A 25 años del
golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 lo encumbró al poder
en Chile, el general Augusto Pinochet sigue siendo un protagonista no sólo
determinante, sino también sorpresivo en la política local.
SANTIAGO, 8 sep (Especial de IPS)
En una suerte de pase de prestidigitación,
Pinochet desató en el último
mes actos políticos que dejaron en incómoda
posición tanto
a la gobernante coalición de centroizquierda
como a sus tradicionales
seguidores de la oposición derechista.
Pero también en los días recientes
se evidenció una vez más que el
protagonismo del ex dictador y actual senador vitalicio
perjudica la política externa de Chile,
dando pie incluso a un conflicto
diplomático con la neutral y pacífica
Suiza.
El ex canciller y ex presidente del Senado Gabriel
Valdés dijo este
lunes que la negativa suiza del día 3 a
extraditar al insurgente
prófugo Patricio Ortiz es consecuencia de
que en la comunidad
internacional pesa la imagen negativa que proyecta
Pinochet.
Ortiz, quien el 30 de diciembre de 1996 protagonizó
una espectacular
fuga de una cárcel de alta seguridad en
helicóptero junto a
otros tres insurgentes, no gozaría en Chile
de garantías para su
seguridad ''fisica y síquica'', según
argumentaron las autoridades
suizas para negar la extradición.
El hecho de que un tribunal militar quiera juzgar
a Ortiz fue una razón
poderosa para no enviarlo a Chile, ya que en el
mundo se
considera que la justicia no es independiente en
este país como
consecuencia de la influencia que mantiene Pinochet,
comentó
Valdés.
Pese a las frecuentes críticas en su contra,
el anciano general retirado
de 82 años continúa impertérrito
en su papel de virtual
árbitro de las grandes decisiones que se
han tomado en la política
chilena en los últimos 25 años.
El ex dictador y actual senador vitalicio negoció
el 19 de agosto un
acuerdo para abolir el feriado del 11 de septiembre
y el último
fin de semana se distanció del principal
candidato del ''pinochetismo''
para las elecciones presidenciales de 1999.
El hombre que en 1974 decretó el feriado
del 11 de septiembre para
conmemorar el cruento derrocamiento del gobierno
de
Salvador Allende, abolió la fecha festiva
para virtualmente imponer un
Día de la Unidad Nacional desde 1999.
Su principal interlocutor en la negociación
fue el presidente del
Senado, Andrés Zaldívar, quien es
además precandidato del Partido
Demócrata Cristiano (PDC) para ser el abanderado
único de la gobernante
Concertación por la Democracia en 1999.
El domingo, en una entrevista, Pinochet calificó
a Zaldívar como ''un
hombre muy capaz, muy inteligente, y un sabio político'',
expresó su confianza en que ''haría
un buen papel en el gobierno'' y
aclaró luego: ''yo no tengo candidato''
para las elecciones
presidenciales de 1999.
El ex dictador pareció así dar la
espalda al alcalde Joaquín Lavín, el
favorito entre los precandidatos de la derecha
y cuyo partido,
la Unión Demócrata Independiente,
es el que más reivindica las banderas
del ''pinochetismo''.
Con un mal disimulado resentimiento, Lavín
comentó: ''no me interesa el
apoyo del general Pinochet, sino el respaldo de
la gente''.
E insistió en que ''el gobierno militar
es una cosa del pasado''.
Zaldívar, en tanto, debió puntualizar
que Pinochet no es su ''agente de
campaña'', para contrarrestar el desagrado
que produjeron
los elogios del ex dictador en el PDC y en otros
ámbitos de la coalición
de gobierno.
Para algunos analistas, Pinochet estaría
apostando a romper la
Concertación por la Democracia, ''hinflando''
la figura de Zaldívar,
ampliamente superado hasta ahora en las encuestas
por Ricardo Lagos,
precandidato de los sectores socialistas de la
Concertación por la Democracia.
El propio ex dictador apuntó la semana pasada
sus dardos contra los
socialistas, al demandar de la izquierda un ''gesto''
de
reconciliación en reciprocidad a lo que
fue la abolición del feriado del
11 de septiembre.
