La deshumanización de la salud

Jesús García Blanca

 

 

Al finalizar la segunda guerra mundial, las industrias químicas, que tanto habían contribuido durante la contienda al refinamiento en los modos de matar, encontraron dos campos fundamentales en los que emplear sus productos y continuar obteniendo beneficios: el campo de la salud y el campo de la alimentación: Antibióticos y Aditivos. Es decir: productos “contra la vida” y productos para “mejorar” la naturaleza.

Llevamos cincuenta años pagando las consecuencias de estos dos graves errores.

 

 

Salud de usar y tirar

            Para empezar, han facilitado dos transformaciones esenciales en el proceso de degradación biológica que padecemos en occidente: la de la salud en Sanidad y la de los alimentos en Comestibles: curación rápida, comida rápida.

            La salud es cosa de cada uno; la Sanidad es cosa del Estado. La verdadera salud no se consume, está arraigada en lo viviente. La Sanidad sí se consume, no es más que una lista de enfermedades y de productos químicos para curarlas. El eslogan es “consulte a su médico”. Y su médico consultará el Vademécum y prescribirá el fármaco correspondiente. Por esto cunde el pánico si esos productos se retiran de la Seguridad Social: se interpreta como negar la salud a los pobres.

 

Salud y Poder: intoxicar y reprimir

            Los alimentos son productos vivos que sirven para mantener la vida, por lo tanto son buenos para la salud; en cambio los comestibles son cualquier cosa que se coma y sirven para ser consumidos, por lo tanto son buenos para engrosar las arcas de sus fabricantes. El eslogan es “hay que comer de todo”.

            El Ministerio de Sanidad y Consumo responde precisamente al concepto pervertido de la salud que estamos explicando: su misión consiste en decirnos lo que debemos consumir si queremos estar sanos. Prescribirnos Comestibles y Medicamentos. Comida rápida; curación rápida. Intoxicar y reprimir. Usar y tirar. Aunque, estrictamente hablando, ¿no ha sido esta la función global del Poder durante los últimos seis mil años de civilización?

 

Medicina virtual, muertos reales.

            Ahora bien, ¿por qué tanta rapidez? Sencillamente porque la rapidez es característica esencial del progreso (ya se sabe que “el tiempo es oro”). La contrapartida, como advierte Paul Virilio es “el empequeñecimiento del mundo”.

            Los modernos medios de transporte vinieron a acortar las distancias entre lo que llamamos la salida y la llegada. El precio ha sido la destrucción del verdadero viaje. El límite, los viajes virtuales (por ejemplo: los turistas que contratan en las agencias excursiones programadas creen que están realmente visitando Egipto).

            Los medios de comunicación de masas vinieron a acortar las distancias entre lo que llamamos el emisor y el receptor de un mensaje. El precio ha sido la destrucción de la verdadera comunicación. El límite, las noticias virtuales (por ejemplo: la mayoría de los telespectadores de la CNN y del mundo entero creyeron que se estaba desarrollando una guerra en el Golfo Pérsico en lugar de una matanza).

            Siguiendo el mismo proceso, la química ha venido a acortar distancias entre lo que llamamos estar enfermo y estar curado. El precio ha sido la destrucción de la verdadera salud. El límite, las epidemias virtuales (por ejemplo: la mayoría de la gente cree que existe un virus llamado “VIH” causante de una nueva enfermedad mortal, el “SIDA” o un nuevo virus “VHC” causante de una nueva clase de Hepatitis).

            Y la cosa no termina aquí: el nuevo desafío a nuestra capacidad para aguantar errores y horrores es el peligro representado por la manipulación genética y su aplicación a los dos campos de los que venimos hablando (alimentos transgénicos, terapia génica).

 

“Más facil morir que pensar”

            La pregunta ahora es: ¿Cómo se ha logrado convencer a la gente de tamaños despropósitos? Muy sencillo: porque la mayoría de la gente no está interesada en visitar el Egipto profundo y complejo que reposa bajo la arena, sino un Egipto de cartón piedra, directamente sacado de Hollywood, fácil de digerir y fotografiar; o porque la mayoría de la gente prefiere pensar que efectivamente hubo una guerra donde los buenos tuvieron que dar una lección a los malos; o porque la mayoría de la gente prefiere pensar que las enfermedades llegan inesperadamente del exterior en lugar de reconocer que lleva una vida destructiva.

            Además, como decía Schopenhauer: “no existe ninguna opinión, por absurda que sea, que los hombres no se lancen a hacerla propia apenas se ha llegado a convencerles que tal opinión es universalmente aceptada”. Y añade: “les resulta más fácil morir que pensar”.

 

$in novedad en el frente

            Esta es la causa de que desde hace cien años mantengamos una guerra contra los microbios y hayamos desarrollado todo un arsenal cada vez más sofisticado (y por tanto más agresivo) para cazarlos y destruirlos. Pero en estos cien años se ha producido lo que podríamos llamar un “proceso de evolución pasteurizada”: se comenzó buscando microbios para las enfermedades; se pasó a buscar enfermedades para los microbios y finalmente a buscar enfermos para microbios inexistentes y enfermedades sin realidad patológica; ejemplo perfecto: eso llamado “VIH/SIDA”.

