ARTICULOS
 
Numero especial sobre Allende  
de PUNTO FINAL (Chile) 
 
Red Bio-bio
Con motivo del 11 de Septiembre

Otra vez la historia muestra la actitud vergonzosa de los chilenos, representado por los mercanchifles
del poderque no trepidan en usar el engaño, el robo y el exterminio para mantener sus
intereses... espero que el pueblo adormecido en su alienacion sea capaz de asumir
esta conciencia y sea capaz de enfrentar las injusticias y no permita  a los culpables de tantos atropellos llevar  a cabo sus proyectos nefastos,

Unas cuantas horas menos de television, menos luz en los prostibulos y en el club de la Union pueden compenzar la falta de energia para las generaciones del futuro... nadie tiene el derecho de romper nuestras raices ancestrales, por lo que llamo la atención hoy 11 de septiembre, a redoblar la solidaridad con la
Nación MAPUCHE y de esta forma hacer posible para nuestra vejada tierra una esperanza
para las nuevas generaciones, y se cumplan así los sueños de justicia democracia y
libertad, sueño por la cuál muchos han pagado con sus vidas, otros están amenazados
otros en las cárceles.

Hermanos ha erradicar el sectarismo, el egoismo  la mentira y la traición.

En homenaje a Salvador ALLENDE y a todos los desaparecidos: hermanos hagamos la unidad por encima de todas nuestras diferencias particulares. dejemos atras el mundo salvaje de este siglo y hagamos del nuevo milenio
la vida.

Nunca más un 11 de septiembre negro

Les abraza
Un hermano mapuche
DoMiNgO PaInE

 A 25 años del golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 lo encumbró al poder en Chile, el general Augusto Pinochet sigue siendo un protagonista no sólo determinante, sino también sorpresivo en la política local.
SANTIAGO, 8 sep (Especial de IPS)

En una suerte de pase de prestidigitación, Pinochet desató en el último
mes actos políticos que dejaron en incómoda posición tanto
a la gobernante coalición de centroizquierda como a sus tradicionales
seguidores de la oposición derechista.

Pero también en los días recientes se evidenció una vez más que el
protagonismo del ex dictador y actual senador vitalicio
perjudica la política externa de Chile, dando pie incluso a un conflicto
diplomático con la neutral y pacífica Suiza.

El ex canciller y ex presidente del Senado Gabriel Valdés dijo este
lunes que la negativa suiza del día 3 a extraditar al insurgente
prófugo Patricio Ortiz es consecuencia de que en la comunidad
internacional pesa la imagen negativa que proyecta Pinochet.

Ortiz, quien el 30 de diciembre de 1996 protagonizó una espectacular
fuga de una cárcel de alta seguridad en helicóptero junto a
otros tres insurgentes, no gozaría en Chile de garantías para su
seguridad ''fisica y síquica'', según argumentaron las autoridades
suizas para negar la extradición.

El hecho de que un tribunal militar quiera juzgar a Ortiz fue una razón
poderosa para no enviarlo a Chile, ya que en el mundo se
considera que la justicia no es independiente en este país como
consecuencia de la influencia que mantiene Pinochet, comentó
Valdés.

Pese a las frecuentes críticas en su contra, el anciano general retirado
de 82 años continúa impertérrito en su papel de virtual
árbitro de las grandes decisiones que se han tomado en la política
chilena en los últimos 25 años.

El ex dictador y actual senador vitalicio negoció el 19 de agosto un
acuerdo para abolir el feriado del 11 de septiembre y el último
fin de semana se distanció del principal candidato del ''pinochetismo''
para las elecciones presidenciales de 1999.

El hombre que en 1974 decretó el feriado del 11 de septiembre para
conmemorar el cruento derrocamiento del gobierno de
Salvador Allende, abolió la fecha festiva para virtualmente imponer un
Día de la Unidad Nacional desde 1999.