Desde que asumiera como senador vitalicio el 11
de marzo de este año, el
ex jefe militar incorporó como constante
de sus
discursos que son injustas las acusaciones en su
contra por violaciones
de los derechos humanos.
De acuerdo a informes gubernamentales, bajo la dictadura,
entre
septiembre de 1973 y marzo de 1990, se produjeron
unos 2.500
crímenes contra los derechos humanos en
Chile, entre ejecuciones
sumarias y desapariciones forzadas.
Pinochet no sólo dice que es objeto de acusaciones
injustas, además
asegura no tener información sobre el paradero
de los restos
de los desaparecidos y afirma desconocer si hubo
violaciones de derechos
humanos por parte de sus subalternos.
Con sus imprevistas actuaciones políticas
y las declaraciones con que
intenta ''blanquear'' su imagen de violador de
los derechos
humanos, Pinochet sigue siendo para muchos el más
fiel exponente de la
transición chilena a la democracia.
Esta transición, en un acto de trasvestismo
político, en palabras del
sociólogo Tomás Moulián, busca
convertir hoy al tirano de ayer
en una suerte de patriarca, bajo un manto de amnesia
colectiva |
El Mundo
Lunes, 14 de septiembre de 1998
EDITH
CHAHIN
La
hora de Atila llega a las calles de Santiago
¿Has tenido alguna vez la experiencia de sentir miedo,
de temblar de pánico, de paralizarte, de no poder
hablar, ni moverte, ni pensar? Algunos días después
del golpe militar, cuando permitieron que saliéramos a
la calle a comprar víveres para la comida, volvía a casa
con mi hijo de nueve meses sentado en su sillita en la
parte trasera del coche, cuando lo experimenté por
primera vez y no he podido librarme de él hasta ahora,
porque me penetró hasta las entrañas: el miedo, el
pánico que sentí al ver que un escuadrón de militares
estaba rodeando la casa de unos vecinos. Los milicos
llevaban la metralleta en alto, y ellos, tensos, rígidos,
rápidos, violentos, duros, inconmovibles, crueles,
mirando fijamente hacia adelante, sin ver los rostros
atónitos de los demás vecinos que acudían al
espectáculo jamás visto antes en Chile: el allanamiento
de una morada por un pelotón militar.
Lo primero que sentí fue una especie de parálisis en
mis piernas; no me respondían, no sabían pisar el
acelerador, ni el freno, ni el embrague... el motor se
paró. Tardé mucho tiempo en reaccionar y conseguí
hacerlo gracias al mismo miedo, que me hizo pensar:
¿y si vienen luego a nuestra casa? Fue una verdadera
intuición. Conseguí poner el motor en marcha y partí
en
busca de mi marido que estaba en la iglesia con el
cura párroco, intentando descubrir una fórmula mágica
para auxiliar a las personas que estaban en peligro...
Me costó convencerlo de que nosotros también lo
estábamos y que no podíamos regresar a casa;
teníamos que buscar un refugio. Decidimos pedir asilo
en el convento de unas religiosas que eran vecinas
nuestras y a las que mi marido había hecho algunos
servicios.
Las religiosas nos dieron una habitación pequeña, con
una cama, en la que podríamos dormir mi marido y yo.
Pero, nuestro hijo, ¿en dónde dormiría?, ¿y
su
biberón? ¿sus pañales?, ¿sus cosas de aseo?
Tenía
que volver a casa en busca de todo eso... La superiora
se ofreció para acompañarme.
Otra vez al coche, otra vez el miedo, otra vez las
piernas paralizadas, otra vez conseguir arrancar el
motor... Faltaban 20 minutos para el toque de queda...
No sé, la verdad es que no recuerdo cómo lo conseguí,
ni cómo fue el trayecto, pero llegamos a casa. Bajé
rápidamente, abrí el portón y metí el coche,
dejando el
portón abierto y el motor en marcha... Entre las dos
llenamos el coche cuna con las ropitas y alimentos del
pequeño y con un par de chaquetas para nosotros, y
volvimos a salir a toda velocidad, porque sólo nos
quedaban ocho minutos. Si el toque de queda nos
pillaba en la calle, no llegaríamos a nuestro destino,
seríamos detenidas, interrogadas, declaradas
culpables.
