La ocupación, hasta
la cocina
Amira Hass*
Texto publicado en Ha'aretz
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 21-12-2001
El ejército israelí
ocupó el pasado 13 de diciembre durante 30 horas la casa
en Ramallah (Cisjordania) de Marwan Barghouti, uno de los líderes
de Fatah y considerado habitualmente por los medios de comunicación
internacionales como dirigente de la Intifada. La periodista
Amira Hass entrevistó durante la ocupación de su
hogar a la mujer de Barghouti, Fadwa, de profesión abogada.
Desde hacia un año, Barghouti no vivía en su casa
A-Tirah es, en palabras burlonas de uno de sus habitantes,
un barrio habitado por Puppies [literalmente, "cachorrillos"];
es decir, yuppies palestinos. El suroeste de Ramallah,
gracias a su alta concentración de académicos,
profesores de la Universidad de Bir Zeit, periodistas de renombre,
médicos, abogados, etc., ha prosperado en los últimos
años y presume de sus numerosas zonas residenciales y
villas, bloques de apartamentos de planta baja, y proyectos arquitectónicos
de estilo y calidad.
En esa misma zona hay también unos cuantos edificios
que no parecen haber sido diseñados para ningún
Puppie. Es allí, en el segundo piso de uno de esos
bloques y en un apartamento no demasiado espacioso, donde vive
Marwan Barghouthi (líder de Fatah, el partido de Arafat,
en Cisjordania) con su familia.
En la mañana del pasado jueves [día 13 de diciembre],
pocas horas después de la emboscada contra un autobús
que se dirigía hacia el asentamiento cisjordano de Emmanuel,
el ejército israelí ocupó parte de A-Tirah.
Entre las seis y las siete de la mañana, se impuso un
toque de queda que solamente quedó en suspenso hacia las
diez, cuando los soldados israelíes comenzaron a tomar
posiciones dentro de las residencias privadas del barrio.
A mediodía, llamaron a la puerta de los Barghouthi.
Hace un año que Marwan Barghouti no vive en este apartamento
como medida de precaución; el jueves tampoco se encontraba
allí, a pesar de que apenas quedaban unos días
para la fiesta de Id el-Fitr que festeja el fin del mes
de Ramadán. Su esposa Fadwa abrió la puerta y se
encontró con un "batallón" de soldados
en el umbral. "¿De quién es esta casa?",
le preguntaron. "De Marwan Barghouti", respondió,
recibiendo un significativo "¡Ajá!" como
contestación.
"Cerca de 30 o 40 soldados entraron en el apartamento",
declaró Fadwa en una entrevista concedida el viernes.
"Algunos de ellos tenían cámaras fotográficas
y cámaras de vídeo con las que fotografiaron todo,
todas las habitaciones, desde todos los ángulos posibles.
Los niños empezaron a llorar, quizás porque nunca
habían visto tantos soldados y armas juntos de una sola
vez. Los soldados no nos pidieron ningún tipo de identificación.
Fuimos informados de que se nos permitía permanecer en
una de las tres habitaciones, mientras ellos ocuparían
el resto porque "tenemos que quedarnos con vosotros unos
días; es una decisión militar".
Casa ocupada
Según Fadwa Barghouti, de profesión abogada,
los soldados no le mostraron ninguna orden de ocupación,
pero aún así se plantaron en el salón, en
las escaleras, la cocina, y el balcón. Trajeron sacos
de arena y los pusieron en el balcón, e incluso desplegaron
una bandera israelí.
"Esta es vuestra casa, y esta, la nuestra", dijeron
los soldados al tiempo que explicaban a la propietaria la división
del hogar. "¿Han pagado ya el alquiler para poder
dividir mi casa?", preguntó Barghouti sin esperar
respuesta.
Fuentes militares aseguraron que en ningún momento
tuvieron la intención de detener a Marwan Barghouti, y
que las razones para ocupar la casa eran puramente operativas.
El portavoz del ejército afirmó que los residentes
tenían derecho a permanecer en el hogar, o marcharse si
así lo deseaban.
"Primero nos obligaron a quedarnos en una sola habitación",
explicaba Fadwa. "A mí, a los cuatro niños,
a Ranny (la niñera), a mi hermano, y a mi cuñada".
Después, los niños recibieron permiso para entrar
en sus habitaciones. Al principio, no podían hacer nada:
no os acerquéis a la ventana, no la abráis, no
os mováis Después permitieron a los niños
sentarse en el hall que separa las habitaciones del resto
del apartamento para ver la televisión, para ayudarles
a pasar el rato y que no tuvieran tanto miedo, pero con el volumen
bajo para no molestar a los soldados que estaban durmiendo ni
a los que estaban en el salón.
Ninguno de los soldados durmió en el sofá, según
Fadwa. Solo durmieron en sacos de dormir, sobre la alfombra.