Su principal interlocutor en la negociación fue el presidente del
Senado, Andrés Zaldívar, quien es además precandidato del Partido
Demócrata Cristiano (PDC) para ser el abanderado único de la gobernante
Concertación por la Democracia en 1999.

El domingo, en una entrevista, Pinochet calificó a Zaldívar como ''un
hombre muy capaz, muy inteligente, y un sabio político'',
expresó su confianza en que ''haría un buen papel en el gobierno'' y
aclaró luego: ''yo no tengo candidato'' para las elecciones
presidenciales de 1999.

El ex dictador pareció así dar la espalda al alcalde Joaquín Lavín, el
favorito entre los precandidatos de la derecha y cuyo partido,
la Unión Demócrata Independiente, es el que más reivindica las banderas
del ''pinochetismo''.

Con un mal disimulado resentimiento, Lavín comentó: ''no me interesa el
apoyo del general Pinochet, sino el respaldo de la gente''.
E insistió en que ''el gobierno militar es una cosa del pasado''.

Zaldívar, en tanto, debió puntualizar que Pinochet no es su ''agente de
campaña'', para contrarrestar el desagrado que produjeron
los elogios del ex dictador en el PDC y en otros ámbitos de la coalición
de gobierno.

Para algunos analistas, Pinochet estaría apostando a romper la
Concertación por la Democracia, ''hinflando'' la figura de Zaldívar,
ampliamente superado hasta ahora en las encuestas por Ricardo Lagos,
precandidato de los sectores socialistas de la
Concertación por la Democracia.

El propio ex dictador apuntó la semana pasada sus dardos contra los
socialistas, al demandar de la izquierda un ''gesto'' de
reconciliación en reciprocidad a lo que fue la abolición del feriado del
11 de septiembre.

Desde que asumiera como senador vitalicio el 11 de marzo de este año, el
ex jefe militar incorporó como constante de sus
discursos que son injustas las acusaciones en su contra por violaciones
de los derechos humanos.

De acuerdo a informes gubernamentales, bajo la dictadura, entre
septiembre de 1973 y marzo de 1990, se produjeron unos 2.500
crímenes contra los derechos humanos en Chile, entre ejecuciones
sumarias y desapariciones forzadas.

Pinochet no sólo dice que es objeto de acusaciones injustas, además
asegura no tener información sobre el paradero de los restos
de los desaparecidos y afirma desconocer si hubo violaciones de derechos
humanos por parte de sus subalternos.

Con sus imprevistas actuaciones políticas y las declaraciones con que
intenta ''blanquear'' su imagen de violador de los derechos
humanos, Pinochet sigue siendo para muchos el más fiel exponente de la
transición chilena a la democracia.

Esta transición, en un acto de trasvestismo político, en palabras del
sociólogo Tomás Moulián, busca convertir hoy al tirano de ayer
en una suerte de patriarca, bajo un manto de amnesia colectiva

El Mundo   Lunes, 14 de septiembre de 1998 
  EDITH CHAHIN 
 La hora de Atila llega a las calles de Santiago 

              ¿Has tenido alguna vez la experiencia de sentir miedo,
              de temblar de pánico, de paralizarte, de no poder
              hablar, ni moverte, ni pensar? Algunos días después
              del golpe militar, cuando permitieron que saliéramos a
              la calle a comprar víveres para la comida, volvía a casa
              con mi hijo de nueve meses sentado en su sillita en la
              parte trasera del coche, cuando lo experimenté por
              primera vez y no he podido librarme de él hasta ahora,
              porque me penetró hasta las entrañas: el miedo, el
              pánico que sentí al ver que un escuadrón de militares
              estaba rodeando la casa de unos vecinos. Los milicos
              llevaban la metralleta en alto, y ellos, tensos, rígidos,
              rápidos, violentos, duros, inconmovibles, crueles,
              mirando fijamente hacia adelante, sin ver los rostros
              atónitos de los demás vecinos que acudían al
              espectáculo jamás visto antes en Chile: el allanamiento
              de una morada por un pelotón militar.