Fue una auténtica pesadilla, agravada por la tensión
que nos provocó un milico que nos dio orden de parar
en un cruce. Detuvimos el coche con mucho miedo, a
mí las manos, todas sudorosas, me resbalaban en el
volante. Pero duró poco; la detención del coche sólo
pretendía dar paso a un vehículo militar cargado con
jóvenes uniformados armados hasta los dientes; detrás
del camión venía un jeep no militar, seguido de otro
vehículo igual al primero.
MENSAJES DE UNA MIRADA.- En el jeep viajaba una
familia y por la expresión que me hizo el conductor, a
quien reconocí como amigo y compañero de una
comunidad cristiana, me di cuenta de que iban
detenidos. El no me saludó, sino que hizo un gesto que
jamás podré olvidar y que apenas soy capaz de
describir. ¿Cómo explicarte un gesto facial capaz de
encerrar múltiples mensajes? Mensaje número uno:
«Perdona, no te puedo saludar»; mensaje número dos:
«Deja de mirarme, por favor, o te detendrán a ti
también como cómplice»; mensaje número tres:
«Avisa
a los demás que me han detenido con toda mi familia,
ya ves, hasta los más pequeños»; mensaje número
cuatro: «No sé qué harán con nosotros»;
mensaje
número cinco y último: «Adiós, tal vez no volvamos
a
vernos». Así fue. No hemos vuelto a vernos nunca más.
Conseguimos llegar cuando ya se había pasado la
hora del toque de queda. No sabía que en ese mismo
instante dos camiones se detenían frente a nuestra
casa.
«MANUAL BOYSCOUT» A LA CHIMENEA Lo supe al
día siguiente, cuando me acerqué a casa acompañada
nuevamente con la misma religiosa, con el fin de
recoger los objetos de valor, el dinero, y otros de
utilidad práctica que nos harían falta si nuestra
ausencia se prolongaba. Una vecina nos dijo que,
apenas habíamos salido, llegaron dos camiones
cargados de militares y que, desde su casa, escuchó
las metralletas y los gritos del que dirigía la operación.
El portón de la verja estaba abierto. Avancé
esquivando con los pies los casquillos de balas que
había en el suelo, atravesé el jardín por un caminito
que
llevaba hasta la puerta de casa, que también estaba
abierta... Entré con precaución, temblorosamente, y el
espectáculo que vi ante mí no podía ser más
desconsolador.
Había un desorden total, ningún mueble estaba en su
sitio, todos los libros de la biblioteca -mis queridos
libros- estaban tirados por el suelo, otros habían sido
quemados en la chimenea (un Manual de Boy Scout
quemado en la chimenea...), los álbumes de fotos
estaban vacíos, se habían llevado todas las fotografías;
a navajazos habían abierto los cojines de los sillones y
del sofá; en las habitaciones habían desarmado las
camas, sacado todas las ropas de los armarios; en la
cocina y en el baño, otro tanto, toallas y cacharros por
el suelo; no se podía andar; una auténtica barbarie
digna del paso de Atila. |
La dignidad
de Salvador Allende
por Carlos Aznárez
Un día como hoy, hace 25 años,
Chile entraba en el túnel dictatorial más siniestro de su
historia, del que todavía no ha podido salir, a pesar del maquillaje
que le ha querido impregnar a su golpeada sociedad la democracia tutelada
y continuista.
Eran las 6 de la madrugada del 11
de septiembre de 1973, y la Marina chilena, disciplinada ejecutante -como
el resto de las Fuerzas Armadas de su país- de los dictámenes
de sus pares norteamericanos, participaba en un operativo de maniobras
navales denominado "Unitas", junto con marines de Estados Unidos. Su objetivo
de "pantalla" era el resguardo de "la seguridad del Océano Pacífico",
pero la verdad era otra. Imprevistamente, los buques regresaron a Valparaíso
y desembarcaron hombres y equipos, ocupando los lugares más estratégicos
del puerto, la Intendencia local y las oficinas de la empresa telefónica.
Comenzaba así la fase final del golpe militar contra el gobierno
socialista del "compañero Presidente" Salvador Allende, que entronizaría
por décadas al sanguinario general Augusto Pinochet. Una maniobra
que en los días previos había contado con una serie de acciones
desestabilizadoras promovidas por los aliados civiles de dicho proceso
golpista.
