación a la colonización israelí. Esta consideración hacia un conjunto de países dispares, excluía que se pusiera un condicionamiento a un estado que ocupa diversos territorios de otros estados (Líbano, Siria) o carentes de él. Esa consideración de conjunto, y promover políticas generales, independientemente de que fueran o no democráticos, ocupantes, etc., permitió discrecionalmente avances a unos frente a otros, siendo, en todo caso, favorable a Israel.

El segundo paso contemporáneo, pero específico para Israel fue el Acuerdo de Asociación UE e Israel que prevé en su artículo segundo su suspensión en caso de violación de derechos humanos y del derecho internacional. Sólo en una ocasión, tras la masacre de Yenín, el Parlamento Europeo aprobó su suspensión, pero sin que la Comisión o el Consejo les hiciera el menor caso.

La táctica negociadora para la irreversibilidad de los acuerdos ha sido recurrente: dar un primer paso con Marruecos (otro Estado ocupante, en este caso del Sahara occidental), árabe –para evitar ser acusados de un favoritismo- y, posteriormente, hacer un acuerdo con Israel más profundo y operativo. Esto ha valido también en la política de la OTAN con los países ribereños del Mediterráneo que permite hacer maniobras militares e intercambios de los mismos con un país ocupante y que continúa su expansión (2).

El Proceso de Barcelona ha derivado en la Unión para el Mediterráneo que ya permite casos de asimetría y de discrecionalidad, entre las relaciones entre la UE y los diversos países del Mediterráneo y pasar de Acuerdos de Asociación a Vecindad. Los países árabes (y la OLP) del Mediterráneo, al aceptar las reglas de juego, han aceptado que Israel persista en su política expansiva, a cambio de fortalecer a sus gobiernos y economías.

Los próximos pasos de la normalización, tras el TLC con Mercosur que aparentemente no debieran ocasionar problemas a la potencia israelí y eso a pesar de la profundización de la ocupación con nuevos asentamientos, las conclusiones del Dictamen de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el Muro y el Informe Goldstone, son el ingreso de Israel en la OCDE, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (con un artículo 17 del procedimiento de admisión que debiera suponer el rechazo al mismo) (3) y el Acuerdo de Vecindad con la Unión Europea, upgrading (que nunca ha puesto en marcha ese artículo 2, antes mencionado), que le haría, en la práctica, cuasi miembro de la misma (4).

Ambas cuestiones rebelan la complicidad de los países occidentales y ahora de los países ‘emergentes’. No olvidemos que Mercosur ya tiene TLC con seis asociados: Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, que se integrará en la unión aduanera y que una vez que entre en vigor el acuerdo de adhesión de este último país al bloque, el país caribeño tendrá 270 días para analizar el tratado y deberá ser el Mercosur el que consulte a Israel sobre su disposición para negociar la incorporación venezolana al TLC (¡). La entrada de productos israelíes en los países de Mercosur hará que puedan circular por los países restantes antes mencionados por lo que, en la práctica, se volverán sus cancillerías parte del bla, bla, bla, aceptando y no rechazando la puesta en práctica del sionismo y del expolio palestino. Frente a ello, otros países, también latinoamericanos son más coherentes con el derecho internacional. También se enfrentan a esta dinámica perversa de la normalización los impulsores de la campaña por el Boicot, las Desinversiones y Sanciones (BDS), tanto la ciudadanía como organizaciones israelíes, palestinos y otras nacionalidades que hacen que Fondos de Pensiones noruegos, universidades de diferentes países y otros movimientos sociales y ciudadanos se rebelan ante la complicidad de sus gobiernos.

Las acciones legales para mostrar las incoherencias e incongruencias entre los Acuerdos que se firman con Israel y las contradicciones con las leyes constitucionales y de superior rango también son efectivas. Las acciones de asociaciones inglesas para mostrar que el comercio israelí no diferencia entre colonias y territorios israelíes al este de la línea fronteriza del 67, son igualmente relevantes.

Y como siempre, la lucha política popular en Israel, en Palestina y en cada uno de los países contra estos gobernantes cosidos con la amoralidad de la fuerza y de la injusticia.

Notas:

Veáse al respecto

http://register.consilium.europa.eu/pdf/fr/08/st16/st16897.fr08.pdf

http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti296.html

http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti148.html

http://www.nodo50.org/csca/agenda10/palestina/arti62.html

Santiago González es economista y miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.


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