              Lo primero que sentí fue una especie de parálisis en
              mis piernas; no me respondían, no sabían pisar el
              acelerador, ni el freno, ni el embrague... el motor se
              paró. Tardé mucho tiempo en reaccionar y conseguí
              hacerlo gracias al mismo miedo, que me hizo pensar:
              ¿y si vienen luego a nuestra casa? Fue una verdadera
              intuición. Conseguí poner el motor en marcha y partí en
              busca de mi marido que estaba en la iglesia con el
              cura párroco, intentando descubrir una fórmula mágica
              para auxiliar a las personas que estaban en peligro...
              Me costó convencerlo de que nosotros también lo
              estábamos y que no podíamos regresar a casa;
              teníamos que buscar un refugio. Decidimos pedir asilo
              en el convento de unas religiosas que eran vecinas
              nuestras y a las que mi marido había hecho algunos
              servicios.

              Las religiosas nos dieron una habitación pequeña, con
              una cama, en la que podríamos dormir mi marido y yo.
              Pero, nuestro hijo, ¿en dónde dormiría?, ¿y su
              biberón? ¿sus pañales?, ¿sus cosas de aseo? Tenía
              que volver a casa en busca de todo eso... La superiora
              se ofreció para acompañarme.

              Otra vez al coche, otra vez el miedo, otra vez las
              piernas paralizadas, otra vez conseguir arrancar el
              motor... Faltaban 20 minutos para el toque de queda...
              No sé, la verdad es que no recuerdo cómo lo conseguí,
              ni cómo fue el trayecto, pero llegamos a casa. Bajé
              rápidamente, abrí el portón y metí el coche, dejando el
              portón abierto y el motor en marcha... Entre las dos
              llenamos el coche cuna con las ropitas y alimentos del
              pequeño y con un par de chaquetas para nosotros, y
              volvimos a salir a toda velocidad, porque sólo nos
              quedaban ocho minutos. Si el toque de queda nos
              pillaba en la calle, no llegaríamos a nuestro destino,
              seríamos detenidas, interrogadas, declaradas
              culpables.

              Fue una auténtica pesadilla, agravada por la tensión
              que nos provocó un milico que nos dio orden de parar
              en un cruce. Detuvimos el coche con mucho miedo, a
              mí las manos, todas sudorosas, me resbalaban en el
              volante. Pero duró poco; la detención del coche sólo
              pretendía dar paso a un vehículo militar cargado con
              jóvenes uniformados armados hasta los dientes; detrás
              del camión venía un jeep no militar, seguido de otro
              vehículo igual al primero.

              MENSAJES DE UNA MIRADA.- En el jeep viajaba una
              familia y por la expresión que me hizo el conductor, a
              quien reconocí como amigo y compañero de una
              comunidad cristiana, me di cuenta de que iban
              detenidos. El no me saludó, sino que hizo un gesto que
              jamás podré olvidar y que apenas soy capaz de
              describir. ¿Cómo explicarte un gesto facial capaz de
              encerrar múltiples mensajes? Mensaje número uno:
              «Perdona, no te puedo saludar»; mensaje número dos:
              «Deja de mirarme, por favor, o te detendrán a ti
              también como cómplice»; mensaje número tres: «Avisa
              a los demás que me han detenido con toda mi familia,
              ya ves, hasta los más pequeños»; mensaje número
              cuatro: «No sé qué harán con nosotros»; mensaje
              número cinco y último: «Adiós, tal vez no volvamos a
              vernos». Así fue. No hemos vuelto a vernos nunca más.

              Conseguimos llegar cuando ya se había pasado la
              hora del toque de queda. No sabía que en ese mismo
              instante dos camiones se detenían frente a nuestra
              casa.