Todo era válido para quebrar
el orden constitucional. Desde la huelga por tiempo indeterminado lanzada
-contra la gestión económica oficial- por la Federación
Nacional de Trabajadores (con mayoría democristiana), hasta la determinante
huelga de camioneros -gremio controlado por la derecha más rancia-,
que bloqueó de manera definitiva las más importantes rutas
del país, provocando un duro desabastecimiento de alimentos y otros
productos básicos para la población. Al mismo tiempo, las
damas de clase alta y media alta, simulaban haber caído repentinamente
en la pobreza, y batían sus cacerolas por las calles de Santiago
exigiendo "paredón para los comunistas" y la renuncia del presidente
elegido por el voto popular.
La guinda de la tarta la ponían
numerosos integrantes de la CIA y fuerzas especiales norteamericanas llegadas
al país de manera solapada, que un día sí y otro también,
tomaban contactos, repartían dinero y alentaban impudorosamente
a dirigentes gremiales y políticos, grupos gansteriles, y organizaciones
de corte paramilitar de ideología fascista y demócrata-cristiana,
que teóricamente no deberían ser lo mismo pero que lo disimulaban
bastante.
¿Qué mal terrible había
cometido el hombre al que se intentaba desalojar violentamente del Palacio
de la Moneda? En solo tres años de mandato, el gobierno de la Unidad
Popular, liderado por Allende había intentado dar vuelta la
realidad calamitosa que encontró en el país a fines de 1970.
Ese Chile en el que diversos gobiernos de derecha y la DC, como su antecesor,
Eduardo Frei Montalva (padre del actual Presidente), habían provocado
una de las tasas más altas del mundo a nivel mortalidad infantil.
Un país colonizado donde la cuarta parte de la población
vivía en poblaciones "callampa" (barrio de chabolas), no tenía
acceso a la medicina y su economía sustancial (las grandes empresas
de la minería, del cobre, salitre, hierro, etc) estaban en manos
de tres grandes trusts norteamericanos, Anaconda, Kennecott, Cerro Pasco
y otros holdings menores pero de igual procedencia.
En sus mil días de accionar
social, Allende eliminó casi por completo el latifundio a través
de una eficaz reforma agraria, nacionalizó la banca y los tres grandes
dinosaurios empresariales de Estados Unidos, amén de expropiar sin
indemnización a la poderosa ITT, que fue requisada y pasó
a manos de los trabajadores.
Además, se había ido
instalando en Chile una nueva cultura de izquierdas, donde el sujeto social
adquiría una validez nunca antes conocida frente a las aspiraciones
individualistas e insolidarias. Todas estas iniciativas fueron desencadenando
una brutal reacción de la oligarquía chilena y algunos sectores
medios, que acicateados por la propaganda norteamericana, empezaron a crear
el caldo de cultivo para la caída. A todo esto, se sumaron las debilidades
del propio Gobierno, donde la batalla entre reformismo y Revolución,
se saldaba con el triunfo de los primeros. Algunos dirigentes socialistas
y comunistas, incluído el propio Allende, optaron por desacelerar
la profundización de la ofensiva popular en lo que hace a los cambios
de estructuras, como reclamaban amplios sectores de la izquierda rebelde,
liderada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), sectores
radicalizados del MAPU y descontentos de las propias bases del PS y el
PC. En vez de emprenderla contra el enemigo real de las conquistas socialistas,
desde el Gobierno se lanzó una campaña contra "el ultraizquierdismo".
Y eso, ya se sabe cómo termina.
El día D, las comandancias
militares en su casi totalidad se levantaron en armas. Allende intento
reencauzar la situación convocando tardíamente a la resistencia
popular. Cuando las primeras bombas empezaron a caer sobre La Moneda, el
compañero presidente optó por rendir caro tributo a su esfuerzo
por la construcción de un país distinto. Acompañado
por un grupo de leales militantes, dirigió un discurso memorable
a sus seguidores y ya sobre el final empuñó la ametralladora
que en una ocasión le regalara Fidel Castro. Cayó heroícamente
combatiendo a los enemigos de Chile, sentando un antecedente honroso para
las generaciones futuras.
