CEPRID

A propósito de Cuba y la colaboración internacional

Viernes 10 de octubre de 2014 por CEPRID

José Luis Rodríguez Cuba Contemporánea

La colaboración internacional brindada por Cuba a otros países es un tema cuyo análisis objetivo no abunda en los medios de casi todo el mundo. Sin embargo, en los últimos tiempos han aparecido referencias al tema en diversos trabajos que cuestionan el cobro de servicios a un grupo de naciones que se encuentran en condición de compensar sus elevados costos. Da la impresión de que este tipo de consideraciones busca trasladar la imagen de que el país persigue ganancias millonarias con la asistencia médica o educacional que brinda a otros pueblos, o que trata de adquirir influencia política a cambio de esos servicios.

En este sentido, resulta importante recordar que tras el triunfo de la Revolución cubana ha habido pruebas, durante más de 50 años de vocación humanista y solidaria, que desmienten otras interpretaciones con las que se pretende juzgar la comercialización de servicios de fuerza de trabajo calificada que el país exporta en la actualidad.

Desde que Cuba formó una brigada médica para ayudar a las víctimas de un fuerte terremoto que azotó Chile en 1960 –en medio de la deserción masiva del 50% de los del país que marcharon a los Estados Unidos– hasta el pasado año, el país envió 836 142 civiles a 167 naciones diferentes como ayuda para enfrentar graves carencias, especialmente en la esfera de la salud. De esa cifra actualmente permanecen trabajando más de 64 362 especialistas en 91 países, unos 48 270 como personal de salud, incluyendo alrededor del 20% de los médicos del país.

Durante los primeros años de la Revolución, la asistencia médica se otorgó prioritariamente a aquellos países que luchaban por su liberación y que –a su vez– presentaban situaciones sanitarias críticas. De tal modo, dos de las brigadas médicas más importantes de aquellos años se dirigieron a Guinea y Tanzania. Esa línea de acción en África se extendería hasta los años 70 y 80 del pasado siglo, con una participación destacada de nuestro personal médico en Angola y Etiopía.

En los años 90 se estableció el Programa Integral de Salud, mediante el cual se dio un enfoque más efectivo a la asistencia brindada por Cuba, incluyendo los medicamentos, equipos médicos y preparación de personal.

Los desastres naturales a partir de los huracanes que azotaron Centroamérica y Haití en 1998-99, así como las inundaciones en el estado de Vargas, en Venezuela, generaron el despliegue de brigadas médicas cubanas integradas por cientos de especialistas que posibilitaron una mayor eficiencia en el trabajo asistencial.

Una estructura más especializada en el enfrentamiento emergente a desastres naturales se creó con la Brigada Henry Reeve en 2005, que ofreció sus servicios al gobierno de los Estados Unidos para enfrentar los efectos del huracán Katrina en Nueva Orleans. Este ofrecimiento inicial no fue aceptado pero la brigada cumplió hasta el 2012 doce misiones en diferentes países, especialmente en Pakistán, con 2 250 efectivos para hacer frente a las consecuencias de un fuerte terremoto, y nuevamente debido a un terrible huracán en Haití, con 923 participantes en 2010-2011.

En lo referido a la preparación del personal médico por parte de especialistas cubanos, entre 1976 y 2005 Cuba fundó escuelas de medicina en Yemen, Guyana, Etiopía, Uganda, Ghana, Gambia, Guinea Ecuatorial, Haití, Guinea Bissau y Timor Oriental. A ello se añadiría la creación de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) en 1999, que ha graduado a más de 20 mil médicos desde entonces, y el Programa de Formación de Médicos venezolanos, que tenía una matrícula de 30 mil jóvenes en 2012, entre los proyectos de mayor envergadura.

Además de todo lo anterior, en el ámbito de la colaboración internacional brindada por Cuba no puede pasarse por alto que también en la esfera de la educación se ha brindado una importante contribución. Basta señalar los más de 1 200 maestros que enseñaron en Nicaragua a inicios de los años 80 y los 21 mil profesores que integraron el Destacamento Pedagógico Internacionalista Che Guevara para impartir docencia entre 1978 y 1984 en Angola. A ello habría que añadir la implementación del método de alfabetización “Yo sí puedo”, que ha beneficiado al menos a 8,1 millones de personas en 29 países.

Hasta 2004 todas estas misiones fueron asumidas mayoritariamente con recursos aportados por Cuba. De tal forma, siguiendo la metodología empleada entonces para calcular la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), se estimó que en los años 80 Cuba destinó a ese objetivo el 0,72% de su PIB, cifra que se elevaría al 2% en 2004, muy por encima del compromiso de 0,7% asumido por los países más desarrollados del mundo, pero escasamente cumplido solo por un pequeño número de ellos.

La enorme magnitud de ese esfuerzo fue valorada en diciembre de 2004 cuando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, propuso que la masiva asistencia médica que Cuba brindaba a su país desde años anteriores pasara a ser un bien transable y –por tanto– fuera compensada monetariamente a partir de los recursos de Venezuela como país petrolero.

