El
Reino Unido autoriza a los empresarios a vigilar el correo electrónico de
sus empleados El Pais (5/10/2000)
Los empresarios
británicos tendrán el amparo de la ley para controlar el correo electrónico
y las llamadas telefónicas de sus empleados en su lugar de trabajo. El próximo
24 de octubre, el Gobierno de Blair dictará una norma que permitirá el "acceso
rutinario" a los correos y llamadas de los empleados para comprobar si se
refieren a cuestiones de trabajo. La secretaria británica de Comercio Electrónico,
Patricia Hewitt, ha matizado que habrá "limitaciones legales" como la de
no poder interceptar llamadas personales sin razones justificadas.
Juan Manuel Fernández
López, director de la Agencia de Protección de Datos española, manifestó
a este diario que este tipo de inspecciones es totalmente legal con una
única condición: que lo sepa el afectado.
"Es absolutamente
lícito indagar en el correo electrónico del trabajador, porque el correo
es una herramienta del empleador. Lo único que debe hacer es advertirlo".
Fernández López asegura, además, que este criterio es compartido por sus
homólogos europeos. "En reuniones comunitarias lo hemos analizado y estamos
de acuerdo en ello". Sin llegar a la sospecha de una conducta delictiva,
prosigue Fernández López, el empresario puede necesitar abrir el correo
electrónico del empleado que no está para saber si han llegado nuevos
pedidos, por ejemplo.
Sin jurisprudencia
En España no hay jurisprudencia
sobre el barrido empresarial del correo electrónico de los trabajadores,
y en el caso de la vigilancia de las llamadas telefónicas, el rastreo
de sentencias da resultados contradictorios.
En algunas decisiones
judiciales se ha admitido el pinchado telefónico por parte de la empresa
como prueba de la conducta desleal del empleado, y, en otras, se ha rechazado
por considerarse que la prueba se ha obtenido por métodos ilegítimos.
El Estatuto de los
Trabajadores de 1980 protege la inviolabilidad de los efectos personales
del trabajador y cita en qué condiciones la empresa puede registrar la
taquilla del empleado. El abogado Xavier Ribas, especializado en el sector,
coincide con Fernández López en que el correo electrónico no es una herramienta
que sea propiedad del trabajador. "Junto al derecho a la intimidad del
trabajador, un derecho renunciable, está la responsabilidad de la empresa
por la conducta de sus empleados en el trabajo. Es lo que se llama culpa
in vigilando . ¿Cómo puede responsabilizarse a la empresa si no tiene
instrumentos de vigilancia sobre esta conducta?".
El propio Ribas intervino
en el caso de unos laboratorios españoles con 7.000 trabajadores que introdujo
el control del correo electrónico. Inicialmente, los sindicatos se opusieron,
pero tras el establecimiento de unas normas internas de cómo y en qué
circunstancias se produciría el control, el colectivo laboral aceptó la
medida. "Generalmente no se vigila de manera indiscriminada todo el correo
electrónico" porque se trata de un flujo muy importante de mensajes que
es imposible controlar. "En la mayoría de los casos, primero surge la
sospecha sobre la conducta de un empleado, y es a partir de entonces cuando
se instalan los controles", concluye Ribas.
Víctor Domingo, de
la Asociación de Internautas (AI) se mostró particularmente preocupado
al conocer la noticia ya que teme que la medida vulnere el derecho a la
intimidad y genere un ambiente de desconfianza en el seno de las empresas.
La AI asesoró a los sindicatos españoles en un contencioso con una entidad
bancaria que quería restringir el uso del correo electrónico de sus empleados.
Objetivo del que desistió finalmente. "Permitir el control rutinario del
correo del trabajador es introducir los hábitos del estado policial en
la empresa. El correo electrónico debería contemplarse como las taquillas
personales, que sólo pueden abrirse ante sospechas ciertas y con determinadas
garantías en el proceso".
En Estados Unidos
se calcula que un 45% de las grandes empresas tienen instalados sistemas
para vigilar el correo electrónico de sus empleados. En California se
elaboró una ley que prohibía este tipo de supervisión, pero fue retirada
antes de entrar en vigor. Hace pocos meses, un senador demócrata propuso
una liviana normativa federal para obligar a las empresas a informar a
sus trabajadores de que podían escudriñar su correo electrónico. La iniciativa
tampoco prosperó.
El principal argumento
empresarial para controlar el correo electrónico de sus empleados es la
prevención del espionaje industrial por parte de un trabajador desleal.
Pero también se han dado otros argumentos más imprevistos como el vigilar
el intercambio por correo electrónico de jueguecitos digitales que se
guardan en el ordenador de la empresa y ocupan espacio en la memoria del
sistema. En Estados Unidos hizo furor en las oficinas un juego de éstos,
ElfBowling, que ocupaba un megabyte y cuya instalación masiva
en centenares de despachos de una firma mermó la capacidad de su sistema.
Los programas que
monitorizan el correo del empleado acostumbran a trabajar con palabras
o frases clave -los nombres de las compañías de la competencia y de los
productos de la empresa- y husmean el contenido de los mensajes cuando
el programa alerta de que un correo contiene alguna de las palabras sospechosas.
La iniciativa británica coincide con otra del mismo Gobierno que pretende
obligar a los servidores de acceso a Internet a suministrar a la policía
todos los datos sobre los movimientos en la red de un sospechoso. La medida
ha levantado un importante debate porque no exige permiso judicial.
La medida británica
se suma a la existencia de programas de espionaje sobre el correo y uso
de Internet por parte de un ciudadano investigado, como el Carnívoro del
FBI, y otros más globales, como Echelon, lanzado por el Gobierno norteamericano.
Los satélites de Echelon son capaces de escudriñar el contenido de cualquier
comunicación sospechosa en cualquier soporte.
El correo electrónico
ha perdido la imagen de algo volátil que tuvo al principio. El rescate electrónico
de correos con tres años de antigüedad como prueba en juicios o el despido
de trabajadores por un uso indebido del mismo, como sucedió en el diario
The New York Times , han demostrado que el correo electrónico más
que una carta es una postal. Y de la misma manera que han proliferado programas
para su control, han surgido sistemas de cifrado para dificultar la intromisión
ajena. Una empresa con un apellido premonitorio, AbsoluteFuture.com,
ha colgado de Internet un servicio que permite el envío de correo cifrado.
Es más, el remitente puede fijar en qué fecha y hora quiere que se destruya
totalmente y si el receptor podrá o no sacar copias.
El acceso al contenido
de un correo electrónico es muy fácil cuando se utilizan los sistemas
corporativos de la empresa. Si el trabajador se sirve de una cuenta propia
de correo gratuito a través de una web, el proceso de inspección desde
la empresa es más laborioso pero igualmente factible. |