Veinticinco años después,
Chile sigue en la misma encrucijada. El dictador Pinochet es hoy senador
vitalicio como consecuencia de esa magnanimidad que ofrecen siempre los
demócratas a sus eventuales aliados, los crímenes de la dictadura
siguen impunes (desde el asesinato de Allende y Víctor Jara hasta
los de todas y todos los que fueron torturados, desaparecidos y masacrados),
muchos de los "izquierdistas irredentos" de ayer lucen corbata y traje
acartonado, y por supuesto han colgado sus principios en el perchero de
algún despacho oficial o una empresa privada, otros tantos "revolucionarios
de café" juran diariamente su arrepentimiento a quienes quieran
escucharlos, y en las cárceles, decenas de patriotas del FPMR, del
MIR y el MAPU-Lautaro siguen sufriendo palizas, vejámenes y atropellos
a sus derechos más elementales. No es de extrañar, gobierna
Frei, hijo y discípulo de aquél que sojuzgó a los
desposeídos y conspiró contra Allende. Estados Unidos está,
como siempre, omnipresente a través de trasnacionales, empresas
privatizadas y agentes de servicios represivos varios. Los pobres son cada
vez más pobres y los ricos ya no caben dentro de tantas ganancias.
Pero a pesar de esta desgracia, producto de la democracia continuista,
algo se está moviendo: pobladores de las "callampas" peleando contra
la super marginación, campesinos rebeldes que exigen tierras, indígenas
mapuches luchando contra los privatizadores españoles (Endesa) del
Bío Bío, cortes de rutas, huelgas contra el avance neoliberal,
resurgimiento del MIR y otros grupos rebeldes, reorganización del
Frente Patriótico Manuel Rodríguez, después de la
fuga exitosa del penal de Santiago, activismo callejero por la libertad
de los presos, dirigentes comunistas (como Gladis Marín) que promete
desde el marxismo, la regeneración de las banderas históricas
de su partido. Y en cada corazón de los hombres y mujeres chilenos,
el recuerdo honroso de Salvador Allende, quien prefirió, esa aciaga
tarde de septiembre del 73, morir escuchando el tableteo de su "kalashnikov"
antes que entregar -como tantos de sus colegas de allí y aquí-
la dignidad y el compromiso con su pueblo. (Para recordar a Allende y repudiar
al continuismo pinochetista, desde "Resumen Latinoamericano", convocamos
junto con Askapena, Komite Internazionalistak y Paz y Solidaridad, a concentrarnos
hoy, a las 19,30 hs., frente al Consulado chileno de Bilbao, Po.Volantín
29) |
CHILE: La Iglesia
se esfuerza en reconciliar a un país dividido
por Gustavo González
SANTIAGO, 9 sep (IPS) La Iglesia
Católica de Chile realizó por primera
vez, 25 años del golpe
de Estado del 11 de
septiembre de 1973, un masivo
oficio religioso por la unidad nacional,
en un renovado esfuerzo por
reconciliar a un
país dividido.
El arzobispo de Santiago, Francisco
Javier Errázuriz, quien celebró la
misa en el Templo Votivo de
Maipú la noche de este martes,
calificó de signo alentador
la presencia en el lugar de altos mandos
militares y de dirigentes de
casi todos los sectores políticos.
Pero el primado de la Iglesia
advirtió a la vez que se requiere de
nuevas iniciativas para restañar
las consecuencias de las
violaciones de derechos humanos
cometidas entre el 11 de septiembre de
1973 y el 11 de marzo de 1990
y alcanzar la ansiada
reconciliación nacional.
El ex dictador y actual senador
vitalicio Augusto Pinochet fue el gran
protagonista ausente de la
misa celebrada en Maipú, un
histórico municipio
aledaño a Santiago, escenario de la batalla del 5 de
abril de 1818 que selló
la independencia de Chile de la
corona española.
Parlamentarios del Partido
Socialista habían advertido que se retirarían
del templo si Pinochet asistía
al oficio religioso, ya que el
anciano general retirado de
82 años no hizo jamás un gesto real en favor
de la reconciliación,
según dijeron.
Tampoco participaron en la
misa dirigentes del Partido Comunista, de
otros grupos de la izquierda
extraparlamentaria ni las
organizaciones que nuclean
a familiares de detenidos- desaparecidos y de
ejecutados por razones políticos.