Fue a partir de esa decisión cuando –tomando en cuenta el monto de los recursos que ya se empleaban en el caso venezolano, y considerando las favorables condiciones económicas de ese país– se comenzaron a cobrar en una magnitud importante los servicios médicos brindados por Cuba, así como otros servicios en las esferas de la educación y el deporte básicamente.

La iniciativa venezolana de considerar como bienes transables los que se incluyen en la colaboración cubana, no solamente representó una notable muestra de solidaridad con los esfuerzos que venía realizando el gobierno cubano en la ayuda a otros pueblos, sino que permitió que la Isla comenzara a percibir ingresos que llevaron el saldo de la balanza comercial total de déficit a superávit a partir de ese momento, lo que posibilitó hacer sostenible y ampliar esa política.

Otras naciones como Ecuador y Sudáfrica también procederían a compensar los servicios médicos brindados por Cuba en base a sus posibilidades económicas. El caso más reciente que asumió esa modalidad ha sido Brasil, donde el gobierno de Dilma Rouseff decidió emprender hace un año atrás la operación “Más médicos”, con vistas a expandir los servicios a las regiones más desfavorecidas en el norte y el nordeste de ese territorio, tomando en cuenta que la densidad de médicos por habitante era de solo 1,8 por 1000.

Para esta operación se requerían 15 460 profesionales de la salud, de los cuales se contrataron originalmente 3 891 facultativos brasileños, los que finalmente se redujeron a 938, evidenciando la necesidad de acudir a otros en el extranjero, fundamentalmente de Uruguay, Argentina, España, Portugal y Cuba.

Hasta el presente, Cuba ha aportado 11 456 médicos a esta operación a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los cuales cubren con sus servicios más de dos mil pueblos en 26 estados brasileños, brindando así una asistencia que abarca el 74,1% de la demanda planteada.

Al igual que ha ocurrido con la presencia de médicos cubanos en Venezuela y otros países latinoamericanos, también ahora se ha desatado una intensa campaña mediática contra los especialistas cubanos, a los que se acusa de desplazar a sus homólogos en esos países. Se trata así de esconder otras realidades, no por ocultas menos objetivas y en muchos casos dolorosas también.

En primer lugar, los cubanos acuden allí donde no hay servicios médicos. En países muy pobres la ausencia del personal de salud es casi absoluta, pero donde existe –como es el caso de Venezuela o Brasil– muchos médicos no se contratan para trabajar en los servicios públicos y mucho menos acuden a las regiones donde más se les necesita. Desafortunadamente, más allá de recibir un ingreso acorde con su aporte social, la lógica de la competencia en una economía de mercado impulsa a ir allí donde más se gana y no donde más lo requiere la sociedad.

En segundo término, si los gobiernos de las naciones que contratan médicos de otros orígenes se decidieran a captar personal compitiendo con el muy rentable sector privado de la medicina, tendrían que enfrentar erogaciones insostenibles para el presupuesto público. Baste recordar que, según estudios realizados en América Latina, el gasto de un paciente atendido en Brasil por la medicina privada, basada en el sistema del seguro médico, equivale como promedio a 606 dólares por año, mientras que en Venezuela una consulta básica de medicina puede llegar a costar el equivalente a 127 dólares.

Desde luego que no son estas las bases de cálculo de los programas de colaboración cubanos, que no se rigen por la cotización del mercado internacional para estos servicios, ni por los costos de la formación del personal de alta calificación.

Lo que se pretende ocultar es que si hoy Cuba recibe ingresos que alcanzan miles de millones de dólares no es por las tarifas que impone, sino por la presencia de 64 362 especialistas en 191 países, muchos de ellos sin costo alguno.

En tercer lugar, la colaboración cubana con otros pueblos no es el resultado de esfuerzos individuales, sino que debe entenderse como una política defendida por el Estado cubano durante más de 50 años, y que se apoya en el uso de los recursos que ingresan al país no únicamente para el disfrute personal de los que crean la riqueza, sino en las necesidades de toda la sociedad.

Esto no excluye que en la medida en que la sociedad cubana pueda reconocer mejor el esfuerzo de sus trabajadores no incremente los ingresos personales de estos. El aumento salarial recién aprobado el presente año para el personal médico, unido a una mayor participación en los ingresos en las divisas que generan mientras permanecen en el exterior, ofrece un evidente testimonio de esa política.

Cuba ha desarrollado una colaboración con otros pueblos basada en brindar servicios de alta calidad y bajo costo, compensando parte de los gastos en la misma medida en que los ingresos no entren en conflicto con los principios de la más profunda solidaridad. La motivación esencial que ha llevado a miles de nuestros médicos y maestros a trabajar voluntariamente alejados de su familia y en muy difíciles condiciones, salvando vidas o enseñando a miles de kilómetros de su patria, es la convicción de que nada hay más importante que la vida y la dignidad del ser humano. El valor de esos principios no tiene una expresión monetaria.

José Luis Rodríguez es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.


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