Colocaron un enorme rifle de francotirador en el salón,
cerca de la puerta que da al balcón. Cuando se acercó
la hora de la comida que marca la ruptura del ayuno diario, los
soldados prohibieron a la familia entrar en la cocina para comer
juntos. Sí permitieron a la niñera preparar la
comida y que cada niño fuera entrando por turnos en la
cocina para comer, antes de volver a su habitación y dejar
sitio para el siguiente niño.
Mientras tanto, los periodistas se habían ido apiñando
en el exterior. Los soldados apostados a la entrada de la casa
no permitían la entrada a ningún reportero para
ver lo que estaba ocurriendo. Cuando el número de cámaras
presentes se multiplicó, uno de los soldados retiró
la bandera israelí. El jueves, los soldados prohibieron
las visitas de los familiares. El viernes, permitieron a los
niños del barrio venir a jugar con sus amigos, encarcelados
dentro de su propio apartamento.
Cerca de 15 soldados permanecieron dentro del apartamento,
según las estimaciones de Barghouti. Tres o cuatro vigilaban,
mientras el resto dormía a pierna suelta. "Claro
que estaban cómodos", decía Barghouti, "en
lugar de tener que dormir en tiendas ahí fuera, ya tienen
un apartamento bien cómodo en el que dormir. Nosotros,
por el contrario, no pudimos pegar ojo en toda la noche. Sin
embargo, nuestra experiencia no es más que una pequeña
parte de todo lo que está ocurriendo. La cuestión
no es que no haya comida, o que estemos incómodos. Este
es un ejemplo más de que el ejército puede entrar
en cualquier hogar palestino cuando le venga en gana y actuar
como si fuera suyo. Nuestro derecho a la propiedad no está
reconocido bajo la ocupación".
El viernes por la mañana, el ejército permitió
a Fadwa Barghouti salir de su apartamento para ser entrevistada
por Ha'aretz. No se nos permitió visitar el apartamento.
Barghouti recibió la promesa de que se le permitiría
volver a su hogar, confirmando así su versión de
los hechos según la cual después de que el ejército
ocupara la vivienda los miembros de la familia tenían
prohibido abandonar el apartamento en caso de que tuvieran intenciones
de volver. Un soldado declaró a Ha'aretz: "Les
hemos dado permiso para que dejen el apartamento"; "pero
no para que volvamos", añadió Barghouti, completando
la frase del soldado.
Para Fadwa Barghouti, esta entrevista era la primera ocasión
que tenía de estirar un poco las piernas fuera de su hogar.
Se sentó en una roca, frente a los soldados. "Incluso
si detuvieran a Marwan, o lo asesinaran, ¿qué conseguirían?
¿Qué han conseguido con todos los asesinatos y
los bombardeos? Solamente, más violencia".
Barghouti señala hacia los soldados que vigilan su
hogar y formula una pregunta retórica: "¿Por
qué creen que Barghouti se ha convertido en lo que ellos
llaman 'el líder de la Intifada' después de varios
años de haber intentado convencer a su pueblo de que Oslo
era el único camino hacia la independencia y el Estado?
Porque le han dejado sin nada con lo que convencerles, ni siquiera
con lo que convencerse a sí mismo, con todos estos asentamientos,
con la división del territorio en áreas A, B, y
C, con retiradas que nunca llegaron y con un ejército
que sigue por todas partes".
"Marwan fue elegido, no fue colocado en su puesto a dedo,
pero incluso si él le dijera a la gente que lo eligió
que abandonaran la lucha, no le escucharían. Solamente
lo harían si él les puede prometer que conseguirán
algo a cambio: un plan para una retirada [israelí] total
hasta las fronteras de 1967".
En el transcurso de la conversación, un comandante
del ejército se acerca para comprobar que todo "marcha
bien". Respondiendo a la pregunta sobre la lógica
que tienen establecer un puesto militar en el segundo piso de
un edificio de cinco plantas, el comandante respondió
que no tenía permiso para conceder entrevistas. Y que
el apartamento no podía ser visitado porque esas eran
las órdenes. Pero media hora después, ahí
viene el subcomandante y anuncia que sí, que ahora ya
se puede visitar el apartamento acompañado de los soldados.
Y solo durante 10 minutos.
A Barghouti le esperaba una sorpresa dentro del apartamento:
mientras ella era entrevistada en la entrada, su familia había
recibido permiso para entrar en el salón y ver la tele.
Uno de los soldados estaba sentado en una silla al lado de los
niños. Los sacos de arena habían desaparecido del
salón y estaban ahora en el balcón. También
había desaparecido el rifle de francotirador, que había
ido a parar al oscuro comedor en el que se almacenaban las armas
y el equipamiento militar. El subcomandante subrayó que
era la primera vez que visitaba el puesto y que no era seguro
tener un rifle de francotirador en una habitación con
niños.
A las cinco de la tarde del viernes, 29 horas después
de que el apartamento de los Barghouti fuera invadido, el ejército
israelí recogió los bártulos y se marchó
a otro edificio. Fuentes militares aseguraron que responsables
del ejército se habían reunido con Barghouti para
clarificar que el apartamento no había sufrido ningún
daño, y que ningún objeto había desaparecido
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