              «MANUAL BOYSCOUT» A LA CHIMENEA Lo supe al
              día siguiente, cuando me acerqué a casa acompañada
              nuevamente con la misma religiosa, con el fin de
              recoger los objetos de valor, el dinero, y otros de
              utilidad práctica que nos harían falta si nuestra
              ausencia se prolongaba. Una vecina nos dijo que,
              apenas habíamos salido, llegaron dos camiones
              cargados de militares y que, desde su casa, escuchó
              las metralletas y los gritos del que dirigía la operación.

              El portón de la verja estaba abierto. Avancé
              esquivando con los pies los casquillos de balas que
              había en el suelo, atravesé el jardín por un caminito que
              llevaba hasta la puerta de casa, que también estaba
              abierta... Entré con precaución, temblorosamente, y el
              espectáculo que vi ante mí no podía ser más
              desconsolador.

              Había un desorden total, ningún mueble estaba en su
              sitio, todos los libros de la biblioteca -mis queridos
              libros- estaban tirados por el suelo, otros habían sido
              quemados en la chimenea (un Manual de Boy Scout
              quemado en la chimenea...), los álbumes de fotos
              estaban vacíos, se habían llevado todas las fotografías;
              a navajazos habían abierto los cojines de los sillones y
              del sofá; en las habitaciones habían desarmado las
              camas, sacado todas las ropas de los armarios; en la
              cocina y en el baño, otro tanto, toallas y cacharros por
              el suelo; no se podía andar; una auténtica barbarie
              digna del paso de Atila.

La dignidad de Salvador Allende 
por Carlos Aznárez  

Un día como hoy, hace 25 años, Chile entraba en el túnel dictatorial más siniestro de su historia, del que todavía no ha podido salir, a pesar del maquillaje que le ha querido impregnar a su golpeada sociedad la democracia tutelada y continuista. 

Eran las 6 de la madrugada del 11 de septiembre de 1973, y la Marina chilena, disciplinada ejecutante -como el resto de las Fuerzas Armadas de su país- de los dictámenes de sus pares norteamericanos, participaba en un operativo de maniobras navales denominado "Unitas", junto con marines de Estados Unidos. Su objetivo de "pantalla" era el resguardo de "la seguridad del Océano Pacífico", pero la verdad era otra. Imprevistamente, los buques regresaron a Valparaíso y desembarcaron hombres y equipos, ocupando los lugares más estratégicos del puerto, la Intendencia local y las oficinas de la empresa telefónica. Comenzaba así la fase final del golpe militar contra el gobierno socialista del "compañero Presidente" Salvador Allende, que entronizaría por décadas al sanguinario general Augusto Pinochet. Una maniobra que en los días previos había contado con una serie de acciones desestabilizadoras promovidas por los aliados civiles de dicho proceso golpista. 

Todo era válido para quebrar el orden constitucional. Desde la huelga por tiempo indeterminado lanzada -contra la gestión económica oficial- por la Federación Nacional de Trabajadores (con mayoría democristiana), hasta la determinante huelga de camioneros -gremio controlado por la derecha más rancia-, que bloqueó de manera definitiva las más importantes rutas del país, provocando un duro desabastecimiento de alimentos y otros productos básicos para la población. Al mismo tiempo, las damas de clase alta y media alta, simulaban haber caído repentinamente en la pobreza, y batían sus cacerolas por las calles de Santiago exigiendo "paredón para los comunistas" y la renuncia del presidente elegido por el voto popular. 

La guinda de la tarta la ponían numerosos integrantes de la CIA y fuerzas especiales norteamericanas llegadas al país de manera solapada, que un día sí y otro también, tomaban contactos, repartían dinero y alentaban impudorosamente a dirigentes gremiales y políticos, grupos gansteriles, y organizaciones de corte paramilitar de ideología fascista y demócrata-cristiana, que teóricamente no deberían ser lo mismo pero que lo disimulaban bastante.  

