Posición del Grupo Estudiantil Anarquista frente a la coyuntura electoral nacional

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El sufragio universal, mientras sea ejercido en una sociedad en la que el pueblo esté económicamente dominado por una minoría detentadora de la propiedad y del capital, por independiente o libre que sea (…) o que lo parezca desde el punto de vista político, no podrá nunca producir más que elecciones ilusorias, antidemocráticas y absolutamente opuestas a las necesidades, a los instintos y a la voluntad real de las poblaciones.– Mijail Bakunin. El imperio Knutogermánico y la Revolución Social

En un par de semanas, el domingo 25 de Octubre del año en curso, se realizará una nueva jornada electoral donde se impondrán los nuevos alcaldes, concejos municipales, gobernaciones departamentales, asambleas de diputados, y en el caso distrital, edilatos de localidades. En los últimos días esta contienda se ha ido calentando con explosividad, especialmente en lo que refiere a la elección del alcalde o alcaldesa de Bogotá (segundo cargo burocrático de importancia en el país), mostrando con agresividad las campañas a través de los medios de comunicación hegemónicos (sobre todo en la guerra sucia y las encuestas, que terminan definiendo gran parte del contingente electoral indeciso), la publicidad callejera y el despliegue de las maquinarias que, al igual que hace décadas en Colombia, buscan votos en los barrios y veredas a través de prácticas de clientelismo, compra de votos y el trasteo de votantes, entre otras sucias artimañas.

Según las últimas encuestas, a nivel nacional las batallas por las grandes gobernaciones y alcaldías se dan entre los partidos de centro-derecha y extrema derecha, en concreto, entre la Unidad Nacional (coalición de partidos afines al oficialismo santista) y el conservadurismo paramilitar (Partido Conservador y Centro Democrático, este último mostrándose como “oposición” al actual gobierno), estando en segundo plano la izquierda parlamentaria (Polo Democrático Alternativo y Unión Patriótica*, especialmente) y las posiciones centristas “puras” (Alianza Verde y MIRA), mientras el voto en blanco ha ganado peso mediático en algunas ciudades de tamaño mediano como Bucaramanga. Sin embargo, se presenta la excepción de vieja data en Bogotá: la batalla capitalina se encuentra entre Clara López, (candidata de la coalición de izquierda y ciertos sectores de la Alianza Verde y el Liberalismo), Enrique Peñalosa (presentado en una campaña independiente pero que mantiene un fuerte apoyo del Partido Cambio Radical y Conservador, así como el guiño de una parte importante del Uribismo Distrital) y Rafael Pardo (candidato de la Unidad Nacional, con la excepción de Cambio Radical, y el apoyo del ala de centro-derecha de la Alianza Verde), siendo secundados por el Voto en Blanco y Francisco Santos (miembro del partido de extrema derecha Centro Democrático), y encontrándose lejos los demás candidatos.

Esta nueva coyuntura electoral está enmarcada dentro de grandes dinámicas, diferentes a las de los últimos escenarios. Por un lado, al contrario de nuestra declaración anterior respecto a las elecciones legislativas y presidenciales del año pasado1, el movimiento social no se encuentra precisamente en un auge o repunte, pues sí bien se hace preciso reconocer la importancia que tuvo el más reciente desarrollo de la Cumbre Agraria, el reflujo es evidente en gran parte de los procesos populares, luego de la estrepitosa derrota de las docentes a principio de año al ser traicionados por la burocracia de FECODE y el retroceso en movimientos como el estudiantil, territorial y sindical. Otro elemento para tener presente es el Centro Democrático, partido de extrema derecha y lleno de militantes que han simpatizado y participado activamente del paramilitarismo, que en esta contienda electoral medirán sus fuerzas locales y regionales que parecen estar minimizadas en comparación con las elecciones anteriores, donde se quedaron con una bancada grande en el parlamento y lograron hacer temblar la reelección de Santos en la primera vuelta. Sí el Uribismo parece no despegar es producto de una pésima estrategia publicitaria y politiquera que privilegia el caudillismo y las críticas a los diálogos de paz en vez de propuestas pragmáticas, con la excepción de aquellas que se derivan de sus intenciones, como lo son la seguridad (que representa la militarización de territorios) y el favorecimiento de la inversión extranjera.

