Etica para Fernando

Hará unos tres años, poco después de haber montado nuestra editorial, pensamos que un buen método para conseguir llamar la atención de la gente hacia unos libros que considerábamos interesantes sería conseguir que autores de cierto renombre nos escribieran prólogos a modo de reclamo. Así de ingenuos éramos. Tanto, que pensamos en Fernando Savater como posible prologuista para la novela de Jack London, "El Vagabundo de las Estrellas", que acabábamos de traducir y estábamos a punto de publicar. La idea nos la había dado un amigo que sabía de la admiración de Savater hacia Jack London, admiración expuesta en su obra "La infancia recuperada" y que a nosotros nos pareció justificación suficiente para solicitar su colaboración. Y así lo hicimos. Tenemos que decir que por aquel entonces poco o nada sabíamos de la singular personalidad pública de Savater, a caballo entre el victimismo mediático a la Rushdie y la fascinación por ese deporte tan popular y comprometido que es la hípica. Nuestra ignorancia y nuestra ingenuidad fueron las culpables de un estúpido error que nunca podremos enmendar: asociar el nombre de Fernando Savater al de Jack London.

Pero el asunto es otro: tras un primer contacto por correo electrónico, Savater accedió a enviarnos un prólogo ad hoc. A las pocas semanas recibimos un texto de cinco párrafos con un mensaje no mucho más escueto: "Aquí está el texto. ¿Os parece bien un pago de 50.000 ptas?" ¿50.000 ptas? Aquello nos chocó. Poco antes habíamos recibido un prólogo de Guillermo Cabrera Infante quince veces más extenso que el de Savater por un precio cincuenta mil pesetas más barato, y estábamos preparando por aquellas fechas la edición de Futuro Primitivo, de John Zerzan, quien como tantos otros difunde libremente sus escritos. 'Qué extraño', pensamos entonces, 'Savater lleva muchos años en esto y debe conocer bien las dificultades que atraviesan las pequeñas editoriales como la nuestra. Lo lógico es que aquellos que están establecidos ayuden en la medida de lo posible a los que empiezan'. Cuidado: no estamos diciendo que Savater no deba cobrar por su trabajo, eso es asunto suyo; del amor a la literatura, por sincero que sea, no se come; y tampoco era compasión lo que íbamos buscando: honestidad, mesura, ética, ese tipo de cosas. Lo que nos sorprendió, en fin, fue lo elevado del precio. Hicimos nuestros cálculos: 50000 pesetas por 598 palabras salía a 83 pesetas por palabra. Una cifra un tanto desbocada, o al menos eso nos pareció a nosotros. ¿Cuánto habría tardado en escribirlas? ¿Diez minutos? ¿Era aquélla una propuesta lógica, tratándose del autor de Ética para Amador? ¿Era cinco mil pesetas por minuto una propuesta ética? Ahora nos atrevemos a decir que no, pero el caso es que en aquel momento fuimos lo bastante insensatos como para enviarle un talón por esa cantidad.

Cuando meses más tarde le enviamos un par de ejemplares acompañados de una nota de agradecimiento, no nos llegó siquiera una nota acusando recibo. 'No habrá podido mandarla', pensamos, 'debe de ser un hombre muy ocupado. Sin duda la defensa de la Libertad le quita mucho tiempo'. Pero tampoco contestó a los correos electrónicos en los que amablemente le pedíamos que nos confirmara que había recibido el paquete con los libros. Comenzábamos por fin a entender la película: Toma el dinero y corre.

Pronto llegarían nuevos indicios: nuestro contable nos comunicó al final del siguiente trimestre que no teníamos ninguna factura que justificara la salida de las cincuenta mil pesetas; el Profesor de Ética había preferido no declararlas. Más tarde encontramos indicios más graves. Mucho más graves: artículos en los que animaba y luego celebraba el cierre de la revista Ardi Beltza y el encarcelamiento de su director, Pepe Rei, como había hecho anteriormente con el cierre del Egin y haría algo más tarde con la ilegalización de Batasuna y la persecución de numerosas asociaciones vinculadas a los movimientos sociales. Mientras tanto publicaba aquí y allá sus crónicas ecuestres -suponemos que a 83 pesetas por palabra- y salía por la tele en estrenos de cine o en manifestaciones gubernamentales con las manos manchadas de pintura y la cara tapada con careta, sin olvidar su aparición, solemne y sonriente, en el programa de Carlos Dávila, todo un ejemplo de periodista ético, objetivo y amante de la libertad.

Y ahora lo de Marcos.

Es cierto, esto que estamos contando no dejaría de ser un chisme sin demasiado interés si no fuera porque, lamentablemente, todavía hay quien piensa que Fernando Savater tiene alguna legitimidad como intelectual, y es por ello que nos hemos decidido a aportar nuestro grano de arena, por pequeño que sea, al desenmascaramiento del farsante, desenmascaramiento que se hace cada día que pasa más urgente. Sus recientes insultos al Subcomandante Marcos, cuyo único propósito -cualquiera puede verlo- es propiciar un diálogo que pueda ser de alguna utilidad para buscar soluciones al conflicto vasco, demuestra lo que muchos sospechan desde hace tiempo: las verdaderas intenciones de Fernando Savater podrán o no estar directamente relacionadas con su desmedida ambición personal o con su condición cada vez más patente de vocero orgánico, pero desde luego no apuntan a la búsqueda de una salida dialogada y democrática a un conflicto político, que es lo que cabría esperar de cualquier intelectual mínimamente comprometido con la defensa de la libertad.

¿Pero qué se puede esperar de un Catedrático de Ética que levanta cincuenta mil pesetas a unos inocentes muchachos de provincias?

La Posse Regionata
Valencia, 12 de diciembre de 2002.