¿Qué mal terrible había cometido el hombre al que se intentaba desalojar violentamente del Palacio de la Moneda? En solo tres años de mandato, el gobierno de la Unidad Popular, liderado por  Allende había intentado dar vuelta la realidad calamitosa que encontró en el país a fines de 1970. Ese Chile en el que diversos gobiernos de derecha y la DC, como su antecesor, Eduardo Frei Montalva (padre del actual Presidente), habían provocado una de las tasas más altas del mundo a nivel mortalidad infantil. Un país colonizado donde la cuarta parte de la población vivía en poblaciones "callampa" (barrio de chabolas), no tenía acceso a la medicina y su economía sustancial (las grandes empresas de la minería, del cobre, salitre, hierro, etc) estaban en manos de tres grandes trusts norteamericanos, Anaconda, Kennecott, Cerro Pasco y otros holdings menores pero de igual procedencia. 
En sus mil días de accionar social, Allende eliminó casi por completo el latifundio a través de una eficaz reforma agraria, nacionalizó la banca y los tres grandes dinosaurios empresariales de Estados Unidos, amén de expropiar sin indemnización a la poderosa ITT, que fue requisada y pasó a manos de los trabajadores. 

Además, se había ido instalando en Chile una nueva cultura de izquierdas, donde el sujeto social adquiría una validez nunca antes conocida frente a las aspiraciones individualistas e insolidarias. Todas estas iniciativas fueron desencadenando una brutal reacción de la oligarquía chilena y algunos sectores medios, que acicateados por la propaganda norteamericana, empezaron a crear el caldo de cultivo para la caída. A todo esto, se sumaron las debilidades del propio Gobierno, donde la batalla entre reformismo y Revolución, se saldaba con el triunfo de los primeros. Algunos dirigentes socialistas y comunistas, incluído el propio Allende, optaron por desacelerar la profundización de la ofensiva popular en lo que hace a los cambios de estructuras, como reclamaban amplios sectores de la izquierda rebelde, liderada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), sectores radicalizados del MAPU y descontentos de las propias bases del PS y el PC. En vez de emprenderla contra el enemigo real de las conquistas socialistas, desde el Gobierno se lanzó una campaña contra "el ultraizquierdismo". Y eso, ya se sabe cómo termina. 

El día D, las comandancias militares en su casi totalidad se levantaron en armas. Allende intento reencauzar la situación convocando tardíamente a la resistencia popular. Cuando las primeras bombas empezaron a caer sobre La Moneda, el compañero presidente optó por rendir caro tributo a su esfuerzo por la construcción de un país distinto. Acompañado por un grupo de leales militantes, dirigió un discurso memorable a sus seguidores y ya sobre el final empuñó la ametralladora que en una ocasión le regalara Fidel Castro. Cayó heroícamente combatiendo a los enemigos de Chile, sentando un antecedente honroso para las generaciones futuras. 