Sumado a ello, la noticia que quizás mayor cambia esta nueva coyuntura es el avance a saltos de los diálogos de paz entre el gobierno nacional y la insurgencia de las FARC-EP en La Habana, Cuba, y el eventual inicio de una nueva mesa de negociaciones en Ecuador con el ELN, así como el práctico exterminio del EPL con el reciente abatimiento de Megateo, mayor cabecilla militar del último reducto de esta organización que se ubica en el Catatumbo. Aunque es obvio para muchas, el factor paz tiene repercusiones gigantes, especialmente en lo que refiere al optimismo que genera la apertura democrática de la oligarquía colombiana, que solo tolera la acción política cuando se limita a la contienda dentro del juego burgués electoral y que ha llevado a la izquierda parlamentaria a brillar en esta ocasión con fuerza en mayor número de tarjetones, escenario que también se da por los acuerdos regionales y nacionales alcanzados entre la Unión Patriótica (impulsada por el Partido Comunista Colombiano), Marcha Patriótica (con un fuerte sector que también hace parte de la UP y otro ligado al liberalismo de izquierda), el Movimiento Autónomo Indígena y Social y el Polo Democrático Alternativo (coalición que reúne a fuerzas desde la social-democracia del MOIR hasta apuestas con mucha cercanía a los movimientos sociales, como Poder y Unidad Popular, perteneciente a Congreso de los Pueblos), sumándose en Bogotá el Movimiento Progresistas (que hoy día está en la Alcaldía en cabeza de Gustavo Petro) y un margen del ala izquierdista del Partido Liberal y la Alianza Verde. Así, muchos lideres y militantes sociales que ganaron fama y renombre en las disputas del pueblo en los últimos años se atrevieron a dar un salto al lanzarse a varios cargos locales en todo el país, respondiendo a un llamado hecho desde esta izquierda renovada y reunificada tras la fragmentación del Polo Democrático hace tres años2. Especial mención tienen muchas compañeras de lucha con las cuales hemos compartidos espacios de unidad y acción dentro y fuera de las aulas universitarias, que han figurado con discreción en la conquista de edilatos en localidades de Bogotá.

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En un ejercicio de memoria, se hace preciso recordar que varios movimientos políticos de izquierda en nombre de sectarismos, vanguardismos y dogmatismos no permitieron la unidad desde abajo en diferentes coyunturas recientes, desplazando a quienes apostamos por la construcción de autonomía de los procesos frente a los proyectos políticos e ideológicos. En contraste, y demostrando una gran capacidad de negociación y consenso cuando de conquistar vacantes de la burocracia burguesa se trata, la izquierda parlamentaria llega con mayores niveles de cohesión a esta coyuntura. Muchas de las organizaciones que durante los últimos años han sido protagonistas en los grandes paros nacionales y regionales han optado por decantar gran parte de su fuerza en la consecución de algún cargo, estando entre ellas Marcha Patriótica3, sorprendiendo en comparación frente a la anterior coyuntura con su nueva incursión4.

Aun con bastantes matices y precisiones, la nueva burguesía colombiana representada en el santismo permite que la izquierda participe abiertamente en estas elecciones, salvo en aquellos lugares donde el paramilitarismo aun detente poder a través de sangre y fuego, como en gran parte del campo sur-oriental y caribeño de Colombia. El Estado colombiano busca con ello acoplar las demandas más reformistas de la izquierda a la maquinaria estatal (siguiendo el ejemplo del neoliberalismo latinoamericano, como en México, Argentina o Perú) y dando gestos de voluntad para que las insurgencias se desmovilicen y jueguen en su cancha, donde las condiciones las pone la politiquería tradicional, alejándolas de la lucha de clases y la contienda popular concreta. Así, no termina siendo curioso que este optimismo parlamentario suceda al mismo tiempo que el reflujo de gran parte del movimiento social5, y en particular, del movimiento estudiantil en su dinámica nacional6.