Las asociaciones de víctimas
de la represión dictatorial valoraron la
iniciativa de la Iglesia, pero
indicaron que para alcanzar la
reconciliación y la
unidad nacional es necesaria la ''verdad y
justicia'' en materia de crímenes
contra los derechos humanos.
''Espero que seamos capaces
de mirar esta fecha (del 11 de septiembre de
1973) como un pasado histórico.
Pero para que sea un
pasado histórico debemos
ser capaces de curar nuestras heridas'', dijo
el presidente Eduardo Frei.
El oficio religioso fue un
anticipo del Día de la Unidad Nacional, que a
partir de 1999 se celebrará
el primer lunes de septiembre,
en sustitución del feriado
del 11 de septiembre que la dictadura de
Pinochet instauró desde
1974.
El 19 de agosto último
se alcanzó un acuerdo en ese sentido en el Senado
gracias a una negociación
del propio Pinochet con la
máxima autoridad de
la cámara alta, Andrés Zaldívar, precandidato
presidencial del Partido Demócrata
Cristiano (PDC).
Esta gestión del ex
dictador fue calificada por sectores de izquierda
como una maniobra oportunista,
que no refleja un sincero
propósito de revisión
autocrítica de los actos represivos del prolongado
régimen militar.
Pinochet se ha negado sistemáticamente
a gestos como pedir perdón por
los crímenes contra
los derechos humanos o a facilitar
informes militares para que
se puedan ubicar los restos de unas 1.200
víctimas de desapariciones
forzadas.
El arzobispo Errázuriz
aludió indirectamente a estos aspectos, al
recalcar la necesidad de ''nuevas
iniciativas'' en pro de la
reconciliación luego
del acuerdo que permitirá derogar desde el próximo
año el feriado del 11
de septiembre.
Las Fuerzas Armadas y la policía
de Carabineros se abstendrán este
viernes de realizar desfiles
y otras ceremonias castrenses
conmemorativas del golpe, y
sólo celebrarán misas en recuerdo de sus
efectivos muertos en actos
de servicio entre 1973 y 1990.
En su homilía, el primado
católico invitó a analizar el golpe de 1973
desde una perspectiva humana,
subrayando que el
derrocamiento del gobierno
de Salvador Allende abrió un período de luto
y de dolor para gran parte
de la sociedad chilena.
Fustigó los métodos
de tortura y eliminación ''de muchos de nuestros
hermanos'' e indicó
que, si bien murieron uniformadas en
situaciones de violencia, la
mayoría de las víctimas fueron dirigentes
políticos y civiles.
El arzobispo Errázuriz
exhortó a orar por ''el eterno descanso'' de las
víctimas y recalcó
que se requiere de nuevas iniciativas para
que los familiares de los desaparecidos
puedan encontrar a sus seres
queridos y perdonar a sus victimarios.
Admitió, sin embago
que pueden quedar en la impunidad legal muchas de
las violaciones, ''pero no
en la (impunidad) ética'', porque
''la voz acusatoria de la conciencia
y la pérdida de la paz es un
castigo mucho peor que la pérdida
de la libertad física''.
Pese a los esfuerzos de la
Iglesia Católica, este aniversario número 25
del golpe de 1973 se proyecta
una vez más con caracteres
conflictivos, en la medida
de que continúa abierto el capítulo de las
violaciones de los derechos
humanos.
Las organizaciones humanitarias
y partidos de izquierda deseaban rendir
este viernes homenaje a Allende
desfilando por un
costado del palacio presidencial
de La Moneda, donde el presidente
socialista se suicidó
tras su infructuosa resistencia a los
golpistas en defensa de la
institucionalidad.
Pero el gobierno de Frei negó
el permiso para el paso del desfile por La
Moneda, pese a que los partidos
de la oficialista
Conertación por la Democracia
pidieron que este año se autorizara por
primera vez el desplazamiento
de manifestantes por el
lugar.
Así, es predecible que
una vez más, como dijeron políticos de izquierda,
''el pueblo intente legítimamente
desfilar por La Moneda'',
lo cual podría reeditar
los enfrentamientos con la policía,
característicos de cada
11 de septiembre en Chile.
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