Veinticinco años después, Chile sigue en la misma encrucijada. El dictador Pinochet es hoy senador vitalicio como consecuencia de esa magnanimidad que ofrecen siempre los demócratas a sus eventuales aliados, los crímenes de la dictadura siguen impunes (desde el asesinato de Allende y Víctor Jara hasta los de todas y todos los que fueron torturados, desaparecidos y masacrados), muchos de los "izquierdistas irredentos" de ayer lucen corbata y traje acartonado, y por supuesto han colgado sus principios en el perchero de algún despacho oficial o una empresa privada, otros tantos "revolucionarios de café" juran diariamente su arrepentimiento a quienes quieran escucharlos, y en las cárceles, decenas de patriotas del FPMR, del MIR y el MAPU-Lautaro siguen sufriendo palizas, vejámenes y atropellos a sus derechos más elementales. No es de extrañar, gobierna Frei, hijo y discípulo de aquél que sojuzgó a los desposeídos y conspiró contra Allende. Estados Unidos está, como siempre, omnipresente a través de trasnacionales, empresas privatizadas y agentes de servicios represivos varios. Los pobres son cada vez más pobres y los ricos ya no caben dentro de tantas ganancias. Pero a pesar de esta desgracia, producto de la democracia continuista, algo se está moviendo: pobladores de las "callampas" peleando contra la super marginación, campesinos rebeldes que exigen tierras, indígenas mapuches luchando contra los privatizadores españoles (Endesa) del Bío Bío, cortes de rutas, huelgas contra el avance neoliberal, resurgimiento del MIR y otros grupos rebeldes, reorganización del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, después de la fuga exitosa del penal de Santiago, activismo callejero por la libertad de los presos, dirigentes comunistas (como Gladis Marín) que promete desde el marxismo, la regeneración de las banderas históricas de su partido. Y en cada corazón de los hombres y mujeres chilenos, el recuerdo honroso de Salvador Allende, quien prefirió, esa aciaga tarde de septiembre del 73, morir escuchando el tableteo de su "kalashnikov" antes que entregar -como tantos de sus colegas de allí y aquí- la dignidad y el compromiso con su pueblo. (Para recordar a Allende y repudiar al continuismo pinochetista, desde "Resumen Latinoamericano", convocamos junto con Askapena, Komite Internazionalistak y Paz y Solidaridad, a concentrarnos hoy, a las 19,30 hs., frente al Consulado chileno de Bilbao, Po.Volantín 29) 

 
CHILE: La Iglesia se esfuerza en reconciliar a un país dividido  
 por Gustavo González 

 SANTIAGO, 9 sep (IPS) La Iglesia Católica de Chile realizó por primera 
 vez, 25 años del golpe de Estado del 11 de 
 septiembre de 1973, un masivo oficio religioso por la unidad nacional, 
 en un renovado esfuerzo por reconciliar a un 
 país dividido. 
  
 El arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, quien celebró la 
 misa en el Templo Votivo de Maipú la noche de este martes, 
 calificó de signo alentador la presencia en el lugar de altos mandos 
 militares y de dirigentes de casi todos los sectores políticos. 
  
 Pero el primado de la Iglesia advirtió a la vez que se requiere de 
 nuevas iniciativas para restañar las consecuencias de las 
 violaciones de derechos humanos cometidas entre el 11 de septiembre de 
 1973 y el 11 de marzo de 1990 y alcanzar la ansiada 
 reconciliación nacional. 
  
 El ex dictador y actual senador vitalicio Augusto Pinochet fue el gran 
 protagonista ausente de la misa celebrada en Maipú, un 
 histórico municipio aledaño a Santiago, escenario de la batalla del 5 de 
 abril de 1818 que selló la independencia de Chile de la 
 corona española. 
  
 Parlamentarios del Partido Socialista habían advertido que se retirarían 
 del templo si Pinochet asistía al oficio religioso, ya que el 
 anciano general retirado de 82 años no hizo jamás un gesto real en favor 
 de la reconciliación, según dijeron. 
  
 Tampoco participaron en la misa dirigentes del Partido Comunista, de 
 otros grupos de la izquierda extraparlamentaria ni las 
 organizaciones que nuclean a familiares de detenidos- desaparecidos y de 
 ejecutados por razones políticos. 
  
 Las asociaciones de víctimas de la represión dictatorial valoraron la 
 iniciativa de la Iglesia, pero indicaron que para alcanzar la 
 reconciliación y la unidad nacional es necesaria la ''verdad y 
 justicia'' en materia de crímenes contra los derechos humanos. 
  
 ''Espero que seamos capaces de mirar esta fecha (del 11 de septiembre de 
 1973) como un pasado histórico. Pero para que sea un 
 pasado histórico debemos ser capaces de curar nuestras heridas'', dijo 
 el presidente Eduardo Frei. 
  