Desde nuestra praxis política, que se materializa en la construcción de procesos estudiantiles, educativos y sociales tejidos sobre los principios de autonomía, horizontalidad y acción directa, y desde una perspectiva claramente revolucionaria, antiestatal y anticapitalista, no tenemos más posición que declararnos en abstención activa al igual que en anteriores coyunturas. Rechazamos la premisa que asume que los grandes cambios sociales que requiere el sistema de vida actual se puedan realizar, o por lo menos “facilitar”, a través de las elecciones y el aparato estatal, cuando ni siquiera el pueblo en su conjunto se encuentra en un momento histórico de organización y ofensiva. De hecho, como ya señalamos, la entrega total a la coyuntura electoral, así sea de forma “momentánea”, ataca la inercia que venían teniendo los movimientos populares de un par de años para acá, que con mayor énfasis en esta ocasión se topan con grandes huecos temporales donde se deja de discutirse porque hay que luchar y de que manera nos organizamos, mientras las grandes agendas políticas nacionales y regionales se sientan sobre la mesa para dividir caras en tarjetones, cayendo en la práctica tan rechazada por nosotras de la legitimación de la democracia representativa y la profesionalización de la política, así sea desde escenarios que naturalmente nos parecen locales (como los concejos o edilatos) o desde las altas esferas de poder que están siendo disputadas por los cuadros más sobresalientes de los diferentes partidos.

Nuestra perspectiva crítica, aunque rechaza de principio a aquellas posturas burguesas que defienden la continuidad del sistema económico vigente, sea desde posiciones liberales, neoliberales radicales (como la del autodenominado “libertario” Raisbeck, que solo representa una burguesía inconforme con el neoliberalismo actual, pretendiéndolo profundizar y radicalizar con la dictadura del mercado sobre el Estado), de centro, derecha o extrema derecha, desarrolla de mayor manera su línea con lo que vendría ser el optimismo de izquierda al que nos hemos referido. Ya apuntábamos, por ejemplo, que muchas jóvenes y egresadas de universidades públicas, con quienes hemos compartido hombro a hombro luchas contra la ofensiva neoliberal, se han presentado a estas elecciones, sobre todo para aspirar a cargos menores (como edilatos) o en otros casos han servido de caja de resonancia de los proyectos electorales dentro de universidades y barrios populares. En ese sentido, no nos queda mayor duda que cuando de ir a elecciones se trata la izquierda parlamentaria juega con mayor disposición, mientras que los procesos sociales, donde pone bastante de su fuerza, son vistos en una dimensión secundaria y casi que táctica cada 2 años, en otras palabras: como plataformas de votantes.

De esa manera, nuestra crítica fraternal y sincera es también una propuesta: nuestra humilde capacidad militante libertaria sigue estando a disposición de las luchas estudiantiles y populares, desde una práctica de trabajo de base, multisectorialidad y clasismo, pues creemos que ahí es donde debemos poner el eje central de la acción política revolucionaria. Entonces, nuestro llamado a no votar en las elecciones o anular el voto7 es solo un aspecto secundario, que no se queda en la básica contra-coyuntura de limitarse a no ir a las urnas y aparecer de manera panfletaria cada 2 años para realizar acciones de propaganda alejadas de la verdadera praxis revolucionaria, sino que va más allá e invita a la construcción de una verdadera autonomía social, de abajo a arriba. Extendemos la invitación a las fuerzas de izquierda extra-parlamentaria, revolucionarias, libertarias y autónomas a aunar esfuerzos por la edificación de una alternativa donde, a partir de la unidad desde la lucha, forjemos una estrategia conjunta que busque la emancipación de las clases históricamente oprimidas a través de un proceso de ruptura y disputa con el régimen actual. Las demandas inmediatas, que la izquierda parlamentaria piensa lograr aceitando el sistema burgués, solo se conseguirán con legitimidad y apoyo sí son conquistadas en las calles, a través de la organización desde las bases y profundizando cada vez más las lecturas revolucionarias y libertarias en el seno del pueblo, a partir de los acuerdos a los que nos lleve el curso de la historia con la fuerza de las oprimidas y no desde negociaciones pre-electorales, que dimensiona a las bases sociales como meros datos que saldrán en informes de la registraduría el día de las elecciones.

En resumen, asumimos la abstención activa como propuesta, que sin embargo, se extienda estratégicamente en la continuación del largo proceso de trabajo de base e inserción social, que busca caminos hacia una verdadera emancipación: ¡No ir a las urnas por un día, y luchar el resto de la vida!

¡Arriba las que luchan!

Grupo Estudiantil Anarquista
11 de Octubre de 2015