            Sin el “nuevo orden mundial” bajo vigilancia norteamericana y sin la mágica capacidad de los Medios de Comunicación de masas para crear noticias y especialmente noticias catastróficas, no existiría la actual Campaña de Terror en torno al SIDA. Y sin las nuevas formas de censura (basadas, no en impedir que alguien hable, sino en aborregar de tal forma a los oyentes que sus palabras ni siguiera lleguen a ser consideradas) la opinión pública ya sabría que en realidad el “VIH” no existe, que se está condenando a muerte a miles de personas con unos tests-chapuza sin validez alguna, que se les está aterrorizando mediante protocolos hospitalarios fraudulentos sin fundamento técnico y, finalmente, que estas personas están siendo literalmente envenenadas con pretendidos “tratamientos antivirales” a pesar de que existen soluciones no agresivas, baratas y eficaces para sus problemas de salud.

 

Autogestión de la salud

            Por eso la palabra clave es Responsabilidad. La Sanidad es, como hemos explicado, responsabilidad del Estado. La salud es responsabilidad de cada uno. Pero hemos renunciado a administrar nuestra salud. De forma que el Estado se ha hecho cargo de administrar las enfermedades... y los remedios para las enfermedades.

            Una vez dado este paso esencial, el abandono de nuestros cuerpos en manos de especialistas, el trato está cerrado: la salud deja de ser salud y se convierte en Sanidad; lo que sucede en nuestro cuerpo deja de ser un proceso natural que debemos comprender y respetar, y se convierte en un trastorno patológico que debe ser tapado, escondido, contenido, camuflado, trastocado o simplemente, extirpado. Siempre dependiendo del dictamen de los expertos, que a su vez está fundado en una serie de manipulaciones, análisis y pruebas cada vez más automatizadas; es decir: deshumanizadas.

 

Sistemas Sanitarios (SS): amenaza y control

            Jesús M. de Miguel, Catedrático de Sociología de la Salud, en su libro “Salud y Poder” resume así la situación de la medicina contemporánea en Occidente: “Primero, se descubrió que la conquista sobre las enfermedades infecciosas del siglo XIX se produjo antes de los avances tecnológicos médicos. Segundo, se observó que el nivel de salud de la población depende cada vez más de su conducta y del control del medio-ambiente. En una tercera etapa, se evidencia que una serie de enfermedades crónicas no responden a los esfuerzos sanitarios. Cuarto, algunos autores llegan a considerar la Medicina como una amenaza para la sociedad y los pacientes. En una quinta etapa, se responsabiliza al sistema sanitario de “medicalizar” y de crear juicios morales en torno a la población, sirviendo sobre todo como un mecanismo de control social”.

            Sin embargo, el primer descubrimiento no ha restado credibilidad a las vacunas, la segunda observación no produce ningún cambio en las políticas sanitarias y la tercera evidencia no ha impedido que sigamos interviniendo agresivamente en los trastornos agudos facilitando su cronificación.

 

SIDA: Némesis médica

            En cuanto a los dos últimos puntos, en 1975, Ivan Illich iniciaba su libro “Némesis Médica” con estas palabras: “La medicina institucionalizada ha llegado a convertirse en una grave amenaza para la salud”. 23 años después la amenaza se ha cumplido. Miles de seres humanos han muerto y muchos más van a morir víctimas de algo que representa la punta de iceberg de todos los despropósitos que la ciencia médica ha ido acumulando durante años: así es como hay que contemplar el “SIDA” y en ese contexto hay que concebir la lucha contra el SIDA.

            Se trata de poner al descubierto esos despropósitos convertidos en dogmas de fe y llevados hasta el absurdo: la teoría de la infección, la concepción militarista de la Inmunidad, las propiedades mágicas de los fármacos. Ello, unido a la creciente invasión tecnológica y a la perversión del Método Científico, está poniendo al descubierto que no estamos ante una cuestión científico-médica sino de Poder. ¿Acaso no están suficientemente claras las resonancias policiales del término “Seguridad Social”?

 

Negaos a obedecer

            En su libro “La teología de la medicina”, el psiquiatra Thomas Szasz razonaba: “¿Cómo se justifican y se hacen posibles las intervenciones psiquiátricas involuntarias y las muchas otras violaciones médicas de la libertad individual? Llamando a las personas `pacientes´, llamando al encarcelamiento `hospitalización´ y a la tortura, `terapia´”.

            Nosotros podemos ahora preguntarnos: ¿Cómo está la medicina institucionalizada perpetrando un genocidio planetario? Llamando a las condenas a muerte, “tests del SIDA”, a una campaña de Terror, “información”, a procedimientos hospitalarios inmunodepresores “protocolos de seguimiento” y a la administración de venenos mortales “terapia antiviral”.

            Pero no se trata tanto de quejarnos y culpar a estos o aquellos, sino de retomar la responsabilidad sobre nuestra salud. Y esto significa cambiar. Cambiar cada uno y cambiar la sociedad. Sé que es una empresa difícil, pero esto no es razón para no actuar. Negaos a obedecer, negaos a morir lentamente o a matar a vuestras criaturas. En lugar de desmenuzar la vida, destriparla y fijarla en los microscopios, sencillamente procurad vivir.