 El oficio religioso fue un anticipo del Día de la Unidad Nacional, que a 
 partir de 1999 se celebrará el primer lunes de septiembre, 
 en sustitución del feriado del 11 de septiembre que la dictadura de 
 Pinochet instauró desde 1974. 
  
 El 19 de agosto último se alcanzó un acuerdo en ese sentido en el Senado 
 gracias a una negociación del propio Pinochet con la 
 máxima autoridad de la cámara alta, Andrés Zaldívar, precandidato 
 presidencial del Partido Demócrata Cristiano (PDC). 
  
 Esta gestión del ex dictador fue calificada por sectores de izquierda 
 como una maniobra oportunista, que no refleja un sincero 
 propósito de revisión autocrítica de los actos represivos del prolongado 
 régimen militar. 
  
 Pinochet se ha negado sistemáticamente a gestos como pedir perdón por 
 los crímenes contra los derechos humanos o a facilitar 
 informes militares para que se puedan ubicar los restos de unas 1.200 
 víctimas de desapariciones forzadas. 
  
 El arzobispo Errázuriz aludió indirectamente a estos aspectos, al 
 recalcar la necesidad de ''nuevas iniciativas'' en pro de la 
 reconciliación luego del acuerdo que permitirá derogar desde el próximo 
 año el feriado del 11 de septiembre. 
  
 Las Fuerzas Armadas y la policía de Carabineros se abstendrán este 
 viernes de realizar desfiles y otras ceremonias castrenses 
 conmemorativas del golpe, y sólo celebrarán misas en recuerdo de sus 
 efectivos muertos en actos de servicio entre 1973 y 1990. 
  
 En su homilía, el primado católico invitó a analizar el golpe de 1973 
 desde una perspectiva humana, subrayando que el 
 derrocamiento del gobierno de Salvador Allende abrió un período de luto 
 y de dolor para gran parte de la sociedad chilena. 
  
 Fustigó los métodos de tortura y eliminación ''de muchos de nuestros 
 hermanos'' e indicó que, si bien murieron uniformadas en 
 situaciones de violencia, la mayoría de las víctimas fueron dirigentes 
 políticos y civiles. 
  
 El arzobispo Errázuriz exhortó a orar por ''el eterno descanso'' de las 
 víctimas y recalcó que se requiere de nuevas iniciativas para 
 que los familiares de los desaparecidos puedan encontrar a sus seres 
 queridos y perdonar a sus victimarios. 
  
 Admitió, sin embago que pueden quedar en la impunidad legal muchas de 
 las violaciones, ''pero no en la (impunidad) ética'', porque 
 ''la voz acusatoria de la conciencia y la pérdida de la paz es un 
 castigo mucho peor que la pérdida de la libertad física''. 
  
 Pese a los esfuerzos de la Iglesia Católica, este aniversario número 25 
 del golpe de 1973 se proyecta una vez más con caracteres 
 conflictivos, en la medida de que continúa abierto el capítulo de las 
 violaciones de los derechos humanos. 
  
 Las organizaciones humanitarias y partidos de izquierda deseaban rendir 
 este viernes homenaje a Allende desfilando por un 
 costado del palacio presidencial de La Moneda, donde el presidente 
 socialista se suicidó tras su infructuosa resistencia a los 
 golpistas en defensa de la institucionalidad. 
  
 Pero el gobierno de Frei negó el permiso para el paso del desfile por La 
 Moneda, pese a que los partidos de la oficialista 
 Conertación por la Democracia pidieron que este año se autorizara por 
 primera vez el desplazamiento de manifestantes por el 
 lugar. 
  
 Así, es predecible que una vez más, como dijeron políticos de izquierda, 
 ''el pueblo intente legítimamente desfilar por La Moneda'', 
 lo cual podría reeditar los enfrentamientos con la policía, 
 característicos de cada 11 de septiembre en Chile.